lunes, 18 de julio de 2022

LLEIDA: SEU VELLA


Lleida tiene dos colinas desde las que se contempla el movimiento de su ciudad interior y también el silencioso crecimiento de las frutas y de la serenidad de sus valles hacia el exterior. Uno es el turó de Gardeny con su antiguo castillo templario, el otro es el turó de La Seu Vella (Catedral Vieja). La Seu Vella es un recuerdo del pasado floreciente y una canción en el presente; en el centro de la ciudad se eleva el Turó de lo que sin duda es una de las más bellas edificaciones de la arquitectura medieval de toda Europa.


La Seu Vella abre sus cinco ventanales sobre la ciudad y sobre la tierra entera.

Allí está desde el siglo XIII con sus paseos y su verdor para el silencio, el sosiego, la paz, la creatividad. Edificado como conjunto amurallado presenta hoy una imagen de foso, castillo, templo que permite al visitante relajar el corazón y susurrar serenidad para el futuro. Mientras paseo por la Seu Vella converso con capiteles, ménsulas, puertas, cornisas, restos de pinturas murales, luz quebrada en sus inmensos ventanales y en sus reducidas ventanas de tronera.



Aún se conservan diversas pinturas murales.

Las diferentes guerras y la historia de los siglos la despojaron de su función primera de templo religioso, pero no de su majestuosa presencia. El templo en planta de cruz latina es una basílica de tres naves y cinco ábsides en el transepto de su crucero. Grandeza monumental para pasear inmerso en la historia y leer siglos pasados entre sus columnas, esculturas, capiteles, pinturas murales aún conservadas en pequeño número como reliquias brillantes del pasado. Bajo su cúpula, abierta, inmensa que impulsa a mirar hacia lo alto, sereno el espíritu y aún me siento en el suelo para contemplar el conjunto pétreo de las escaleras que conducen al presbiterio, de las naves que trasladan a los fieles hacia el antiguo crucifijo resuelto en la luz de la vida de sus ventanas.



Es esta mesa espejo se reflejan columnas, bóvedas, cúpula… Ray, mi nieto, contempla absorto las dimensiones del templo. Pasó tiempo con los ojos columnas arriba hacia la cúpula. Parece que ha descubierto con fuerza y con emoción las esculturas. Ahora observa las alturas desde el espejo.

 Salgo al claustro de dimensiones espectaculares y de una riqueza simbólica que puede competir en grandiosa belleza con cualquier claustro europeo que le quiera hacer sombra. Capiteles, tracerías de sus doce ventanales a los que añadiremos los cinco que se abren sobre el río Segre y la ciudad, son un baile de luminosidad y de formas que permiten al viajero entregar las entrañas mismas a la grandiosidad y la belleza.




El claustro conserva la luz y la vida permanente a través de sus doce ventanales.

En las columnas y los capiteles se juntan los motivos bíblicos en inusual abundancia, con las alegorías vegetales de una amplia riqueza; por doquier aún resisten diferentes esculturas para el ornato y la presentación de episodios bíblicos o de situaciones históricas. El expolio de difíciles tiempos ha privado a la Catedral Vieja de numerosas esculturas y pinturas hoy repartidas entre lugares lejanos, también en el Museo de Lleida o en la Catedral Nueva y aún en Sant Llorenç y otros templos de la ciudad.



He subido los doscientos treinta y ocho escalones para contemplar la ciudad y los campos de vegetales y frutas, muy bien acompañado por Ray que unos veces de la mano, otras impulsado por el entusiasmo me precedió en esta espiral ascendente.

Doscientos treinta y ocho peldaños de ascendiente escalera de caracol me separan de lo alto de la torre. Poco a poco llego hasta su cumbre pasando por el descanso de su campana mayor que suena a cada hora retumbando por toda la ciudad y atronando al visitante que decide esperar unos minutos para escuchar de cerca el sonido de la campana Silvestra que lleva cantando al tiempo desde mil cuatrocientos dieciocho. La torre octogonal está coronada por sus gabletes ornamentales desde los que el asiduo visitante contempla las cercanías del conjunto armónico y esplendido del turó de la Seu Vella y también la serpiente del Segre que se aleja por ambos lados de la ciudad entre campos y frutales, entre pueblos y oteros que llevan mi espíritu hasta las montañas y los mares, hasta la libertad y la justicia, hasta el pasado de siglos y la eternidad.


La cruz que aún permanece en el presbiterio entrega la vida y la luz al visitante.

Javier Agra.

 




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