Desde el Escorial.
Llegamos en coche hasta
el aparcamiento situado en la Avenida de Carlos Ruiz, cerca del Hotel Felipe II
y del Euroforum; bajo el muro del embalse del Romeral… Seguramente las pistas,
aunque son ciertas, serán indefinidas; el Escorial se enreda en calles y
nombres. Pero se llega; a todas partes se llega; la calma, el sosiego… conducen
al destino deseado; en la vida normalmente se emplea tiempo para llegar,
también la naturaleza llega a sus hojas, sus flores, sus frutos con tiempo y
sosiego, con agua y brisa, con sol y serenidad. Para estas cosas de las rutas
montañeras, también ayuda el G.P.S.
Ya estamos caminando.
La carretera dibuja una
cerrada curva hacia la izquierda, al pie mismo del muro del embalse. Una
escalinata de piedra nos adentra en el carcomido sendero de piedra y raíces
vegetales que continuamos hasta cruzar una valla por la que accedemos a otra
pista amplia que baja hasta el arroyo, lo cruzamos y continuamos monte arriba ligeramente
por nuestra izquierda.
Al fondo se entrevén
las rocas donde anidaron hace décadas numerosas familias de abantos;
actualmente se han ido en busca de lugares de sosiego.
Allá arriba se asientan
moles de granito donde los abantos construyeron antaño sus nidos; por estos
pinares en que serpentea el sendero debieron cruzar su silencioso vuelo. Los
montañeros no los hemos visto por estas latitudes, acaso seamos muchos humanos
los que habitamos en la cercanía y haya preferido escabullirse a parajes más
solitarios.
Las escarpadas curvas
ascendentes están acompañadas del sonoro canto del arroyo del Romeral que
lamenta su temporalidad entre los pinares y el tapiz verde de la ladera suave;
ascendemos y en la altura se extiende un valle que continuamos hasta el fondo. Atrás
han quedado la Solana de La Barranquilla y
la Solana de En medio; estamos en una tregua del pinar, las vacas pastan
en torno a la Fuente del Cerbunal.
Al regreso nos
sentaremos en una piedra de la fuente del Cerbunal para comer manzanas y frutos
secos.
El señalado GR 10
continúa su discurrir hasta nuestro destino. Nosotros preferimos continuar el
sendero que parte al pie del grueso tronco señalado con un aspa casi invisible
que recuerda que por aquí no continúa el GR. El color brillante del pelo de las
vacas está mimetizado con el ocre del sendero, con la luz tamizada de nubes entre
los pinos.
Desde la loma
cimera de la montaña, el mundo se agiganta más allá de los pueblos, de las
nubes, de los valles y los océanos.
Salimos de la vegetación
y caminamos por la loma cimera de la montaña. Las nubes en esta mañana de junio
son arpas de la brisa musical de estas alturas; tal vez, allá abajo, pueblos y
valles, ignoran la música de armonía sosegada de las cumbres.
El abrazo al
vértice geodésico es un abrazo a la montaña y al corazón de la naturaleza
entera.
El vértice geodésico es
el punto más llamativo, el lugar donde el montañero une con su abrazo el
corazón de la montaña a sus propios latidos y al corazón de la naturaleza
entera. En el Abantos, el punto más alto está unos metros más arriba, por eso
los montañeros llegamos hasta el muro de piedra donde la montaña nos lleva más
cerca del cielo.
Javier Agra.
Gracias Javier, por tan buena descripción. Un abrazo amigo.
ResponderEliminarGracias por tu lectura y comentario. La montaña siempre es sosiego, esfuerzo, liberación.
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