La amplia planicie de
Mondalindo, como otras cien mil cumbres, muestra diferentes maneras de acceder.
Como la vida que plantea diversidad de veredas frecuentadas por distintas
personas para llegar al mismo objetivo final, acaso porque existen posibilidades
diversas, pensamientos diferentes, opiniones divergentes para comenzar caminos
y para recorrer senderos que terminan confluyendo en la radical igualdad de
todas las personas, en el mismo palpitar.
Esta mañana de viento
invernal llegamos a Bustarviejo para recorrer senderos que en su inicio eran
nuevos para mí. Según parece “Bustar” deviene del latín bos-stare, dehesa o pastizal de bueyes. Mientras que “viejo” nos hace
pensar en un tiempo ya antiguo, tal vez el origen sea alguna cabaña primitiva
de los pastores que pasaban noches al cuidado de sus rumiantes.
En la
soledad del campo de futbol aparcamos el coche, era el kilómetro doce; lo
recuerdo porque la fatiga del regreso la mitigó Jose animando mi caminar
diciendo que ya solamente nos quedaba un kilómetro. Bordeamos un intenso pinar de
la Ladera de Juan Blasco hasta adentrarnos en las cercanías del Arroyo del
Valle, en el Camino de la Mina de Plata Indiana.
Abajo queda la Torre de la Mina de Plata del Indiano.
El
sendero monta en la grupa de una ladera ascendente y pedregosa; los montañeros
acompasamos el caminar al canto suave del acentor y al constante acecho de la
chova de oculto vuelo entre las rocas, el Arroyo del Valle queda a nuestra
izquierda cubierto de retamas y paleros, apunta el vedegambre y la genciana
entre las sombras luminosas de esta hora matinal cuando llegamos a las ruinas
de la Mina de Plata del Indiano.
El
sendero endurece su exigencia en dirección al cercano Collado Abierto también
llamado Hernán García. Un agreste ventarrón se ha acomodado en este
paso, como si hiciera siglos que no permitiera asentarse otra vegetación que la
hierba y alguna retama arrastrada para pasar desapercibida. El mundo es inmenso
desde esta altura; Cabeza la Braña es un retablo entre nosotros y el cielo, en
todas las demás direcciones la tierra es infinita más allá de poblaciones, de
embalses, de lejanos molinos…
Al fondo, Cabeza la Braña
es un retablo entre nosotros y el cielo.
La Loma de la Albardilla con su
puñado de peñas, escultura de la naturaleza, hace que cambiemos de lomas y de caída
de aguas y lleguemos a la Majada de Los Arrieros con inmensa amplitud hasta
depositarnos en la falda del Mondalindo… el viento a estas alturas se muestra
agresivo y buscamos senderos nuevos para bajar al pueblo.
Restos de corrales son testimonio derruido de antiguas cabañas de prosperidad
ganadera.
Entre
amables matorrales cruzamos la Ladera Bustar, la Ladera del Cortijo para bajar
siguiendo las aguas del Arroyo de las Ferminas. Restos de corrales dan cuenta
de antiguas cabañas de ganadería prósperas antaño y ya derrumbadas por el peso
de los años. Comienzan a brotar las campanillas y las anémonas al borde del
arroyo. Un sendero visible unas veces, fantaseado en ocasiones nos acerca hasta
una pared de piedras, la vegetación de pradera y zarzas da paso a rebollas y
fresnos.
Bajamos
por un sendero cercano al Arroyo de las Ferminas.
Estamos
ya en una amplia senda a la vista de Bustarviejo, nos permite caminar con
sosiego un largo tramo hasta adentrarnos en las calles del pueblo. Otra vez la
carretera para hacer el último kilómetro hasta encontrar el aparcamiento del
coche en este paseo circular de senderos claros y abiertos.
Javier
Agra.
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