jueves, 9 de abril de 2020

DESDE LA BICICLETA: ANETO



Aneto, Posets y Perdido. Por este orden son las tres primeras cumbres de los Pirineos. De modo que hoy me levanto con entusiasmo y comienzo a pedalear sobre la bicicleta estática camino del Aneto. Comento que llegar al Refugio de la Renclusa es un paseo que llena de solaz, asombro, emoción, libertad…además de sudor y otros trabajos. Allí pase algunas jornadas en anteriores ocasiones, las noches se llenas de estrellas y susurros de los siglos, suenan los búhos en el silencio del bosque que cobija al refugio y a sus ocupantes. 

Desde la cima del Aneto miro hacia el Noroeste y me asombro con esos picos cuyo nombre aparece impreso, sé que son esas cumbres porque los nombres los ha puesto Jose y Jose acierta en las montañas siempre y con mucha frecuencia en la vida. 

Montaña arriba hasta el Portillón Superior los caminos se entremezclan en una maraña desentrañable de peñascales y riscos de dificultad intensa. Pero todo es posible, además va animando mi pedalear Antonin Dvorak (1878-1886) prolijo autor del que selecciono sus dieciséis Danzas Eslavas con la magnificencia sonora del piano, acompañado de una serenísima orquesta de percusión, cuerda y viento que hacen juego con el glaciar que antaño era ininterrumpido desde el Portillón Superior hasta el mismo Paso de Mahoma. Hoy está partido en dos grandes mitades con abundante piedra suelta entre ambos glaciares. Necesito crampones en cualquier momento del año, además yo prefiero realizar estas travesías con la luz de los dilatados días del verano.

Hace rato que desaparecieron los rododendros y casi la vegetación por completo. Apenas me acompaña el vuelo airoso de alguna Collalba gris mientras supero el Pico Coronas, el Collado del Medio. El Pirineo es amplísimo y diáfano más allá incluso de la vista, hasta donde alcanza el corazón más lejos del mar y de las llanuras, más lejos de los desiertos y las lejanas ciudades de impronunciable nombre, hasta el reino fantástico donde los corazones viven en armonía y gozo perpetuo. 

El Paso de Mahoma tiene su estrechura y una caída al vació de algunos cientos de metros, es la última prueba de esta lejana y preciosa montaña. Aquel día pude y hoy, desde mi bicicleta, también será posible porque el ánimo y el entusiasmo siguen haciendo que el aire y la nieve permanezcan en mi recuerdo para continuar siempre hacia el futuro.

En la fotografía estamos Jose y yo sobre la cumbre del Aneto. Sed felices y buscad LA PAZ, amables lectores. Os abrazo.

Javier Agra.

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