Atrás queda el Refugio, superamos también el antiguo refugio y la fuente mientras ascendemos entre tubos de piedra y magia hasta la Llampa Cimera con el cilindro emocionante del Porru Bolu de frente. Antes disfrutamos de campas y valles verdes, ahora entramos en terrenos de jous, argayos y zonas cársticas que hacen de Picos de Europa una amplia visión de fantasía y sueños sublimes. Difícilmente puede la imaginación fantasear sobre el Jou Santo o la caliza montaña arriba buscando las Crestas de los Argaos.
El Valle de la Gurbezosa se cierra al fondo con las cumbres de los Argaos. A la derecha en primer plano la fuente, al fondo el Porru Bolu. La piedra está engullendo al verdor de las praderas.
Atrás queda el Refugio de Vegarredonda… y los recuerdos quedan atrás, se van diluyendo en la neblina de los días, pero el alma los lleva impresos como una obra de arte en su museo más allá del tiempo, como un sueño prolongado en la eternidad de lo vivido, quedan atrás como el sudor del esfuerzo mientras permanece la conquista y el brillo eterno de los ojos que lo han visto.
Cerca del Collado de la Fragua.
La Cuesta de las Barrastrosas, la piedra blanquísima y brillante por el sol que refleja llamas de misteriosos soles que rebotan entre las lomas y las cumbres. Aquí se aposenta entre quietud una pequeña fuente y un pequeño prado que invitan a poner tienda y acampar, pero los montañeros continúan caminando a la vista ya de Torre de Santa María también conocida como Peña Santa de Enol, ligero descenso e inmediata subida hasta la boca del Jou de los Asturianos.
La subida a la Torre de Alba o delos Traviesos la hacemos por ese espacio que parece una loma creciendo hacia la cumbre. Por aquí podemos contemplar carst y jous de los que abundan en todo el trayecto.
Aquí entre la caliza y los recovecos de carst y jous inmensos recuerdo que la vida es lenta. He aprendido de los chopos que viven una vida entera cada año, al comenzar sus broten cuando apunta la primavera para terminar dormidos en invierno con la savia congelada, desnudos ya de hojas y de pájaros para retomar de nuevo en la siguiente primavera el camino de vivir una vida entera cada año. Y nosotros queremos ir de prisa por esta tierra de tecnología y asfalto, pero la brisa del tiempo tiene su ritmo lento como el camino que hacemos por la montaña.
Cima de la Torre de Alba o de Los Traviesos.
Estamos metidos en unas sucesivas zonas de carst entre belleza y misterio hasta la Canal Parda, base del pico que hoy estamos a punto de ascender, Los Traviesos o Pico de Alba. Subimos por su fondo, entre quiebros y admiraciones, entre sudores y sonrisas, entre espolones y piedra suelta… Pero la brisa de esta jornada nos ha sido favorable porque teníamos marcado el rumbo y precisada la cumbre y todos los vientos ayudan a quienes saben su destino.
Desde la cumbre las vistas son inmensas hacia todas las direcciones, el espíritu salta de cumbre en cumbre hasta igualar todos los corazones de la tierra. Más acá, sin llegar al infinito, contemplamos Peña Santa de Castilla sobre el Jou Santo.
Cada cumbre de Picos de Europa es un gigante de cuatro rostros que miran hacia los diferentes puntos cardinales; todos comienzan con crestas y montañas de piedra cercanas, con profundos jous que se hunden en la caliza bajo los pies del montañero; más crestas en lontananza que parecen aves de corral meciéndose en el viento, debajo se adivinan ríos y senderos, carreteras y poblaciones antes de perderse en el horizonte entre la brisa de otros tiempos y otros paisajes, de otras personas con sus preocupaciones y sus anhelos, de otras esperanzas y otros sueños. La montaña trae hasta el montañero la paz y los deseos de toda la tierra, la fortaleza y los latidos de todos los tiempos.
Javier Agra.
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