miércoles, 21 de abril de 2021

PERDIGUERA

Pasado Miraflores de la Sierra, continuamos hacia el Puerto de Canencia apenas unos kilómetros, antes del cartel que indica la entrada al término de Bustarviejo nos desviamos hacia la izquierda por la calle de Entrevalles y aparcamos al final cuando va a iniciar la curva monte arriba.


Gallarotos. Esta rebolla está pelada de hojas y cubierta de gallarotos que surtían de juegos mis años infantiles.

El dorado amanecer pone timbres de luz y pájaros en el pinar por el que caminamos en empinada ascensión. Una pared de piedra y un cercado, indican que antaño estos ligares fueron terrenos de pasto de animales hoy en el recuerdo y en el viento que surca nuestro paso. Terminan los pinos y crecen las jaras cuando el camino hace una curva hacia la izquierda y pronuncia su desnivel.

La vista se expande hacia la altura verde de pradera y azul celeste; ahora camino con mi infancia de compañera y descubro un roble que en Acisa llamábamos rebolla por su pequeñez, está lleno de gallarotos, bullacas o agallas según se nombra en diferentes lugares; de ellos nos surtíamos siendo niños en los juegos. La vista se dilata hacia los llanos sembrados de embalses y poblaciones.


Sobre las peñas del Pico de la Pala.

Trescientos metros más arriba nos subimos a las peñas del Pico de la Pala, pienso en la misma vida que es obra continuada hasta construir el edificio de la libertad, la labranza de la igualdad, la carretera de la fraternidad. Desde aquí continúa la marcha por una dilatada llanura con tres sucesivas subidas y bajaras de poca entidad pero suficientes para amenizar la marcha en esta especie de cuerda más corta que la Cuerda Larga que tenemos a la vista.

Dos buitres nos acompañan en este momento y estarán con nosotros durante toda la jornada, les dejaremos unos trozos de pan del bocadillo, poca cosa para su inmensidad. Un grupo bullicioso de chovas piquirrojas van y vienen en incesante coreografía de vuelos y sombras, de alturas y espacios.


Estamos en la Cuenca de la Vaqueriza. Nos detenemos para respirar y hacer alguna fotografía. Esa ranura que sube hasta la cumbre de la Najarra es la Senda Santé, continúa con el Arroyo de la Vejiga o Arroyo del Corral de los Puercos hasta la cima. Más allá la Cuerda Larga hasta las cumbres de Hierro Mayor

El Arroyo de la Vejiga talla una senda de nieve en mitad de la Najarra que quiere caminar cerca de nuestra marcha al otro lado del valle cubierto por los cabellos marrones de los pelados robles que hoy parecen una venerable cabeza  de la Sierra madrileña.


Desde la cumbre del Pico Perdiguera. Al fondo Peñalara y Dos Hermanas.

Llegamos a la falda misma del Pico Perdiguera, el sendero está marcado de modo que no es necesario pensar la ruta, es suficiente con seguir el camino desde la elección y la conciencia; todos los caminos que seguimos en la vida han de ser elegidos desde la libertad y la conciencia, desde el esfuerzo y la solidaridad; también en la montaña necesitamos la solidaridad y así nadie camina solitario, nadie llega antes que el grupo completo, nadie queda atrás abandonado. También en la montaña como en la vida, cuando parece que las dificultades esgañan haciendo imposible la marcha, aparece un hilo de agua, una fuentecilla de frescor, un diminuto manantial que refresca y empuja hacia la cumbre.


Nos hemos sentado, después de abrazar el vértice geodésico, para compartir las viandas.

La cima del Perdiguera es una amplia explanada afeada por un par de antenas, embellecida por la grandiosidad de las vistas entre el Najarra y Hierro Mayor, Peñalara, la cuerda del Puerto de Navafría, el Mondalindo, la Sierra de la Cabrera y aquí cerca el Pendón y Cabeza Arcón. Y embalses. Y valles. Y pueblos. Y sueños. Y esperanzas. Y deseos. Y corazones llenos de entusiasmo. Y sosiego. Y…

Javier Agra

 

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