domingo, 4 de noviembre de 2018

POR TIERRAS DEL BIERZO: SALENTINOS


Ya estoy jubilado. A veces tengo la tentación de pensar que mi futuro ya está en cada día que amanece y en la inminencia de cada momento. El gran proyecto de la vida ya pertenece a las generaciones más nuevas que han de construir sus proyectos personales y de grupo. Pero pienso que, mientras respiramos el aire de este mundo, participamos en su construcción y así también aportamos nuestro proyecto, acaso más inmediato, acaso con la finitud de cada día.

Cabaña del Trasgu, en Salentinos. Albergue que mantiene la construcción de piedra y pizarra. Un lugar magnífico para alojarse varios días. Senén y Nati atienden este refugio con cariñosa entraña.

Estas cosas se me venían a la cabeza mientras nos acercábamos a Salentinos, reposado pueblo y valle del Bierzo en León, inmóvil y siempre nuevo desde hace millones de años cuando los glaciares construían estos paisajes de los que disfrutamos hoy. Es muy nombrado el pico de Catoute, visitado por montañeros en tiempo de verano y visitado igualmente cuando la nieve cubre sus crestas. Jose y yo, que somos más de cielos abiertos en tiempos de sol y luz previa a las nevadas, hemos elegido estos días de final del verano para llegar hasta estas tierras.

En los amplios y silenciosos montes de Salentinos, exploramos acequias y naturaleza.

Además queremos subir al Pico Valdiglesia que tiene unos metros más de altura. Eso será mañana. Estamos alojados en la Cabaña del Trasgu regentada Senén y Nati, entrañable matrimonio que atiende a quienes allí nos hospedamos con cuidado y esmero de familia. La tarde la empleamos en visitar el monte, acompañados y guiados por Senén. Allí vimos la antigua conducción de agua para producir electricidad y alimentar regadíos; allí gozamos la soledad de los bosques de roble y abedul entretejidos con matorral de piorno y brezo; allí aprendimos a mirar a través de las cámaras las andanzas de los osos que abundan la zona a la sombras de altas cumbres y ocultos a la curiosa mirada humana no exenta de torpeza y a veces mala intención.

Los Picos Cernella y Catoute vistos desde el Chozo de las Murias.

Salentinos mantiene sus tejados de pizarra, sus casas de piedra y sus empedradas calles; Salentinos enseña al montañero los corredores de madera, las huertas de antiquísimos métodos de cultivo; Salentinos mantiene un poco de lo que fue su riqueza ganadera y apícola y mantiene en todo su esplendor el silencio y la naturaleza de que gozamos quienes nos acercamos en la actualidad por este antiquísimo valle glaciar que recorre el río Salentinos o de La Tejera, breve río que se junta con el Valseco antes de caminar serpenteando oteros, cimas y pastos hasta entregar sus aguas al Sil.

Interior del Trasgu. Un alojamiento desde el que se pueden hacer diferentes subidas a las montañas, paseos llenos de sosiego, disfrutar el silencio…

Salentinos tiene colores de otoño entre la breve luz de estos días. Salentinos conserva millones de años de naturaleza en su silencio contemplativo alimentado por la raíz de multiforme vegetación y animales invisibles para los ojos humanos porque saben caminar con paso cadencioso ocultos a la curiosidad.

Entra la noche con la mezcla del apagado sol y de las estrellas con sus brillos como notas iniciales e alguna trompeta que inicia una sinfonía de misterio nocturno.

Javier Agra.

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