Habíamos pasado la noche en
el cómodo y moderno Refugio Ibones de Bachimaña inaugurado en julio del dos mil
doce. Esta mañana madrugamos, como es común en las jornadas de montaña,
decididos a coronar los tres mil sesenta y seis metros del Garmo Negro. Es
frecuente también rodearse de buenas compañías y amistades nuevas, hoy se había
unido Francisco a nuestra lenta marcha.
En la puerta del
Refugio de Bachimaña.
Así pués, los montañeros
mañaneamos senderos. Agradecemos a los cuidadores del Refugio su buen trabajo
en la colocación de hitos por este sendero nuevo hacia el Garmo Negro. Es
conocida y muy comentada la subida a la cumbre comenzando desde el Refugio de
Piedra en Panticosa. Desde el lugar de nuestra pernocta el recorrido es nuevo
durante un largo trecho. Retrocedimos unos cuantos metros hacia la Cuesta del Fraile y enseguida encontramos la señal de desvío hacia nuestro objetivo,
un buen hito junto a un pequeño pino nos introdujo hacia media ladera y ese fue
nuestro rumbo, siempre con las altas peñas a nuestra derecha y la hermosura del
valle abierto hacia la izquierda. A dos mil trescientos metros de altitud, los
pinos carraspean sus últimos ejemplares entre la verde fronda de hierba,
abundan los pedregales. Los montañeros estamos en medio de un espectáculo
variable a cada paso.
El Refugio se va
quedando, asentado en el horizonte, entre los sueños de la montaña. Los
montañeros avanzan rumbos de cumbre.
Los montañeros avanzan subiendo
siempre peldaños de montaña en busca del Ibón de Arnales. La montaña tiene
peldaños que susurran palabras de aliento, la fatiga entra en los huesos y el apacible
hálito de la montaña hace volar al espíritu en medio de la viva naturaleza.
Paso a paso van los montañeros cargando de brisa entusiasta su mochila de los
días venideros. La pradera aumenta su verdor, se cierra al fondo con una inmensa
cortina de piedra, anuncio certero del Ibón en su hueco. Ahí espera, escondido
y austero, el Ibón de Arnales que nunca duerme para tomar la forma del sueño de
los montañeros
El Ibón de Arnales
guarda en sus aguas los deseos de los montañeros.
Seguimos el poco trazado y
bien señalado sendero hasta encontrar la ruta muy marcada del camino que
asciende desde el Refugio de la Casa de Piedra. No somos los únicos que vamos
por esta encontrada ruta. Allá arriba buscarán el Collado de Pondiellos los
montañeros que continúen hacia los Picos del Infierno, pero antes admiramos la
nieve acumulada en la Mallata Alta de Las Argualas, bien puede esta majada, que
hoy acaricia a los montañeros, acunar rebaños de ovejas y de cabras.
Mallata Alta de las
Argualas.
Las montañas tienen vida y
caminos, diferentes opciones de acariciar sus cimas. Diferentes grupos de
montañeros escogerán caminos diversos para el mismo objetivo. La Mallata Alta
de las Argualas tiene varias salidas, como se puede observar en la fotografía
de Jose (¡mira que ilustra bien nuestras rutas como gran maestro de montaña!);
todas las subidas hacia el Garmo Negro pasan por un inmenso pedregal y alguna
lengua de nieve que aconseja llevar crampones en todas las épocas del año.
Francisco, nuestro
compañero de ruta está ya en el Collado de las Argualas. Nosotros, fuera de
foco, aún estamos inmersos en uno de los neveros de la ruta de hoy.
Dice el diccionario que GARMO es un lugar accidentado,
enriscado y de difícil acceso. Los montañeros aceptamos sin ninguna duda esta
definición mientras subimos entre pisadas de duda y goterones sudorosos. Las
horas han pasado entre ligerísimas nubes de agradable sombra, ahora la cima del
Garmo Negro nos mira sin ojeriza pero con alguna otra prueba que superar. Se
esconde entre la oscuridad amenazante de tormenta, suena a ventolera en su
cumbre, nos manda resbaladiza mezcla de arenisca. Los montañeros nos acordamos
de aquella canción de Chicho Sánchez Ferlosio: gallo rojo, gallo negro; y,
mientras nos detenemos para un trago de agua, cantamos a nuestra cumbre: Garmo
Negro, Garmo Negro, Garmo Negro te lo advierto no se rinde un montañero más que
cuando lo echa el trueno.
El Garmo Negro amenaza con rayos y centellas.
Los montañeros hemos llegado a la cima. El Garmo Negro
sonríe dulzuras azules de abiertos cielos, nos muestra bandadas de chovas, nos
permite comer en su cumbre.
Jose, Francisco y Javier han llegado a la cima.
Los tres se abrazan, abrazan al Garmo Negro, abrazan a la naturaleza entera,
abrazan voluntades de Paz…
Javier Agra.
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