Desde el Valle
de Ordesa llegamos al Valle de Tena donde pasaremos otras jornadas montañeras.
Dormimos la noche en el Refugio Casa de Piedra a pie de coche, en la zona de
los Baños de Panticosa; estos baños están reformados con dudosa estética y
cuestionable función. Pero estos montañeros no entramos por esas veredas. De
modo que, aún temprano, salimos con destino al Refugio de los Ibones de
Bachimaña de construcción reciente.
El río Caldarés
es una corriente de sorpresas felices que nace en estas alturas que hoy
pasearemos y aporta sus aguas al Gállego, poco más abajo, en el embalse de
Búbal. El agua era una sinfonía desde el inicio de la Ascensión, dejamos los Miradores
del Rey y de la Reina; de inmediato nos paramos a escuchar la orquesta de la
Cascada del Pino donde nadan las sílfides en la madrugada.
Cascada del
Pino.
Pero el Caldarés
salta entre el roquedal y los pinos para que la subida no tenga un instante de
monotonía. Se abre la visión hacia el cielo y sus azules brillantes para
colocarnos entre senderos y miradores. El río se amplía ahora en la pequeña
pradera de Bozuelo, el dulce sonido de su cascada detiene nuevamente a los
montañeros que piensan que este pequeño río merece un mayor espacio en la
geografía y perfectamente puede ser una jornada de asueto entre refugios para
quienes quieran iniciarse en este asunto de pasear montañas.
Cascada de
Bozuelo.
Durante algunos
tramos, han colocado un cable al lado del sendero como ayuda de mérito para
quienes vamos montaña arriba. Con estos entretenimientos, se ensancha el
vallecillo en los laterales del río. La Cascada del Fraile es sosiego del agua,
y acaso se llame así porque su música es una oración trabajada entre la cantera
de la vida y el espíritu que baila en la antiquísima piedra tallada. La vida se
expande, el espíritu se agranda hasta tocar el cielo con una mano con la otra
amasamos la paz de la tierra.
Cascada del
Fraile un mes de agosto cuando disminuye el agua.
El desnivel
explota en la Cuesta del Fraile. Monte arriba, monte abajo grupos de montañeros
se cruzan, se saludan, se cuentan leyendas y prosiguen adelante sus sendas. Poco
menos de seiscientos metros desde el Refugio de la Casa de Piedra está el
Refugio de Bachimaña. Los montañeros pasarán aquí la noche, pero es temprano.
Dejan la mochila y continúan la marcha hacia los Ibones Azules. Estamos superando
el Ibón Inferior donde aún permanece el viejo Refugio que fue antes casa y almacén
de apoyo a estos ibones aprovechados para la energía eléctrica, después vendrá
el Ibón Superior de Bachimaña.
Ibón Superior
de Bachimaña con su isla donde las ovejas quedan aisladas entre su soledad y el
verdor dulce del agua.
Dudamos si
seguir camino hacia los Ibones de Bramatuero pero nos decidimos por los Ibones
Azules siguiendo el Caldarés hasta llegar a ver los Picos del Infierno. Tiempo
de fotografías, de respiraciones, de sueños en este final de mañana de azules
aguas y sosegados pensamientos. El río toma a su antojo el valle y canta con
cien mil voces de agua que suenan unidas en un solo corazón, los montañeros
piden permiso al agua para encontrar senderos secos; los dos montañeros saben
que las señales del PR van a la derecha del valle, pero ellos siguen por la
izquierda del cauce entre hitos de piedra e intuición acunada en el tiempo.
Picos del
Infierno y Pico de Piedrafita, desde el Ibón Azul Inferior.
Desde aquí las
vistas son una melodía de música sonora. Desde aquí el corazón se agranda hasta
más allá de todas las fronteras, donde la paz se llora, donde la libertad
apenas apunta una invisible raíz germinando semilla bajo la tierra. Desde aquí
aguardamos una tierra nueva.
Otra vista
desde el Ibón Azul inferior, con el Vignemale al fondo como una ola que
extiende horizontes sin límites, cumbre a cumbre y valle a valle entre las
palabras libres y los pensamientos hermanos.
Javier Agra.
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