Me había quedado en mi
anterior descripción en el Chozo de las Murias, con sus paredes en ruinas y su
salguero en el centro de las campas. No me he quedado por aquellos parajes las
jornadas que han pasado desde aquella referida entrada en el BLOG hasta esta
descripción que hoy retomo; son las diversas coyunturas, circunstancias que
decía Ortega y Gasset que me acompañan; Unamuno añadiría que el “yo” mismo es
una circunstancia de esta ajetreada y agónica vida, a la que Valle-Inclán
describiría desde nuestra esperpéntica existencia… Cualquier día me sentaré a
conversar de nuevo con estas personas de la generación del noventa y ocho,
poetas filósofos, inconformistas luchadores, sensibles humanos.
Cumbre del
Valdiglesia. Bien merece Jose encabezar esta crónica pues pensó la ruta, diseñó
las jornadas y puso mucho empeño en su feliz término.
Desde las Campas de Las
Murias, sube un sendero muy visible en diagonal hacia la izquierda por el que se
llega a un amplio llano con lagunas estacionales ocupando diversas y pequeñas depresiones
que se conocen como Lagunas de Las Murias. En la subida, una viga atravesada
hace de muro de contención al agua de una fuente que así forma un pequeño
embalse bien pensado como abrevadero de aves y animales. ¡Cómo cuida la naturaleza
la vida de sus criaturas!
Estamos por el
sendero de la cima camino del Pico Chao.
Ante los montañeros
aparece una amplitud nueva, lomas y cumbres que ascienden como una espiral de
montañas. Se paran las agujas del tiempo, respiran los momentos álgidos de la
historia del mundo, canta el diminuto corazón las canciones inmensas de los
corazones todos.
Delante se eleva el
Collado de la Carranca. “Evitad subir hacia la izquierda, vuestra referencia
siempre hacia el Collado tendiendo a la derecha” fueron las palabras con que
Senén, el cuidador del Albergue, nos describió la ruta. El sendero se difumina
y aún desaparece. “Ese es el Collado” nos decimos. Entre la vegetación y las
graveras, con algún que otro trabajo llegamos a la senda cimera, dejamos atrás
el Collado de la Carranca. Las vistas ya dan hacia nuevos horizontes y otras
tierras, porque el viajar por la tierra ensancha los horizontes de la mente y
del espíritu, enseñas otras posibilidades, otras lenguas… Entre la alegría y el
sudor hacemos cumbre en el Pico Chao o Pico del Lago.
Cima del Pico Chao.
Un tenteenpie que ya es
hora de almorzar. Las paradas se multiplican durante esta marcha, los
montañeros queremos llegar y disfrutar de la marcha. Continuamos sendero
adelante hacia el Pico Braña La Pena. Ya hace un rato que superamos los dos mil
metros. Aún es necesario caminar un tiempo amplio entre vaguadas y ascensiones
hasta avistar el asombroso Pico Valdiglesia. La línea cimera alivia la dura
subida, llegamos a un amplio y contundente mojón de piedras que conviene fijar
en la mente para el momento del regreso que será por diferente camino.
Cerca del
Valdiglesia.
Cima del
Valdiglesia.
¡Cumbre del
Valdiglesia! En algún lugar he visto escrito Valdeiglesias con su buzón y su
placa, con su vértice geodésico y el saludo al montañero. Dicen que estos dos
mil ciento treinta y cinco metros es la mayor altura del Bierzo. ¡Aquí estamos!
Contemplamos El Cornón, la zona de Peña Orniz, las Ubiñas, la Sierra de
Villabandín, los cercanos picos Cernella y Catoute…
Diferentes
cadenas de montaña, al fondo la Cordillera Cantábrica hasta Peña Ubiña.
El gozo de la montaña
silencia los dolores de la vida, los felices saltos del alma se reúnen con el
canto de las aves, con las carreras de los animales, con el cielo y con la
tierra toda.
Iniciamos el regreso…
pero eso dará para otra entrada…
Javier Agra.
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