Espíritu en
vuelo y pisadas certeras por diferentes rutas del Pirineo. Seguramente podremos
resaltar multitud de hermosuras y vivencias, yo quiero recordar algunos ibones a
los que siempre llamé lagunas hasta que ensanché el mundo, hasta que me hice
uno con la naturaleza. Ibones, pues, en el Pirineo. Cascadas o saltos del río o
breves juegos del agua que acarician piedras y valles entre las montañas.
Remanso
musical en las Gradas de Soaso.
Valle de Ordesa adelante, cuando los pinos y
las hayas tienden risueños cantos para acompasar el paso descansado de los
montañeros, el río Arazas añade aromas de agua que baila nombres y juegos. Más
arriba llegan y se juntan (¿o salen y se diversifican?) diferentes senderos para
ampliar la vista en el remansado Circo de Soaso. El mismo valle es melodía de
violines y solo de marmotas que confluyen en la caída solemne de la Cola de
Caballo donde los montañeros sueñan fantasías realizables de ascensión al
Perdido y subidas a otros picos que superan tres mil metros.
Cola de
Caballo.
Pequeño también,
el río Caldarés, entrega a los montañeros armonía de cascadas e ibones en una
interminable canción a la vida que los viajeros recuerdan para siempre en
pequeños daguerrotipos impresos en el corazón y en el papel. Las cascadas del
Pino y de Bozuelo… Más adelante, la Cascada del Fraile se desliza entre el
sosiego libre de la amplitud de la piedra bajo el pacífico sol de la mañana; en
su remanso beben las aves, las plantas, las cabras…
Cascada del
Fraile y Cuesta del Fraile por donde subiremos hasta el Refugio de Bachimaña.
Más arriba,
donde la montaña teje hilos de fatiga y de calma, continúan los misterios del
agua. Los Ibones Azules entregan al valle sus aguas en una notable cascada que
desparrama caminos entre flores y praderas. El corazón canta, los ojos se
asombran y callan.
Desde el
Ibón Inferior de Bachimaña observamos el Refugio de Bachimaña donde haremos
noche en el silencio de la montaña. Caminamos senderos y pensamientos en la
soleada mañana, para ascender a los Ibones Azules donde diferentes grupos de
montañeros detenemos la marcha, este lago remansa la vida y sosiega el agua.
Desde esta altura de la montaña observamos los Picos del Infiernos, Piedrafita,
Vignemale…y con los ojos cerrados llegamos más allá de todas las tierras y más allá
del mar.
Ibón Inferior
Azul.
Camino del Garmo
Negro, entre senderos nuevos, pinos viejos y antiquísimo pedregal, entregamos
el pensamiento a la tierra y al viento en las orillas silentes del Ibón de
Arnales donde las chovas beben sin miedo, donde las cabras rumian hierbas y
tiempos. Pasamos los montañeros por estos lugares, sin relojes ni miedos,
aspirando la profunda canción del silencio.
Ibón de
Arnales
Sobre la cumbre
del Garmo Negro, la montaña se hace sonrisa piadosa después de una jornada de
esfuerzo. A nuestros pies, allá al fondo entre la nieve y el sueño los Ibones de
Pondiellos quieren olvidar disputas sangrientas en muchos lugares y en todos
los tiempos. Más allá contemplamos más ibones en las cuencas de Bachimaña y
Bramatuero.
Desde el
Garmo Negro estamos viendo los Ibones de Pondiellos, los cercanos Picos del
Infierno con su inconfundible piedra blanca de mármol, más allá el Pico Balaitús
que une Francia y España. Las montañas, las nubes, el agua, la tierra, la
naturaleza que canta himnos de Paz.
Javier Agra.
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