lunes, 14 de febrero de 2022

COLLADO DE CERROMALEJO


Corpulencia de pinos y aire de amanecer en las Dehesas de Cercedilla. A esa incierta hora que ya no pertenece a las estrellas y el sol aún no se ha definido entre las siluetas de la mañana, llegamos los montañeros al Hospital de La Fuenfría para aparcar el coche en una breve explanada y calzar las botas y la mochila.

Cercedilla ofrece a los montañeros y a los paseantes una ingente cantidad de sendas y veredas, casi vericuetos, llenos de fantasía luminosa e insospechado sosiego. Así pues, bordeamos el hospital de la Fuenfría y nos adentramos en la Vereda de la Piñuela a través de una portilla de hierro para alcanzar de inmediato el espacio conocido como Plaza de España donde la hierba verde de este otoño alimenta a las vacas durante el día, durante la noche a los ciervos.


Fuente de la Piñuela. Ya llevamos un rato de camino cuando asoma ante nosotros esta fuente que vierte su agua en una bañera estratégica para que las aves y los animales del monte puedan encontrar agua. La que sobra corre cual rebaño de cabras monte abajo hasta el vallecillo donde está la Peña de la Piñuela vertical al hospital.  

Cruza el ancestral Camino Viejo de Segovia. Los montañeros continúan ascendiendo por la reducida pendiente de la Vereda de la Piñuela entre la fronda intensa de los fornidos pinos. Además de la senda visiblemente trazada, ayuda en el camino la marca de círculos rojos plasmada cada cierto trecho en el tronco de un pino.

A nuestra derecha el sonido constante del arroyo que transcurre en la profundidad del Barranco del Infierno, es una sinfonía que bien hubiera podido aprovechar Rimski-Kórsacov para su Obertura de la Gran Pascua Rusa de melodía serena apenas rota por algún sonido de trompeta y la fortaleza de los violines que aquí son algunas ligeras cascadas seguramente temporales y el claqueteo del pájaro picapinos.

En la Pradera de En medio, apenas doscientos metros más arriba, nos sentamos entre los riscos de piedra para contemplar diferentes valles y lomas, diversidad de collados y sinuosos senderos con el asombro siempre nuevo del viejo espectáculo de Siete Picos que da paso a la Maliciosa y la Bola del Mundo, la Cuerda Larga y las montañas todas del mundo.

Los sigilosos sonidos del monte varían apenas entre las curvas de la subida en la Vereda de la Piñuela según su eco se pose en el verde apuntado a la vereda de los livianos arroyos, en los corpulentos y dispersos roquedales, en los troncos recios de añosa presencia. Los montañeros detienen sus pasos cada cierto tiempo, más para disfrutar el entorno que para retomar resuello.


La Vereda de la Piñuela se injerta en la Calle Alta a la altura de la Loma de la Cierva.

En la Loma de la Cierva lleguamos a la Calle Alta por donde pueden pasar bicicletas y aún vehículos de cuatro ruedas. Hacia la derecha podríamos muy bien seguir hasta la Senda del Infante y el Puerto de la Fuenfría, por nuestra izquierda continúa la bien trazada ruta en dirección al Collado del Rey y a buscar otras subidas hacia La Peñota.

Nosotros continuamos montaña arriba entre el ronco berreo de algún ciervo fuera de temporada, entre el estéreo constante de diferentes carboneros garrapinos a los que insistentemente busco con la mirada, incapaz de descubrirlos me conformo con el deleite de su sonoro reclamo, con el asombro de las altas ramas, con el azul inmenso mordido por alguna nube que retuerce figuras en el cielo.


Collado de Cerromalejo en dirección hacia la Peñota.

La senda bordea la montaña hasta que deposita nuestras pisadas en el verdor frondoso de una campa sesgada por una cerca de piedra que baja desde la Peña del Águila y asciende veloz hasta la Peñota. Cruzamos la portillera de hierro y bajamos muy pocos metros hasta el Collado de Cerromalejo donde se acumulan algunos montoncitos de nieve que son milagro y quietud del recuerdo de la última nevada.



Collado de Cerromalejo mirando hacia la Peña del Águila que se divisa lejana al fondo entre los dos pinos.

El descenso lo hacemos por una más pindia senda que nos lleva a encontrar la Calle Alta a la altura de la Fuente del Astillero. Allí compartimos la manzana y los buenos deseos, las vistas asombrosas y algún pensamiento. Pocas palabras llevan en la mochila estos montañeros que son más dados a la realidad y al sueño, al camino de la Sierra y a la quietud de los versos.


El descenso hasta la Fuente del Astillero es más pindio que nuestro camino de subida.

Regresamos por la Calle Alta hasta encontrar el descenso por la Senda de las Piñuelas. La montaña nos enseña que aunque recorramos de regreso el mismo camino por el que subimos, las vistas son diferentes, los sentimientos otros y otras las fatigas y las añoranzas y los vívidos recuerdos. Haced la prueba con algún lugar que os sea familiar, cerrad los ojos, miradlo de nuevo y descubriréis misterios antiguos, daguerrotipos de otros momentos, futuros deseados, misterios aún no descubiertos.

Javier Agra.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario