Sosiego.
Había caminado tantas horas que casi no recordaba de dónde había partido hacía ya muchas jornadas; venía por los caminos buscando la flor de la calma, la piedra de la serenidad, el lugar de las flores de colores que llenan el alma de entusiasmado sosiego.
Junto a la fuente estaba el alcornoque que es como una sinfonía para ser escuchada por los robles y las encinas, árbol acaso de menor nombre que los grandes vegetales. El alcornoque se acopla junto a mi fuente en silencio y quietud, para entregar sombra a mi cansado caminar después de muchos días de búsqueda y misterio.
Entre sus hojas siempre apuntando al misterio de la vida encuentro esta tarde el sosiego después del camino incesante de los días de mi búsqueda. Bajo sus ramas me acodo y despejo la fatiga entre el reposo y el sueño, sosiego mi corazón, mis entrañas y mi alma. Dentro de un momento podré continuar la marcha incesante del tiempo hasta la cumbre de mis días que es el sol sin ocaso, la luz sin término.
Alcornoque. Uno de los “árboles singulares” catalogado como tal por la Comunidad de Madrid, en el monte del Pardo.
Javier Agra
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