Junio tiende a su final
entre marañas de calor. Los montañeros planeamos excursiones por espacios
naturales donde la arboleda nos proteja en las horas de sol. Hoy vamos buscando
tejos.
Los Tejos del
Arroyo de las Zorras agradecen la visita de los montañeros.
Los tejos más
espectaculares de la Comunidad de Madrid están en el Arroyo de Valhondillo al
que ya hemos visitado en diferentes ocasiones, esta mañana nos adentramos en
otro valle menos frecuentado. Nos aproximamos al Arroyo de las Zorras desde el
pequeño aparcamiento situado en el kilómetro treinta y cinco y medio de la
carretera ya de bajada desde el Puerto de Cotos hacia Rascafría.
El Arroyo de las
Zorras cuenta historias de siglos antiguos.
Multitud de pinos,
algún abedul, helechos, retamas…múltiples plantas llenas de vigor y colorido
están prestas a comerse el diminuto sendero que nos esconde en el monte como si
nunca hubiera existido aquí la mano humana. Diminutas campanillas y graciosas
margaritas acompañan nuestros pasos hasta el Puente de la Angostura.
Estamos en una pista
forestal, entre sedosos pinos de esbeltas proporciones. Cruzamos el Arroyo Pinganillos
y, antes de adentrarnos en el de Valhondillo, nos desviamos por una intrincada
y casi oculta senda que acompaña al Arroyo de las Zorras. Por aquí, entre las gencianas
y los narcisos trompeteros, también crecerá algún tejo, pensamos en voz alta
para ponernos de acuerdo de inmediato.
El Arroyo de las
Zorras es una orquesta de cascadas y naturaleza.
La primavera suena a
cascadas y aluvión, huele a miel y nidadas de pájaros nuevos; suena a siglos
pasados y a canciones en sus primeros ensayos. Suelo mullido y turbio de agua y
barro, los montañeros caminamos entre piedras y agua, entre suave hierba y ramajes
rasantes mientras van saliendo a nuestro paso los tejos asombrados. Los tejos
han oído que los humanos van a visitar a los vecinos de Valhondillo; hoy se
sienten importantes los tejos del Arroyo de las Zorras porque tres montañeros
han preferido su conversación.
Los tejos del
Arroyo de Las Zorras conversan con los montañeros.
Los tejos del Arroyo de
las Zorras también conocen historias milenarias de nevadas que preocuparon a
las fieras antiguas, conocen historias de vendavales cuando el pechiazul y el
verderón se escondían entre sus ramas para que las águilas no se los comieran, conocen
bien al escondido tejón y al majestuoso corzo, conocen los calores cuando el
agua escasea y las salamandras y las ranas estrechan relaciones por obligación.
Los montañeros subimos
entre el agua y el monte hasta las faldas mismas de la Cuerda Larga; se
terminan los pinos, concluye la sombra, los rayos del sol comunican una hora
avanzada. Caminamos en silencio entre la frondosa naturaleza vegetal, la
musicalidad de los diferentes arroyuelos, el festivo saludo de las aves… el
sosiego, la armonía del alma unida a la tierra entera, la risueña luz de este
verdor de junio… Los montañeros regresamos buscando siempre alguna vereda nueva
en esta parte de la sierra muy poco frecuentada por los humanos. Los siete
tejos que hemos visto nos saludan de nuevo al pasar y agradecen la visita.
Javier Agra.
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