Camino por la montaña entre el sudor, la respiración y el silencio porque en esos amplios espacios le corresponde hablar a la naturaleza, los montañeros conversamos con la tierra entre el sosiego y el esfuerzo, entre la pausa y la lucha.
Bordeando Las Dos Hermanas
He aquí una instantánea de una de las diversas subidas a Peñalara, esta vez por la senda del Batallón Alpino. Atrás queda Peña Citores y su fuente, a nuestro lado Las Dos Hermanas sobre la Laguna de Peñalara, mis ojos están dirigidos hacia Peñalara la cumbre que es de Segovia y de Madrid, de cuantos suban a su cumbre y de la tierra entera. La montaña no sabe de exclusiones, solamente de risueños rostros humanos, de saltarinas cabras, de lagartijas escurridizas, de asombradas aves; el viento de Peñalara no tiene fronteras ni idiomas, silba igual para todas las personas y todos los seres de la tierra. Suena en la atmósfera la sinfonía número dos “Resurrección” de Mahler.
Siete Picos al fondo.
El primer movimiento es “alegro maestoso”. Las vistas en la montaña no tienen limitaciones más allá de las nubes mismas y las cumbres que hacen saltar el pensamiento hacia otras cumbres, que llevan el corazón del montañero hacia otros corazones de otras cumbres hasta abarcar toda la redondez de la tierra que no tiene unos puntos más privilegiados que otros; la montaña así nos cuenta que todas las personas somos iguales y de la misma carne que espera, anhela, prospera, se enamora, lucha, canta y tiene eternidad de espíritu y de vida.
El Huerto del Predicador.
Partiendo de Canto Cochino, en la Pedriza, dejamos atrás el Huerto de las Hoces para adentrarnos en el Huerto del Predicador. Venía escuchando en mi corazón la sinfonía número dos de Mahler, ahora ya saltó el segundo “andante moderato” de esta Sinfonía de la “Resurrección” de la tierra, de la vida, de la esperanza, de la eternidad… Estas enormes piedras de la Pedriza son un laberinto de sueños y caminos, de búsqueda de futuro y de duros pedernales a los que tenemos que enfrentarnos.
Cumbre de Cabeza
Arcón. Desde la cima contemplamos diversas montañas; sus nombres estás indicados.
Desde un aparcamiento cercano a Bustarviejo, frente a su campo de futbol salen diferentes sendas para recorrer diversas cumbres. Tras dejar atrás un cuidado parque de recreo, entre pinares y senderos, entre cortafuegos y gruesas rocas que hemos de sortear llegamos, con una cierta fatiga y el ánimo de la tierra que nos empuja en cada respiración, a la cumbre de Cabeza Arcón. Después bajaremos al collado para ascender la paralela cumbre del Cerro del Pendón.
El aire conversa con la multitud de pinos que nos acompañan con la lenta pisada de sus raíces, los charcos ocasionales ríen a las aves que mojan sus patas y llenan sus buches de agua, hasta las diferentes florecillas juegan al escondite con las mariposas, las abejas, la multiplicidad de insectos que van y vienen mientras se escucha el “scherzo” final de la sinfonía número dos “Resurrección” de Mahler. “¡Creed! ¡No habéis nacido en vano! / ¡Lo que amabas, lo que luchaste! / Resurrección, ¡sí resucita! Te levantarás / Lo que peleaste lo ganarás. / ¡A Dios te llevará!”.
Javier Agra.
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