Los montañeros habían
empleado varios minutos en la búsqueda de la Calavera, entonces comprendieron
que estaban demasiado altos y regresaron sobre sus pasos.
Aquí estamos, mi
Calavera y yo entre meditaciones y sonrisas.
¡Ay, los innumerables
nombres de la Pedriza! Hoy tenemos intención de investigar un paso entre el
Pájaro y el Platillo Volante, pero antes queremos encontrar la Calavera.
Ponemos el altímetro a mil veinte metros cuando estamos cruzando el puente
sobre el Manzanares en Canto Cochino. A veces el altímetro es una ayuda muy
precisa y Jose sabe que la Calavera está a mil trescientos metros.
La autopista de la
Pedriza despierta entre el bostezo y la madrugada al tenue sonido de nuestro
pasar; por aquí la senda que lleva al Chozo Kindelan; más tarde llegamos al
puente de madera que se adentra hacia las campas bajo el Refugio Giner; ahora, entre
las arizónicas viene una cuestona pedregosa que vadeamos por el sendero más
limpio de la izquierda; el sendero continúa mezclando un sembrado de piedras y
raíces corpulentas como si quisieran formar un laberinto.
Jose reposa junto
a La Calavera; yo estoy fuera de foco, sentado en los troncos de enfrente.
Justamente antes de la
revuelta donde se encuentra el vivac, baja un visible sendero para cruzar el
arroyo de los Poyos y volver a ganar altura de inmediato. Ya estamos muy cerca
de la Calavera. En este amasijo de troncos caídos, envuelta en un doble camino,
encontramos la roca con forma de calavera. Para que no os suceda lo que me
ocurrió a mí, advierto que no es necesario desviarse ni un milímetro del camino
para encontrarla y añado que no superéis los mil trescientos metros o tendréis
que regresar como hice yo para disfrutar de esa curiosa visión de la roca
Calavera.
Entre sombras, a la
entrada de uno de los tres túneles de la jornada.
Continuamos la marcha
sendero adelante o lo que parecía ser sendero, con frecuencia la interpretación
de los montañeros es la que guía el siguiente tramo. Entre robles y grandes
rocas entramos por diferentes túneles de entretenido paso. En la Pedriza no se
pueden llamar cuevas a estas oquedades que más de una vez hemos de superar para
continuar la marcha hacia el objetivo.
A un lado El
Pájaro, el Platillo Volante al otro lado y ante nosotros el tercero y último
túnel antes de atacar la última canal con que conquistaremos el paso propuesto
para hoy.
A veces las piernas se
nos quedan cortas para tan ingentes pasos, pero los montañeros somos insistentes
como los violines del concierto número dos de Penderecki que insisten una y
otra vez en el mismo melódico circunloquio hasta que se arrancan en un vuelo
poderoso de violines, trompetas y percusión. También nosotros buscamos recodos,
nos aferramos a los troncos de los robles, sorteamos formas descomunales entre
los amasijos que los siglos han construido con las inverosímiles formas de las
rocas. En nuestro corazón también anidan los violines de Penderecki y los rayos
del sol que anidan en las ramas de las rebollas mientras sudamos senderos de
futuro.
Peldaños rocosos
para ascender la última canal de nuestra marcha.
Entramos en la canal
que estábamos buscando; nos pegamos a la pared de El Pájaro, poderosa roca de
escalada, situada a nuestra derecha; a nuestra izquierda, se levanta con menos
altura la mole del Platillo Volante; los montañeros continuamos sorteando
peñascos y robles, superamos un último túnel de altura suficiente para no tener
que agacharnos en ningún momento. De inmediato nos encontramos con la última
canal que asciende entre peldaños rocosos, solamente el primer momento es un
poco más complicado por la desproporción entre la altura de la roca que tenemos
que superar y la cortedad de mis piernas.
Ya estamos
arriba. Hemos llegado a esta fantasía de luz y colores que nos ha preparado la
naturaleza. Incluso las cabras miran y aplauden nuestro logro de esta jornada.
Regresamos por uno de
los senderos que bajan bien trazados desde la base de este conjunto de
diferentes rocas que forman la Cuerda de los Pinganillos y que hemos recorrido
en diversas ocasiones.
Javier Agra
¡Qué estupendísimo blog! ¡Qué maravilla! No sabes cuánto agradezco haberme enterado de su existencia. No he podido entrar hasta ahora, pero, desde luego, lo seguiré con agrado.
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