viernes, 8 de mayo de 2020

DESDE LA BICICLETA: PEÑA CENICIENTOS




Después del paseo matinal por las calles de Madrid, ahora salgo cada día un rato entre los primeros rayos para acompañar mi paso con el canto de los pájaros, me subo a la bicicleta estática y quiero llegar hasta la PEÑA CENICIENTOS. Está en un rincón de la provincia de Madrid muy cerca del pueblo que coincide en nombre, historias y leyendas de trabajos épicos, de guerras y realengos, de antiguos trabajos agrícolas, prósperos molinos de grano en comercio con sus vecinos y aún distantes poblaciones de nombre y fama. El pueblo y su sierrecilla hacen trío entre Madrid, Toledo y Ávila.  

Peña Cenicientos desde una curva del sendero al iniciar la subida.

Desde Madrid, la carretera llega como serpiente silenciosa y quebradiza entre arbolados y cortados peñascales; unos kilómetros antes de la población se aparta el sendero monte arriba entre los pinares. Pedaleo escuchando en mi corazón la ensoñación de la canción Ruiseñor del ruso Antón Délvig con música de Elexander Alyabiev.

¿Alguien pobre como yo,
toda la noche te escuchará,
sin cerrar los ojos,
inundado de lágrimas?
¡Ruiseñor mío, ruiseñor,
muy sonoro ruiseñor!

La subida es serena y permite soñar entre pedaleos y pisadas. Suena la canción “Ruiseñor” cantada con fortaleza y energía por una voz femenina, suena la música capaz de acompañar una marcha entre pinos y encinas, entre prados y rocas diseminadas sin peligro de pérdidas ni caídas, siempre con la prudencia de quien ama la montaña. Allá arriba se ve certera la cumbre desde la distancia. Gredos se ha adentrado en Madrid, porque el mundo está engarzado sin divisiones ni fronteras cuando el montañero sueña tierras para recorrer y para entroncarse con la vida.

Llego hasta el Collado de la Alberca por una serena pista forestal, desde aquí es necesario seguir una senda más estrecha con algún que otro recoveco.  Gozo de las vistas y el sosiego. Cerca de la cumbre, los sueños se vuelven rocas y prudencia; la cima es palpitar sin relojes, saludo del sol a quien guste de una serena jornada. Al fondo se divisa Gredos, los valles de Ávila siembran sus faldas de pueblos y cosechas. La cumbre de Cenicientos es metafísica de sensaciones y de poesía.

En la fotografía estoy con Pipa y Munia, amigas entrañables los años que coincidieron en esta vida. Sed felices y buscad la PAZ amables lectores. Os abrazo. 

Javier Agra 

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