A veces el titular puede encerrar extensión en demasía; tal cosa ocurre en este encabezamiento pues el Pirineo de Huesca es amplio como para no poder comprimirlo en un artículo. De modo que lo dejaré en “apuntes sobre algunos ibones del Pirineo de Huesca” cerca ya de saltar hacia las cumbres de Francia.
Amanece en brillos y laureles en el Refugio de Bachimaña cuando los montañeros, mochila y botas, salen para despedir estrellas y saludar madrugadas. Dejamos sin nombrar los embalses cercanos al Refugio pues son construcciones recientes y continuamos entre peñascos y alturas de impacto en el corazón.
Atravesamos el arroyo de anchurosas aguas y alguna que otra cascada de mayor o menor tamaño, acaso las botas se nos mojan y aún más se baña el espíritu de emociones y alegrías; así continuamos entre la reducida floresta de montaña y la amplitud de rocas hasta llegar a los Ibones Azules en una especie de pradera de seda verde. Unos metros más arriba llegaremos al Ibón Azul superior.
Caminamos hacia el Garmo Negro, abajo queda Panticosa y el río Calderés con la Cascada de Bozuelo y otras fantasías de agua y de sueños. Delante de notros juegan en pequeños vuelos las chovas pidiendo migas de pan, las cabras rumian hierbas y tiempo, alguna marmota lanza sus gritos al retumbante eco. Llegamos a los llanos de Arnales entre rocas y senderos retorcidos, con su escondido ibón.
Superamos la majada y el Valle de las Argualas donde es fácil encontrar otros montañeros que van y vienen en nuestro misma ruta o en otras que por aquí cruzan y llegamos sudorosos y entusiastas a la cima del Garmo Negro, brillante de fuego al amanecer, dorado de luz reflejada en esta hora del mediodía. Desde aquí la vista nos lleva a la lejanía, la fantasía hasta el infinito, la voluntad hasta lo eterno.
- - Mira, parece un pato lanzándose ladera abajo! Me dice Jose señalando una mancha de nieve que está más a la derecha de Pico del Infierno oriental.
- - Tal semeja, tienes razón. Convengo con él.
De esta suerte pasamos un buen rato sobre la cima, descubriendo nombres de picos más cercanos y más lejanos, poniendo nombre a la forma cambiante de las nubes que nos sobrevuelan, imaginando figuras de otras manchas de nieve que se mantienen entre los Ibones de Pondiellos y la ladera de los picos. La tarde comienza a encresparse entre el movimiento de las nubes, por eso decidimos regresar a terreno llano antes de que los Bulturnos nos traigan un griterío de brujas de las que no conocemos sus intenciones.
Javier Agra.
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