La provincia de León
tiene, fuera de Picos de Europa, más de doscientas cumbres que superan los dos
mil metros de altitud. Jose y yo hemos subido hasta la cumbre de unos pocos.
Estos días llegamos hasta la Sierra de Gistredo y queremos llegar a la cima más
alta del Bierzo; aunque son diferentes las opiniones sobre la montaña que ostenta ese rango,
parece que el Valdiglesia se lleva la palma. Ciertamente es aún más popular el
Catoute, pues hasta hace no muchas fechas parecía la cumbre más elevada. Los
sistemas de medición, cada día más precisos, le otorgan unos metros más al Pico
Valdiglesia (2135 metros).
Panorámica de
nuestro Pico Valdiglesia. Antes están Pico Chao y Braña La Pena. La Fotografía
está tomada después de dejar atrás el Chozo de las Murias.
Al final del sosegado y
bello pueblo de Salentinos está el Albergue “La Cabaña del Trasgu” donde nos
alojamos. Muy de mañana, cuando los gallos comienzan sus andanzas y los
senderos apuntan ya la dirección de las pisadas, salimos hasta cruzar el puente
sobre el río Salentinos caminando por un cuidado camino agrícola entre el rocío
y los huertos.
Suena allá abajo el río
Salentinos entre los abedules y los chopos. El sol del alba acuna con
maternales dedos las cumbres sobre los Vildares y Las Fontaninas. El verde de
la montaña se está pintando de palidez y brillos amarillos mientras caminamos
superando las dos cancelas que impiden el paso de las vacas que pastan con
sosiego lánguido por estos arrulladores paisajes. El arroyo de las Chávanas
muestra la cárcava que en otras épocas del año forma su nombrada cascada; un
poco más allá nos detenemos, estamos en la Fuente de Las Chávanas y queremos
llenar las cantimploras.
La Fuente de
las Chávanas es un buen lugar para llenar las cantimploras; esta parte de
montaña seguramente tendrá agua más adelante y a más altura, pero sin fuente y
tal vez para compartir con las vacas y otros animales.
Continuamos acercándonos
hacia la cuenca final del valle del Arroyo de la Tejera o Salentino, que por
ambos nombres se le conoce indistintamente. Se ensancha ahora en las praderas
de La Braña de Salentinos donde cruzamos sobre el río en estos últimos años muy
bien canalizado para uso agrícola y para fortuna de quienes nos adentramos en
las entrañas de estas montañas. Un pequeño refugio, de una sola pieza con
cocina y literas de madera, aguarda silente ser ocupado alguna noche por
montañeros.
Interior del
refugio de La Braña de Salentinos.
Inmediatamente superado
el refugio, dejamos la senda más amplia en dirección hacia una cercana cabaña hasta
perderse en el fondo del valle. Es el camino del Catoute, por el que nosotros
regresaremos unas cuantas horas más tarde. Dejamos la amplia senda para subir
montaña arriba por un sendero más estrecho pero igualmente muy bien trazado. Es
el inicio de nuestra ascensión, lo notamos por el desnivel y porque el sol
acaricia nuestro cogote y nuestra frente con una intensidad demasiado
expresiva.
Disminuyen los pinos,
aumentan los acebos, el suelo se puebla de matorral bajo y de hierba
multiforme. Las vistas se hacen inmensas, los montañeros nos achicamos en esta
grandiosidad de paisaje; podríamos decir que somos un matojo más entre la
vegetación variada de estas montañas; en nuestro caminar podría parecer que son
las lomas las que pasan a nuestro lado mientras los montañeros permanecemos
inmóviles y admirados por esta solemnidad.
Los Griegos, La
Fatirona… van quedando atrás mientras buscamos con nuestro paso los Altos de la
Carranca…los abedules y los acebos pueblan la escarpada ladera de nuestra
izquierda monte arriba entre el murmullo del agua. Llegamos al Chozo de las
Murias.
El Chozo
de las Murias conserva una pequeña y derruida construcción en medio de una
pradera que parece de distinto paisaje al recorrido el resto de la jornada.
Continuaré el relato,
que para esta página puede ser excesivamente larga la descripción.
Javier Agra.
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