Esto era una mañana
invernal con la nieve en las alturas y el ventarrón aumentando a medida que los
montañeros ascendían; esto era el cielo entre nubes que se cerró de niebla y
densa nube a medida que los montañeros conquistaban altura; esto era un día
frio entre la escarcha y la cencellada que se tornó en gélida perversión con
las horas y los metros montaña arriba.
Subir hasta el Collado
de la Ventana desde Soto del Real es una tarea interesante pues es necesario
llegar hasta el Arroyo Mediano a través de una pista complicada por el bacheado
y deficiente estado del firme, se añade además un complejo devenir laberíntico
de pistas. Superamos el embalse del Mediano que abastece a Soto del Real y
aparcamos apenas superado el puente sobre el Arroyo del Mediano.
Desde el Hueco de
San Blas se ven las montañas de la Cuerda Larga cerradas por la Najarra; bajo
las cumbres, entre los pinos pistas para bicicletas y el amplio sendero hacia
Hoyo Cerrado.
Hasta llegar a la
Lagunilla del Lomo es un paseo ligero y agradable entre pinares que apuntan
como flechas libres hacia el cielo, esbeltos pinos con la rectitud y altura
imperiosa de sus troncos protegidos por las montañas cercanas. Primero caminamos
durante un buen trecho por la continuación de la pista metidos ya en el Hueco
de San Blas. A nuestra derecha la vista se posa dulce y amplia en las praderas
que forman el valle hasta la siguiente línea de montañas suaves que llevarían
hasta las inmediaciones del Hoyo Cerrado y la vistosa cumbre de la Najarra que
cierra la Cuerda Larga. El Arroyo Mediano suena con melodías de trompeta y
violín en esta época del deshielo de la nieve que endulza la vida al cariño del
sol.
En otras marchas por estos ligares
buscamos alguna senda que sube hacia la cresta de cumbres recién pasada la
barra canadiense situada enseguida que comenzamos a caminar. Hoy elegimos la
más distendida ascensión por la pista entre el pinar. Veinte minutos, tal vez,
llevamos caminando; el arroyo suena ahora allá abajo buscando recodos y majuelos;
a nuestra izquierda sube un sendero muy marcado que juguetea sinuoso
ascendiendo entre el pinar. Silba el viento alguna vieja canción, aumenta su
intensidad monte arriba y las altísimas copas de los pinos acompañan con un
baile su movimiento; primero fue ligero, pero a medida que ganamos altura se
hace amplio y ronco.
En la Lagunilla del
Lomo
Atravesamos una pista y
continuamos monte arriba. Los pinos han perdido tamaño y se retuercen para
defenderse de la intemperie que, sin duda, soportan con frecuencia. Estamos en
una extensa planicie donde la Lagunilla del Lomo tiene estos días agua extendida
y aún escondida entre los huecos de los pinos y bajo la abundancia de hierba.
Hasta aquí es un paseo recomendable para el disfrute de la montaña.
Nosotros, cabezones
montañeros, continúanos montaña arriba por el marcado cortafuegos buscando el
Collado de la Ventana. Sabemos que la nieve ha ocultado diferentes pasos entre
rocas. La niebla y la ventisca son constante compañía. Buscamos alternativa en
el pinar. A veces perdemos el camino por un instante. La oscuridad de la nube
se apodera del entorno. El viento es más audaz de lo que quisiéramos, parece
que su único objetivo es acompañarnos ladera arriba, como que no tuviera otra
cosa que hacer en toda esta jornada.
Los montañeros
resistimos embestidas y borrascas para llegar hasta el Collado de la Ventana.
Los montañeros
resistimos embestidas y borrascas para llegar hasta el Collado de la Ventana.
Los montañeros nos refugiamos por un instante entre unas piedras escuchando las
bravías palmetadas que el viento da en la roca y quisiera darnos en la
cara. Regresamos por donde vinimos, aguantamos las bofetadas del aire pues
sabemos que es un rudo acompañante y su carcajada es más de aliento que de
rechazo. Forma parte de la defensa que siempre pone en liza la montaña.
Con alguna que otra
culada sobre la nieve, los montañeros bajamos hasta la Lagunilla del Lomo. Nos
detenemos para dar cuenta de las viandas, la niebla quedó cien metros más
arriba, la nevada no ha llegado hasta aquí más que en blanquecinas pinceladas,
el ventarrón dejó más arriba sus carcajadas. Estamos sentados sobre el musgo de
la piedra disfrutando de la placidez de la montaña.
Javier Agra.
Qué maravillosa lírica de las montañas!!! Feliz año nuevo y continúa dejando huellas y miradas sensibles.
ResponderEliminarGracias por el comentario y la lectura. La montaña es siempre entrañable. Un abrazo: Javier Agra.
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