Traemos a la
cima nuestro agónico triunfo, nuestra fatigada gloria. Quienes caminamos por
las montañas, sabemos que no damos por realizada la tarea montañera hasta que
no hemos vuelto al punto de partida. Así pues, diré que el descenso nos ocupó
el mismo tiempo que la subida, ambas lentas y en el tiempo estipulado por
diferentes grupos que habían estado en anteriores ocasiones.
Además de la Pirámide del Tubkal, la cima es un amplio espacio como esquema de
meseta, donde las aves sabiamente confiadas pasean y se acercan a los
montañeros esperando que les entreguemos un pistacho a algún peaje alimenticio. Al fondo la Aguja de Tadat, las cumbres del Tinhararin y Adrar Aguelcim.
Nosotros
regresamos con los tres presupuestos cumplidos: volvimos sanos, volvimos como amigos,
volvimos con la cumbre realizada. A menudo Jose y yo nos mirábamos asombrados
de haber pasado por esas empinadísimas cuestas, en la subida el aliento
constante de la meta borra las dificultades o las disimula al menos, mientras
bajamos tenemos presente los posibles resbalones, recordamos con perfección los
siguientes lugares por los que hemos de pasar pero no los vemos; el Tubkal
exige sosegada precaución en el descenso.
Biiginnussen, Aguja de Tadat y Tinhararin
Las montañas del
Atlas han forjado un amplio rincón de Marruecos escondido en el silencio y la
soledad, un entorno que se acerca al cielo con brillos de sol rojizo; una tierra
sin siglos, parece que el instante es siempre el mismo con las mismas
concienzudas cabras y hasta las mismas jaimas de los primeros pobladores cuando
ya cultivaban el Argán sin saber que siglos después sería, como es hoy, una
importante fuente de trabajo y de crecimiento. Hoy continúan las jaimas en la
zona del Refugio, como al principio de los años veinte del siglo pasado cuando
un pequeño grupo de montañeros franceses crearon el Club Alpino del Alto Atlas
de Marruecos y ascendieron al Tubkal en mil novecientos veintitrés como una importante
hazaña para la historia.
Ante el Refugio
del Tubkal recordamos a las aldeas bereberes, imazighen “los hombres libres”,
que se cuelgan en las laderas de las montañas, las cultivan, las aman.
Recordamos a grandes personajes, que comenzaron a nacer entre estas fabulosas
montañas, más cerca o más lejos de estos lugares, y han intervenido en la
historia de nuestra cultura. El dramaturgo poeta Publio Terencio “El Africano”,
el rey Massinissa quien fundó el reino de Numidia coincidiendo en el tiempo con
el también africano Septimio Severo emperador de Roma, San Agustín pensador
teólogo que nació ya más cerca del mar en algún valle de rojas tierras.
Pero hemos de
iniciar el descenso desde el Refugio hasta Aremd y después a Marrakech, mundos
que se encuentran tan cerca y a tantos siglos de distancia. En esta fotografía
están “nuestra mula” y Hassan que nos alimentó estos días con mucho mimo.
De la vuelta
hasta Aremd solamente diré que fue plácida desde el sendero y desde el
recuerdo. Y para quienes amen la sencillez, la paz, la armonía propongo un
paseo circular que puede incluir llegar al Refugio y volver, eso supone un día
bien empleado. También propongo otro bellísimo circuito entre Imlil y Aremd,
pasearán por parajes que parecen de otros fértiles lugares entre manzanos,
nogales, agua y verdor. El inicio tanto da en un pueblo como en otro, se van a
juntar en este sendero bajo el nogal de la fotografía.
Bajo este
nogal se juntan los senderos que vienen desde Imlil y desde Aremd, camino del
Refugio.
Nosotros comimos
en Aremd…recordaremos durante mucho tiempo la variedad de ensaladas y el té
caliente que quita la sed y la fatiga, al tiempo que reanima el espíritu. Nos
despedimos de Brahim, hasta Imlil nos acompañó Hassan. De nuevo ante nosotros
esta hermosa imagen del sosiego y del trabajo del valle que será, ya para
siempre, cordón umbilical con la montaña del Tubkal.
Desde Aremd, contemplamos los nogales que llegan hasta el pueblo de Imlil y, más allá, el valle por el que iremos a Marrakech atravesando Asni y Tahanout.
Javier Agra.
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