Cielo de intensidad
azul sobre Madrid. Pedaleo en mi bicicleta estática hacia el recuerdo vivido en
la nieve de Peñalacabra. Más allá de Las Gandullas y Prádena del Rincón, entre
deshabitadas sierras llego hasta el Puerto de La Puebla buscando el majestuoso
canchal de cuarcita; alejado ya de todas las poblaciones loma arriba continúo
entre praderas y algún escurridizo árbol.
Parece que este paisaje
estaba aquí hace muchos siglos y que dentro de mil años podría volver para encontrarlo
igualmente aislado y vigoroso con la energía de la naturaleza entera aquí
depositada. Me acompañan los serenos toques musicales de los conciertos
nocturnos de Claude Debussy, no quiero romper el hilo del tiempo y el sosiego
infinito de las generaciones que aquí han encontrado pasto para alimentar sus
animales en libertad absoluta.
El Collado de la Tiesa
extiende una inmensa sábana blanca amainada en su color por la nubosidad de la
montaña, el sendero me encamina lentamente hasta el espolón abrupto que
defiende la cima de Peñalacabra. Antes pasaré serenamente caminando por los
pinares y las lomas intermedias. Aquí es el lugar donde quiero hacer la
FOTOGRAFÍA para que se vea la llegada y la Cumbre, me acompaña Pipa quien fue
conmigo muchos años y ahora sigue a mi lado en cada marcha desde el recuerdo y
el corazón.
La cumbre tiene unas
vistas llenas de hermoso asombro y serenidad infinita. Desde la cima podemos
ver las cumbres de la Sierra de Ayllón: el Pico del Lobo, grandioso y amplio
con una llanura muy amplia antes de hacer cumbre; el Cerrón con toda la Loma del
Agua Fría a más de dos mil metros; el Pico Ocejón al que se puede acceder desde
diferentes lugares todos impactantes; el lejano Porrejón de intrincados
senderos más allá del Centenera…
Es fácil llegar hasta
su cima, por si os animáis a realizar este recorrido cuando sea posible;
mientras tanto sed felices y buscad la PAZ amables lectores. Os abrazo.
Javier Agra
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