He recorrido treinta
kilómetros sobre la bicicleta al ritmo de Scherezade del ruso
Rimski-Korsakov. Acrecentaba o disminuía
el ritmo de mis pedaladas al compás del violín, del arpa, de la orquesta entera
mientras transitaba por los montes de la Sierra de Madrid entre el vuelo de los
altivos buitres y el canto de gloria del carbonero garrapinos.
Los arroyos están ahora
musitando agua y verdor en el anuncio de la primavera. Sin ningún contratiempo
y sin salir de una habitación donde compartimos tiempo con la bicicleta
estática he llegado hasta el nacimiento del Río Moros entre pinares y senderos
de sencillo tránsito.
El sol anuncia
primavera esta jornada de canciones y murmullos. Las cumbres sonríen desde la
lentitud de los siglos para acompañar los sueños de mis pisadas. El río Moros
suena sosiego y veredas infinitas por el mundo con la canción de su agua y su
manto vegetal en los valles hasta su desembocadura en el Eresma, más allá el
mar y la inmensidad de la tierra toda.
La fotografía que
acompaña es una vista de las dos cumbres principales de la Mujer Muerta: La
Pinareja a la derecha, El Oso a la izquierda vistas desde el camino que lleva
al nacimiento del Río Moros.
Sed felices y buscad la
PAZ amables lectores. Os abrazo.
Javier Agra.
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