La Pedriza está llena de ensueño y lugares recónditos donde palpita el corazón de la roca y de los siglos.
Aparcado el coche en Canto Cochino, llegamos hasta el puente de madera que cruza el río Manzanares para poner el altímetro en su punto adecuado. El camino conocido como “autopista de la Pedriza” conversa con las arizónicas y con las raíces que cosen el camino a la sabiduría de tiempos remotos. Atrás queda la piedra que semeja un noray y la senda que sube hasta el Chozo Kindelán, la poza del mismo nombre y en la altura Peña Sirio y la Cueva de la Mora.
Enseguida cruzamos el Arroyo de la Majadilla que nos veía acompañando desde los primeros pasos entre suaves carcajadas al roce de las piedras y los sauces de la orilla; lo cruzamos por un puente de madera y nos adentramos en el coqueto Prado Peluca, donde es frecuente saludar a los burros que sirven al refugio que aparece ya ante nuestra vista, para buscar una senda, bien visible, a media altura. Los montañeros ascendemos con querencia de mirar hacia el Refugio Giner, de entre la multitud de senderos que suben esta pequeña cuesta, para visitar la Fuente de Pedro Acuña.
Sendero adelante llegamos al Tombo, roca muy visible desde la distancia, que sirve para orientarnos en caso de despiste pues son varias las trazas y senderos que por aquí buscan diferentes ascensiones hacia la Portilla del Predicador u otros lugares de la Umbría de Calderón donde identificamos El Centinela, La Mujer y el Hato...
El Arroyo de la Dehesilla nos acompaña en esta subida larga y serena, parece que el Canto Berrueco, Los Fantasmas y las últimas cumbres de la Umbría de Calderón vienen a nuestro encuentro, pero somos los montañeros los que nos acercamos al Collado de la Dehesilla de explayada pradera con caminos hacia diferentes rutas.
El Collado de la Dehesilla está cruzado por el larguísimo PR M-1 que recorre toda la Pedriza. Cerca el Mogote de la Dehesilla, en lo alto la piedra caballera de Mataelvicial sobre el que vuela una familia de águilas y se escuchan diferentes cantos de aves, allá abajo se pierde el impresionante valle de Coberteros por donde corretean unas cabras jóvenes mientras las cabras adultas comen o retozan sobre la mullida pradera y el macho vigila imponente el conjunto de la sierra.
Los montañeros continuamos le marcha buscando el collado de las Cuatro Damas y la Cara. Son muchos los senderos que siembran de duda a los montañeros, enseguida descubrimos uno de los caminos más bajos que aparece entre hitos y pedregales, entre árboles aislados y roquedales. La marcha tiene sus dificultades, sus lugares de búsqueda y escondites, su intrincado seguimiento, la marcha se endurece... los montañeros son valientes (serían igual de valientes si hubieran cesado en el empeño y decidieran regresar)... la montaña necesita ser respetada y cada montañero conoce sus posibilidades y sus limitaciones...
Continuará...
Javier Agra
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