Soy un gran aficionado
al queso en sus múltiples variedades. Un buen amigo me trajo un queso artesanal
de Miraflores de la Sierra de un sabor profundo: Lo de profundo es porque a
medida que se come muy despacio y en mordiscos diminutos, como se debe saborear
el queso, su sabor va calando y ocupando el paladar y toda la faringe como
haciendo raíz permanente con voluntad de quedarse para siempre.
Entre Soto del Real y
Miraflores de la Sierra, José Luis Santé, que así se llama el artesano de este
queso tiene su lugar de trabajo.
Conversaba yo con mi
amigo y compañero de montaña, Jose, quien siempre tiene muy buenas iniciativas
montañeras: ¡Vayamos a comer un poco de este queso a la Najarra siguiendo la
Senda Santé!, me propuso. Me explicó que Santé,
es emprendedor en diferentes
aspectos de la existencia humana. Además de exquisitos quesos, ha dado
nombre y forma a una senda que sube desde Miraflores a la Najarra.
La jornada se
inicia con los cramponcillos para caminar sobre el hielo, concluye con una interesante
nevada.
Nosotros vamos a
recorrer la Senda Santé iniciando la marcha en el Puerto de La Morcuera. La
mañana oculta el sol tras una nube baja que pone sombrero a nuestras cabezas.
Bien pertrechados para el frio y con los cramponcillos calados para que la
nieve helada durante la gélida noche, no dé con nuestras narices por el suelo,
salimos por el Cordal que va en todo momento muy cercano a la línea de pinos.
El hielo se entremezcla
con la nieve dura. El sol consigue descerrajar las nubes y ahora acompaña
nuestro caminar. Hemos descendido hasta casi mil seiscientos metros. La pradera
está muy húmeda pero el hielo es fácil de superar, de modo que nos quitamos los
cramponcillos mientras los guardamos con mimo y agradecimiento.
Cercanos al
Arroyo de la Media Luna guardamos los cramponcillos en la mochila.
Estamos cercanos al
Arroyo de la Media Luna que baja impetuoso por el deshielo de la Najarra y los
peñascales que están sobre nosotros. Una vieja canalización del agua puede
servir también de improvisado puente. Enseguida llegamos a una pequeña y
abandonada caseta; continúa el camino pecuario del Cordal y estamos avistando
los Llanos de la Matanza.
Según el mapa que nos
guía, hace pocos metros que superamos el inicio de la Senda Santé; retrocedemos;
no la encontramos; enfilamos monte arriba entre el relajado pinar, siguiendo
siempre la intuición que nos orienta en la buena dirección pues nos encontramos
con aislados hitos. Encontramos la añorada Senda Santé poco antes de los mil
setecientos metros de altura y podemos decir que ha sido un oportuno momento,
estamos llegando a una zona de piedras y confusión, a un lugar de senderos
inciertos y dudas en el camino. La senda de nuestro emprendedor amigo está muy
bien trazada.
Desde Cuatro
Calles la vista no tiene obstáculos. La Najarra es el punto más alto de las
cercanías.
La Senda Santé ofrece
unas hermosas vistas sobre el embalse, sobre las montañas circundantes, sobre
las nevadas cumbres donde ahora juegan las nubes en un incesante ir y venir que
presagia vientos fuertes cuando subamos a más altura. Salimos del pinar y
recordamos el paso de la taiga a la tundra, la vegetación de piornos se
arrastra entre las rocas de diversos tamaños.
Llegamos a Cuatro
Calles. La ventolera no disminuye la admiración que entrega el paisaje en
bellísimas panorámicas. La nieve está ahora a nuestros pies construyendo una
dilatación luminosa de las pupilas y del corazón. La cumbre de la Najarra está
a la vista.
En la cima arrecia
el viento y el espíritu integra todo nuestro ser con la naturaleza.
La Senda Santé continúa
muy bien trazada. Ligero descenso hasta el cercano collado, subida entre la
nieve y la roca. Cercanos a la cima, arrecia el viento, aumenta la cantidad de
nieve, pero ya contemplamos en la distancia el vértice geodésico. Tendremos
tiempo para las fotografías testimoniales, para la sonrisa del alma, para el
silencioso canto a la naturaleza que nos permite formar parte de su misma
entraña.
En el descenso la
nieve cubre a veces los tobillos, a veces llega hasta la cintura.
El descenso está
absolutamente oculto por varios centímetros de nieve que ocultan cualquier
sendero; a veces nos hundimos hasta los tobillos, otras hasta la cintura, ahora
una culada, ahora nuestros pies quedan ocultos entre la nevada. Los montañeros
avanzan pesadamente entre la nevada en busca del sendero que recorre allá abajo
la vuelta de la Cuerda Larga al Puerto de la Morcuera; el viento pierde
intensidad montaña abajo; los montañeros llegan al sendero cerca del Puerto en
esta larga jornada de montaña; los montañeros tienen las botas llenas de agua,
pero hacen una breve pausa para saborear el queso.
Javier Agra.
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