Aneto, Posets y
Perdido. Por este orden son las tres primeras cumbres de los Pirineos. De modo
que hoy me levanto con entusiasmo y comienzo a pedalear sobre la bicicleta
estática camino del Aneto. Comento que llegar al Refugio de la Renclusa es un paseo
que llena de solaz, asombro, emoción, libertad…además de sudor y otros
trabajos. Allí pase algunas jornadas en anteriores ocasiones, las noches se llenas
de estrellas y susurros de los siglos, suenan los búhos en el silencio del
bosque que cobija al refugio y a sus ocupantes.
Desde la cima del Aneto
miro hacia el Noroeste y me asombro con esos picos cuyo nombre aparece impreso,
sé que son esas cumbres porque los nombres los ha puesto Jose y Jose acierta en
las montañas siempre y con mucha frecuencia en la vida.
Montaña arriba hasta el
Portillón Superior los caminos se entremezclan en una maraña desentrañable de
peñascales y riscos de dificultad intensa. Pero todo es posible, además va animando
mi pedalear Antonin Dvorak (1878-1886) prolijo autor del que selecciono sus
dieciséis Danzas Eslavas con la magnificencia sonora del piano, acompañado de
una serenísima orquesta de percusión, cuerda y viento que hacen juego con el
glaciar que antaño era ininterrumpido desde el Portillón Superior hasta el
mismo Paso de Mahoma. Hoy está partido en dos grandes mitades con abundante
piedra suelta entre ambos glaciares. Necesito crampones en cualquier momento
del año, además yo prefiero realizar estas travesías con la luz de los
dilatados días del verano.
Hace rato que
desaparecieron los rododendros y casi la vegetación por completo. Apenas me
acompaña el vuelo airoso de alguna Collalba gris mientras supero el Pico
Coronas, el Collado del Medio. El Pirineo es amplísimo y diáfano más allá incluso
de la vista, hasta donde alcanza el corazón más lejos del mar y de las
llanuras, más lejos de los desiertos y las lejanas ciudades de impronunciable
nombre, hasta el reino fantástico donde los corazones viven en armonía y gozo
perpetuo.
El Paso de Mahoma tiene
su estrechura y una caída al vació de algunos cientos de metros, es la última
prueba de esta lejana y preciosa montaña. Aquel día pude y hoy, desde mi
bicicleta, también será posible porque el ánimo y el entusiasmo siguen haciendo
que el aire y la nieve permanezcan en mi recuerdo para continuar siempre hacia
el futuro.
En la fotografía
estamos Jose y yo sobre la cumbre del Aneto. Sed felices y buscad LA PAZ,
amables lectores. Os abrazo.
Javier Agra.
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