Iniciamos el descenso desde la Cumbre del Humión. Al fondo vemos el Pico Talos Somos, más allá hacia el oeste montañas de Palencia y multitud de montañas.
El regreso lo haremos por otro camino. Con frecuencia en la vida hemos de variar el rumbo porque cuando descubrimos senderos de luz y de libertad es necesario seguir la estrella de luz que nos guía. Poco más allá del vértice geodésico en forma de pirámide de hierro coronada por una cruz, descubrimos una cortada entre las piedras; es el inicio del sendero hasta el Pico Talos Somos hasta el que llegaremos por un camino arduo y seguramente lo más complicado de toda nuestra ruta. Nos guían unas placas de metal que cada cierto tiempo están colocadas a modo de hitos.
El sendero a veces transcurre por el mismo vértice estrecho con vistas a ambas vertientes, a veces nos indica saltos hacia abajo hacia arriba entre las rocas cortadas en láminas como hojas de libro. Así avanzamos por esta biblioteca de piedra y de siglos hasta llegar al Pico Talos Somos donde la vista se relaja entre el verdor y el sosiego mientras contemplamos las moles de roca que hemos dejado atrás.
El sendero ahora es pradera por la que descendemos pocos metros más abajo del collado hasta una roca doble con el nombre de “Cura y Ama”, ignoro cómo sea de oficial el citado nombre. A la vuelta de esta roca hay colocada una imagen de María dentro de una hornacina en la misma piedra, conocida como “Virgen del Pico Humión” con la siguiente inscripción:
“Esta advocación mariana nació en julio de 1986 en el seno de un grupo de seminaristas pertenecientes a la Congregación Hijos de la Sagrada Familia (Colegio Padre Manyanet, Alcobendas) siendo prefecto el Padre Antonio Pérez Cuadrado S.F. durante las convivencias de verano que se celebraban cada año en el Colegio Virgen de la Salud en Montejo de Cebas (Burgos).
Gracias a la inspiración de un joven seminarista, en la actualidad sacerdote, Antonio Cano Valleros y a la unión e ilusión en la fe de todos aquellos jóvenes. Monte Humión, 30 julio 2010”
Desde el Collado seguimos una senda, poco visible en su nacimiento, que arranca al pie mismo de una estaca de madera. Se va aclarando la senda entre fina piedra que es necesario pisar con prudencia en una pronunciada pendiente hasta introducirnos en un hayedo mágico de formas y colores entre la fantasía y la acuarela del sol que baila en las rocas que cierran el valle, en los troncos, en las ramas, en la multitud de hojas que mullen el suelo por el que continuamos pendiente abajo ora por sendero, ora por los caminos de la intuición.
Y entre las aves de grácil trino suena en mi corazón la Sinfonía Castellana (1923) del músico burgalés Antonio José (1902 – 1936) en sus cuatro movimientos con la sutileza permanente del campo en sus notas, con el sosiego de las sucesivas vivencias de esta jornada, mientras los montañeros descienden serenamente entre troncos y guitarra, entre fantasía y sonoridad de las hojas húmedas hasta encontrar la Fuente de Yédramo actualmente sin agua pues está succionada para un depósito que han construido a su lado, destinado a abastecer al pueblo de Cubilla de la Sierra.
No continuamos por sendero visible que discurre por fuera del bosque a nuestra izquierda, buscamos y encontramos otro marcado camino bosque abajo entre las hayas que muy pronto dan paso a un frondoso pinar. Nuestra marcha se va haciendo más lenta pues el sendero cruza una vaguada y comienza un ligero y permanente ascenso.
Nos acercamos al pueblo media hora después de haber dejado las hayas y los pinos, por entre prados y vacas, entre arroyos apenas perceptibles y envueltos en el silencio infinito que reina en estos Montes Obarenes donde destaca el Pico Humión que ya para siempre forma parte de la palpitación del corazón.
Javier Agra.
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