martes, 19 de agosto de 2014

PIRINEO 2014: POR EL RÍO CALDARÉS ENTRE REFUGIOS.



Desde el Valle de Ordesa llegamos al Valle de Tena donde pasaremos otras jornadas montañeras. Dormimos la noche en el Refugio Casa de Piedra a pie de coche, en la zona de los Baños de Panticosa; estos baños están reformados con dudosa estética y cuestionable función. Pero estos montañeros no entramos por esas veredas. De modo que, aún temprano, salimos con destino al Refugio de los Ibones de Bachimaña de construcción reciente.

El río Caldarés es una corriente de sorpresas felices que nace en estas alturas que hoy pasearemos y aporta sus aguas al Gállego, poco más abajo, en el embalse de Búbal. El agua era una sinfonía desde el inicio de la Ascensión, dejamos los Miradores del Rey y de la Reina; de inmediato nos paramos a escuchar la orquesta de la Cascada del Pino donde nadan las sílfides en la madrugada.

Cascada del Pino.

Pero el Caldarés salta entre el roquedal y los pinos para que la subida no tenga un instante de monotonía. Se abre la visión hacia el cielo y sus azules brillantes para colocarnos entre senderos y miradores. El río se amplía ahora en la pequeña pradera de Bozuelo, el dulce sonido de su cascada detiene nuevamente a los montañeros que piensan que este pequeño río merece un mayor espacio en la geografía y perfectamente puede ser una jornada de asueto entre refugios para quienes quieran iniciarse en este asunto de pasear montañas.

Cascada de Bozuelo.

Durante algunos tramos, han colocado un cable al lado del sendero como ayuda de mérito para quienes vamos montaña arriba. Con estos entretenimientos, se ensancha el vallecillo en los laterales del río. La Cascada del Fraile es sosiego del agua, y acaso se llame así porque su música es una oración trabajada entre la cantera de la vida y el espíritu que baila en la antiquísima piedra tallada. La vida se expande, el espíritu se agranda hasta tocar el cielo con una mano con la otra amasamos la paz de la tierra.

Cascada del Fraile un mes de agosto cuando disminuye el agua.

El desnivel explota en la Cuesta del Fraile. Monte arriba, monte abajo grupos de montañeros se cruzan, se saludan, se cuentan leyendas y prosiguen adelante sus sendas. Poco menos de seiscientos metros desde el Refugio de la Casa de Piedra está el Refugio de Bachimaña. Los montañeros pasarán aquí la noche, pero es temprano. Dejan la mochila y continúan la marcha hacia los Ibones Azules. Estamos superando el Ibón Inferior donde aún permanece el viejo Refugio que fue antes casa y almacén de apoyo a estos ibones aprovechados para la energía eléctrica, después vendrá el Ibón Superior de Bachimaña.

Ibón Superior de Bachimaña con su isla donde las ovejas quedan aisladas entre su soledad y el verdor dulce del agua.

Dudamos si seguir camino hacia los Ibones de Bramatuero pero nos decidimos por los Ibones Azules siguiendo el Caldarés hasta llegar a ver los Picos del Infierno. Tiempo de fotografías, de respiraciones, de sueños en este final de mañana de azules aguas y sosegados pensamientos. El río toma a su antojo el valle y canta con cien mil voces de agua que suenan unidas en un solo corazón, los montañeros piden permiso al agua para encontrar senderos secos; los dos montañeros saben que las señales del PR van a la derecha del valle, pero ellos siguen por la izquierda del cauce entre hitos de piedra e intuición acunada en el tiempo.

Picos del Infierno y Pico de Piedrafita, desde el Ibón Azul Inferior.

Desde aquí las vistas son una melodía de música sonora. Desde aquí el corazón se agranda hasta más allá de todas las fronteras, donde la paz se llora, donde la libertad apenas apunta una invisible raíz germinando semilla bajo la tierra. Desde aquí aguardamos una tierra nueva.

Otra vista desde el Ibón Azul inferior, con el Vignemale al fondo como una ola que extiende horizontes sin límites, cumbre a cumbre y valle a valle entre las palabras libres y los pensamientos hermanos.

Javier Agra.  

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