lunes, 5 de abril de 2021

BARRANCO DE LA CABEZA


Nuestra vida camina por senderos diversos que conducen al mismo fin que es la luz de la eterna pervivencia… nuestras vidas son los ríos / que van a dar a la mar / que es el morir… Decía Jorge Manrique en la tercera estrofa de su muy conocido, e incluso leído, poema “Coplas a la muerte de su padre”.

También la montaña permite que abracemos su cumbre después de haber salido de lugares diferentes. Otras rutas había seguido en anteriores ascensos al cómodo Barranco de la Cabeza; en esta ocasión salimos desde San Lorenzo de El Escorial, en el aparcamiento junto al Euroforum, también conocido como de Felipe II.

Caminamos hacia la presa y en breves momentos encontramos una escalerilla de piedra que nos sitúa en un desconchado sendero y sube entre piedras y descuidada vegetación para encontrar la amplia senda que continúa hacia el Abantos. Cuando se ha recorrido el camino varias veces, paree que puedes saludar a cada retama y cada piedra como si fuerais conocidos de toda la existencia; en verdad, la naturaleza es tan agradable y entusiasta que siempre se puede saludar y conversar con los árboles, las plantas y aún las lagartijas que se cruzan en el camino, siempre sonríen y contestan al saludo.


Fuente de Santiago Arroyo. Hoy ha entregado su agua para la vida de su alrededor.

Apenas llevamos caminando una cincuentena de metros por esta conocida ruta cuando tenemos que subir hacia la izquierda por la Senda del Tesoro, también amplia aunque más montañera pues de inmediato se muda en suelo de pedregal ascendente. Comienza la civilización a quedar bajo nuestros pies, escuchamos con claridad a las aves, la vegetación se ha hecho pinar frondoso… La senda se retuerce hacia la izquierda como si quisiera regresar sobre sí misma al punto de partida…entonces los montañeros optan por continuar el ramal más directo hacia la derecha buscando la fuente de Santiago Arroyo.

La fuente de Santiago Arroyo está unos pasos más adelante, pero no tiene agua en su caño; la fuente de Santiago Arroyo ha entregado su agua a los árboles y al ribazo de pradera que está a su lado, el agua juega y riega la naturaleza, el agua se expansiona después por el camino de tierra y piedras y se asoma hasta un cercano abrevadero. La fuente de Santiago Arroyo ha entregado el agua para la vida de su alrededor.


Estamos en el Mirador de los alerces. Esos árboles de un color más pálido son los alerces. La cumbre de enfrente el monte Abantos y fuera de plano, a la derecha se extienden llanuras, oteros, embalses, la tierra toda…

Continuamos. Me han contado que antes de construir la fuente, este regato se conocía con el nombre de Arroyo de Santiago, ¿quién fue Santiago Arroyo? Supongo que no se lo dedicarán al congresista colombiano del siglo diecinueve… mis dudas quedan aparcadas para otra ocasión pues comienza la zona de los alerces. Aquí cerca está el Mirador de los Alerces, por tanto. Una parada. Desde el citado Mirador, la tierra es una gigantesca esperanza de luz y prosperidad, mirando el mundo desde este sosiego entre el silencio, la brisa acurrucada entre los árboles, la suavísima ternura de las aves, todo es una torrentera de ilusión.

Como si hubiera estado esperando la reanudación de nuestra marcha, ahora comienza su incesante picoteo el pájaro pico carpintero (dendrocopos maior) mientras caminamos identificando alerces, abedules y otras especies menos abundantes en nuestras diferentes excursiones. El pica pinos es un tambor que a lo largo de los siglos ha guiado machaconamente el ritmo del trabajo humano. ¡Toc, toc, toc..! suena con cadencia monótona a través del tiempo, nuestra marcha se acompasa hoy como antaño se acompasaba el arado en los sembrados o el golpe rudo de la maza en las aristas de las rocas.


Estamos en una mal asfaltada carretera. Allá abajo, el embalse de Tobar, entre esas colinas se encuentra el Valle de Pinares Llanos, al fondo la Sierra de Ojos Albos…

Pasamos sobre la fuente del Trampalón, algo apartada del sendero. El sendero nos deposita en una explanada verde desde la que llegamos al Puerto de Malagón. Desde aquí también se puede seguir camino hacia el Monte Abantos. Nuestro camino hacia La Cabeza del Barranco, requiere superar una portilla y continuar el mal asfaltado camino hacia la izquierda. Estamos en tierras de Ávila, allá abajo está el embalse del Tobar, más allá el Valle de Pinares Llanos, las aspas de los molinos de la Sierra de Ojos Albos y la tierra ensanchada como un corazón sin límites capaz de abrazar a la humanidad entera.

Acaso dos kilómetros caminamos por la maltrecha carretera hasta terminar la alambrada de nuestra izquierda en el punto más bajo de una suave vaguada, desde aquí sale un sendero en dirección a la cumbre que ya habíamos visto hace algún tiempo. Entre pinares y suelo pedregoso ascendemos los últimos metros hasta alcanzar la Cabeza del Barranco. ¿Será para diferenciar las dos provincias que aquí se juntan, Madrid y Ávila? ¿Será un símbolo de los corazones heridos incapaces de perdonar?... ¿Qué hace esta alambrada en medio de los pinos y las retamas?


Cumbre de la Cabeza del Barranco.

Nos acercamos unos pasos para contemplar, bajo el barranco, El Escorial. Más allá las Machotas, el cerro San Benito, el embalse de Valmayor. Ninguna alambrada podrá encerrar la respiración libre de los corazones humanos, la ensoñación fraternal del pensamiento.


En la cima de la Cabeza del Barranco con vistas hacia el Monasterio.

Regresamos por el mismo camino hasta el Puerto de Malagón, ahora hervidero de peatones y ciclistas; continuamos por otra senda paralela a la que habíamos subido, hasta encontrar el entronque con el camino que nos acompañará hasta el aparcamiento donde sestea el coche, muchos metros más abajo, cerca ya de la fuente de Santiago Arroyo.

Javier Agra    

 

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