He vuelto a realizar una marcha de pleno sosiego y sencillez. Desde el aparcamiento de La Barranca salen por la zona diferentes rutas de ensueño y libertad. Nosotros comenzamos nuestro camino buscando el Mirador de las Canchas otra vez más. A veces las situaciones y los lugares se repiten y siempre parecen novedosas porque el espíritu de la persona está con planteamientos y sensaciones que otras mañanas no imaginabas.
La luz es diferente en cada ascensión y hasta parece que acompañan aves canoras que nunca habían volado a tu lado. El brillo de las hojas de los pinos es nuevo en cada marcha y hasta la respiración hace del montañero un ser original en cada ascensión.
Marchamos unas cuantas curvas por la pista forestal con el sonido matutino del río Navacerrada a nuestra derecha cantando entre las mismas piedras que cantaba hace unos cuantos siglos. Un humedal recorre por nuestra izquierda entre las piñas y el descuidado hierbazal. El agua no se cansa de entonar durante siglos la misma melodía de serenidad y fortaleza.
(De otro de nuestros paseos invernales) La Senda Ortiz se abre en un maravilloso mirador hacia los valles y los pueblos cercanos.
Poco más allá del área recreativa recordamos y saludamos a la senda que se desvía por la derecha para continuar por la Fuente de Mingo hacia otros lugares que no veremos esta jornada; los montañeros hacemos la cerrada curva para adentrarnos en la Senda Ortiz que llena mi corazón de sosiego. Es la Senda Ortiz de una ligerísima pendiente hacia la altura, de modo que se recorre apenas sin esfuerzo.
El suelo está tapizado de helechos, de gayubas y de un amplio abanico vegetal.
El cielo azul caliente ya a esta hora de julio queda mitigado por la abundante sombra que nos acompaña y nos acompañará durante la mayor parte del recorrido. El abundante carbonero garrapinos acompasa con su canto la pausa de mi respiración. El suelo está tapizado de brillantes y frondosos helechos, de gayubas siempre exultantes de vida y fertilidad, de un amplio abanico vegetal.
Hoy nos desviamos de la Senda Ortiz por un conocido atajo que sube entre jaras y pinos en un desnivel más pronunciado, hasta llegar a la pista que habíamos dejado hace un buen rato. Lo llamaremos el atado del árbol araña pues hace décadas que llevamos viendo un derribado árbol con este parecido. Allí aguarda, siempre al borde del sendero con su multitud de patas descortezadas y su tronco lamido por el tiempo.
El atajo pasa al borde del árbol araña, dormido en la eternidad del recuerdo.
Recuperada la pista al final del atajo, continuamos hasta el Mirador de Las Canchas por el alto lomo de nuestra derecha siguiendo caminos trazados por multitud de montañeros que hasta aquí llegamos buscando silencio y soledad. El Mirador de las Canchas es un templo de meditación y de belleza: desde aquí contemplamos el corazón y la vida, la Maliciosa y el alto de Guarramillas o Bola del Mundo, el futuro y la paz, el Barranco del Infierno y la Cuerda de las Cabrillas, el cielo y la eternidad, embalses y pueblos…
En el Mirador de Las Canchas. Al fondo vemos el Alto de Guarramillas o Bola del Mundo, Barranco del Infierno, La Maliciosa.
Este nuestro Mirador es punto de llegada y de partida hacia otra multitud de posibilidades. Es una encrucijada de meditación en la vida, es una amplitud de decisiones para seguir. Como en la montaña también es necesario optar por unos senderos y no recorrer otros, esta mañana optamos por subir cien metros más y llegar hasta la cercana cima de Peña Pintada.
Arriba, su amplia meseta nos ofrece vistas en todo nuestro círculo. Un águila nos saluda con vuelo de imperceptible movimiento, acaso le espantamos algún animal que tenía localizado para su alimentación; el águila espera paciente nuestra reposada visita a la planicie de Peña Pintada. Comenzamos a bajar buscando la peña donde acostumbramos compartir el pan y la palabra, los pinos caminan siempre a nuestra vera mientras el águila seguramente retomará su reconocimiento de la amplia meseta de Peña Pintada.
En la cumbre de Peña Pintada.
Descendemos por la pista hasta el llano donde antaño hubo un hospital del que hoy nos queda ningún resto, solamente la cercana tubería de donde recogía el agua desde el Collado de los Emburriaderos y la zona de la Fuente de La Caña. Ahora sí regresamos por la Senda Ortiz desde su origen entre el sosiego y la meditación.
Javier Agra.
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