Pasear por la Sierra de
Madrid produce una sensación de bienestar que perdura en el recuerdo y se asoma
a la memoria repetidas veces. Por eso hoy puedo regresar a La Laguna de los
Pájaros con la frescura de aquella mañana de primavera en que dejamos el coche
aparcado en Cotos para caminar el sendero que sube hacia Peñalara, entre pinos
y curvas del camino.
Nos hemos desviado
por los caminos del valle. Las dos cumbres son a la izquierda Dos Hermanas, la
derecha Peñalara.
El hada de la luna
había dejado su sitio al cantar del sol en brillos de piedra y vegetales cuando
llegamos al Cerro del Cuco y tomamos un sendero que se desvía hacia el valle de
agua y verdor antes aún de acercarnos a Dos Hermanas; sobre nosotros se refleja
el sol en el Refugio Zabala y más arriba despunta la cumbre de Peñalara entre
nieve dibujada.
Es la hora de la
canción de los grillos y del croar de las ranas. Dejamos a nuestra espalda la Laguna
Chica aún con agua de la nevada, la Laguna Grande de Peñalara es un cuenco
donde beben agua las estrellas y los duendes en sus juegos antes del alba. Sobre
un puente de madera cruzamos el Arroyo Peñalara, muy pronto se desvía una senda
semioculta pero aún clara en dirección a la bellísima Hoya de Pepe Hernando,
donde otras veces hemos descansado.
Los montañeros
llegan a la Hoya de Pepe Hernando. Un suspiro de recuerdo y continuamos.
Un suspiro de recuerdo
y continuamos en busca del perdido sendero que escala cumbres por la derecha de
la Hoya. Los pinos son robustos y de copa baja, han sufrido los embates del
invierno y las heladas. Retamas y puntas de espino joven quieren cerrarnos la
marcha, pero los montañeros somos más cabezones que las zarzas. Por la loma es
el camino más seguro en estos dudosos lugares.
Por encima de la Hoya de Pepe Hernando, un
riachuelo que viene de la nieve nos da paso a las praderas del camino de Cinco
Lagunas.
Descubrimos el camino, a veces estrecho y en ocasiones oculto.
Siempre se encuentra salida cuando la marcha es sincera y decidida. Bordeamos
por la derecha de las praderas de Cinco Lagunas donde se ensancha el verdor y
la piedra se agiganta, la nieve sigue en el aire, silente y pálida. Las ranas
cantan un dúo con la chova piquigualda mientras los montañeros avanzan.
Hemos llegado a la
Laguna de Los Pájaros. En lo alto, el Risco de los Claveles; detrás escondida e
invisible la cumbre de Peñalara.
La Laguna de los
Pájaros enseña sonriendo, con murmullos de suave aire, sus transparentes rizos
de agua. ¡Aquí se guarda silencio, montañeros! ¡Aquí se sobrecoge el recuerdo y
se engrandece el alma! Alrededor pisadas de cabras en la pradera y en nieve
cercana. En la mochila un bocadillo y una manzana para masticar en sosiego y
respirando calma.
Regresamos con serenidad
renovada, por las llanuras de Peñalara entre lagunas y arroyos, entre ascensiones suaves
y suaves bajadas hasta el Mirador de Javier con su fuerte descenso que nos sitúa
de nuevo en el Arroyo de Peñalara y el transitado
camino de la Laguna de Peñalara. De nuevo en Cotos, al coche y para casa.
Javier Agra
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