Ya estoy jubilado. A
veces tengo la tentación de pensar que mi futuro ya está en cada día que
amanece y en la inminencia de cada momento. El gran proyecto de la vida ya
pertenece a las generaciones más nuevas que han de construir sus proyectos
personales y de grupo. Pero pienso que, mientras respiramos el aire de este
mundo, participamos en su construcción y así también aportamos nuestro
proyecto, acaso más inmediato, acaso con la finitud de cada día.
Cabaña del Trasgu,
en Salentinos. Albergue que mantiene la construcción de piedra y pizarra. Un
lugar magnífico para alojarse varios días. Senén y Nati atienden este refugio
con cariñosa entraña.
Estas cosas se me
venían a la cabeza mientras nos acercábamos a Salentinos, reposado pueblo y
valle del Bierzo en León, inmóvil y siempre nuevo desde hace millones de años
cuando los glaciares construían estos paisajes de los que disfrutamos hoy. Es
muy nombrado el pico de Catoute, visitado por montañeros en tiempo de verano y
visitado igualmente cuando la nieve cubre sus crestas. Jose y yo, que somos más
de cielos abiertos en tiempos de sol y luz previa a las nevadas, hemos elegido
estos días de final del verano para llegar hasta estas tierras.
En los amplios y
silenciosos montes de Salentinos, exploramos acequias y naturaleza.
Además queremos subir
al Pico Valdiglesia que tiene unos metros más de altura. Eso será mañana.
Estamos alojados en la Cabaña del Trasgu regentada Senén y Nati, entrañable
matrimonio que atiende a quienes allí nos hospedamos con cuidado y esmero de
familia. La tarde la empleamos en visitar el monte, acompañados y guiados por
Senén. Allí vimos la antigua conducción de agua para producir electricidad y
alimentar regadíos; allí gozamos la soledad de los bosques de roble y abedul entretejidos
con matorral de piorno y brezo; allí aprendimos a mirar a través de las cámaras
las andanzas de los osos que abundan la zona a la sombras de altas cumbres y
ocultos a la curiosa mirada humana no exenta de torpeza y a veces mala
intención.
Los Picos Cernella
y Catoute vistos desde el Chozo de las Murias.
Salentinos mantiene sus
tejados de pizarra, sus casas de piedra y sus empedradas calles; Salentinos
enseña al montañero los corredores de madera, las huertas de antiquísimos métodos
de cultivo; Salentinos mantiene un poco de lo que fue su riqueza ganadera y apícola
y mantiene en todo su esplendor el silencio y la naturaleza de que gozamos
quienes nos acercamos en la actualidad por este antiquísimo valle glaciar que
recorre el río Salentinos o de La Tejera, breve río que se junta con el Valseco
antes de caminar serpenteando oteros, cimas y pastos hasta entregar sus aguas
al Sil.
Interior del
Trasgu. Un alojamiento desde el que se pueden hacer diferentes subidas a las
montañas, paseos llenos de sosiego, disfrutar el silencio…
Salentinos tiene
colores de otoño entre la breve luz de estos días. Salentinos conserva millones
de años de naturaleza en su silencio contemplativo alimentado por la raíz de
multiforme vegetación y animales invisibles para los ojos humanos porque saben
caminar con paso cadencioso ocultos a la curiosidad.
Entra la noche con la
mezcla del apagado sol y de las estrellas con sus brillos como notas iniciales
e alguna trompeta que inicia una sinfonía de misterio nocturno.
Javier Agra.
belleza
ResponderEliminarGracias por tu lectura. Compartimos sentimientos hacia la naturalza que sosiega y fortalezce.
ResponderEliminar