miércoles, 28 de febrero de 2024

LAGUNAS

 


Cuando llega el tiempo de la nieve, gusto de ir a ver nuestras lagunas cercanas. Allí permanezco un tiempo callado, pensativo, recordando a nuestros ancestros del Pleistoceno, aquellos que acaso convivieron con los fríos últimos de las glaciaciones cuando aún no sabían que eran humanos y acaso asistieron a la formación de morrenas, colinas y largas crestas que hoy me parecen bellos paisajes.


Aquellos, mis primeros ancestros, asistieron, asustados sin duda, a novedades terrestres más agitadas que las de nuestros días. ¿Pero su organización social sería tan convulsa como es en estos momentos en los que la tierra disfruta de más quietud y ya está sosegada? La naturaleza los proveía, sin duda, del cobijo necesario cada noche, de un lugar de reposo por algunos días antes de continuar su incesante caminar en busca de la vida.


Ante las Lagunillas del Nevero recuerdo a nuestros primeros ancestros…


Contemplo la tierra abierta de par en par desde las pequeñas lagunas de origen glaciar hacia sus laderas y sus montañas y veo la nieve de suave sonido en las caricias del violín del viento. Los adelantos de la actual humanidad me permiten gozar de la naturaleza que en otros momentos fue esquiva y misteriosa. Hoy la quietud de estas lagunas al pie del Nevero atraen a montañeros silenciosos y reverentes que buscan, como yo busco, unir su pensamiento y su latido al latido de la historia de la naturaleza.



En la cima del Pico del Nevero busco unir el latido de mi corazón al latido de la naturaleza entera.


La tierra continúa su imperceptible girar sobre la luz que muda colores y siluetas sobre las lenguas breves de aquellas antiguas lagunas glaciares; el sol anuncia el paso del tiempo y entiendo que he de comenzar el regreso a la seguridad del calor del hogar. Nuestras lagunas ya olvidaron el tiempo en que se formaban banquisas en sus aguas, ahora la noche es apenas ventisca y escarcha, es reino de los animales que, temerosos de los humanos, esperan las sombras para reconquistar el espacio que el miedo les arrebata durante las horas de luz. 


Javier Agra.  


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