Suena a lírica
el nombre de Ojos Albos.
Ya lo habíamos
visto esta mañana cuando entrábamos desde Madrid, pocos kilómetros antes de
llegar a Ávila. Habíamos hecho una especie de circunvalación y aparcado junto a
las últimas casas. Ahora regresamos de la montaña por una pista de tierra bien
conservada que, desde el depósito de agua, está asfaltada. De nuevo junto al
coche empleamos un tiempo en la comida, asobinados al sol junto a una pared de
piedra que mantiene el calor del radiante astro.
Entramos en el
pueblo buscando la plaza. Lugar donde con certeza está el bar y la ocasión de
información en Ojos Albos, como en todos los pueblos, aunque sean de setenta y
seis vecinos censados como es este acogedor lugar por el que estamos paseando.
Hemos llegado por la calle de las Procesiones y calle de la Iglesia hasta la
plaza bordeada por bancos de hierro donde reposar unos minutos al sol del
invierno y unas horas a la sombra del verano. Plaza que mezcla nuevos parques
arbolados con la vetusta fuente de granito.
Contemplamos la
iglesia remozada, más allá de su techo recién estrenado dejamos que la vista se
relaje contemplando la hilera de molinos por donde hemos pasado. También en la
plaza está el bar donde espera el aromático y cálido café. “Ahora está abierto
porque coincidió que estaba yo por el pueblo” responde un mocetón que nos
saluda con la amable familiaridad que aún se conserva en los pueblos.
Habíamos oído
hablar del Catastro de Ensenada que conserva el Ayuntamiento con primoroso
cariño; melancólico y medroso por lo inoportuno de la hora del mediodía,
lamentaba yo mi dolorida suerte entre silenciosos sorbos de café…“Este hombre
que llega es del Ayuntamiento” nos indicó el amable y conversador mocetón.
“Estos dos montañeros quisieran ver el Catastro…” “Pues nada, esta tarde os lo
enseño” “¡Vaya, que lástima! Nos volvemos ya para Madrid” “Venid conmigo, me
llego a casa por la llave y os lo muestro” “¡Caduérnigas, soy afortunado!”
exclamo entre el agradecimiento y la admiración.
Ojos Albos es un
pueblo de nombre poético y de gente amable. Pocas personas vimos por el pueblo
a esa hora del yantar, pero aquellas que nos encontramos nos entregaron
conversación y tiempo sin medida, sin precio. Ojos Albos nos trasladó de lleno
a aquel tiempo en que la relación cercana es un valor, en que la cordialidad es
un instante eterno, en que el instante se amplía más allá de la pausa de cualquier
urgencia, a aquel momento en que las personas se ocupaban en mirar a los ojos y
al corazón.
Fueron unas
trece mil localidades de Castilla las que hicieron aquel Catastro del Marqués
de la Ensenada entre mil setecientos cincuenta y mil setecientos cincuenta y
cuatro para censar habitantes, propiedades, hospitales, boticarios, arrieros…de
aquella vieja España del tiempo del rey Fernando VI, la más antigua y
exhaustiva encuesta de los pueblos de la corona de Castilla. Hoy son muy pocos
los pueblos que lo custodian, la mayor parte están perdidos o en los Archivos.
Parece que el Archivo General de Simancas custodia la copia compulsada del
Catastro completo.
¡Y tengo en mis
manos este viejo pergamino cosido! ¡El Catastro de Ensenada de Ojos Albos! Sus
primeras hojas están fechadas en mil setecientos cincuenta y uno. La persona
que con total amabilidad nos acompaña, también nos muestra el documento de
compra de los terrenos del pueblo a la Duquesa de Abrantes, el diez de
diciembre de mil novecientos treinta. Hermosa jornada de montaña y viento, de
historia y cercanía, de agradecido sentimiento.
Javier Agra.
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