martes, 31 de enero de 2023

MALICIOSA, AL FONDO


La mañana era de nieve y pájaros cantores. Sonaba el recuerdo de la música “El Mirlo” que el compositor griego Giorgos Koumendakis, Creta 1959, compuso en dos mil trece. Desde el aparcamiento último de la Barranca, la montaña permite dirigirse en multitud de direcciones. Hoy, siguiendo la pista y sus atajos, comenzaremos por la FUENTE DE LA CAMPANILLA, paseo sosegado para estas jornadas de nieve.


Fuente de Mingo. Bien podría ser recuerdo de una de las conocidas églogas de Juan del Encina, pero lleva el nombre de uno de los conservadores de esta parte de la Sierra que fue el principal artífice.

Por cierto, la égloga reza así en su principio:

 


GIL

   ¡Ha, Mingo, quédaste atrás!


Passa, passa acá delante.


Ahotas que no se espante,


como tú, tu primo Bras.


Asmo que tú pavor as;


¡entra, no estés revellado!


MINGO

¡Dome a Dios, que estoy asmado!


No me mandes entrar más.


 

A veces, en mis paseos por la Sierra, voy tan absorto y aunado con la naturaleza que hasta tengo la sensación que camino fuera de mí mismo, que paseo a mi lado y es el otro yo quien se fatiga por las cuestas, quien goza con el agua y su murmullo en los arroyos. A veces pienso que es mi otro quien conversa con las aves en idiomas para mí desconocidos, quien habla de siglos e historias con los árboles de la ladera.



Fuente de la Campanilla entre altos pinos y suave nevada. También desde este lugar podemos tomar multitud de caminos hacia diferentes cumbres.

Relumbra el cielo esta mañana entre violines de nubes encendidas que bailan sobre el telón de la MONTAÑA DE LA MALICIOSA, mientras paseo entre la nieve y la esperanza camino del Mirador de Las Canchas unos metros más arriba. El viento borbotea diminutos copos en derredor y los serenos pinos se han vestido de cencellada y nevisca. Suena el agua saltando entre los ribazos y las peñas, los aromas de la naturaleza se expanden entre el bullicio de las aves y el sosiego del paseo. El montañero piensa que la paz crece entre esta nieve, estas montañas, estos pinos y  las pequeñas retamas que los rodean; el montañero piensa que la paz recorre la tierra llevada por los corzos y las águilas hasta los lugares más lejanos de esta tierra de dolor y de consuelo, de llanto y felicidad, caduca y de eternidad.


La MALICIOSA como fondo.

Hemos llegado al Mirador de Las Canchas. Muchas veces me he detenido en este lugar, desde aquí también es posible continuar la marcha en diferentes direcciones; desde aquí es sencillo regresar al aparcamiento por la Senda Ortiz… Desde aquí el mundo se agranda hasta donde sueñe el corazón.

Javier Agra

 

viernes, 27 de enero de 2023

LAS HOJAS SECAS


Recorro la tierra con la respiración en la mochila, con la palpitación entre las zapatillas y las copas de los robles, con el pensamiento entre el aire y la inmensidad, con el alma en la naturaleza entera. Salgo de la ciudad envuelto en el canto libre de los pájaros, sigo algún rastro visible de los invisibles insectos, descubro en cada recodo del sendero huellas nocturnas de los animales de estos bosques.


Estoy contemplando la montaña y la vida en esta pequeña vallina. Es el descenso del Collado de Marichiva al aparcamiento de Majavilán, no me consta que tenga nombre este lugar que muy bien podría llamarse “El Hoyuelo”. Sobre este tronco me senté un tiempo largo, no para descansar sino para contemplar la naturaleza que a mi espalda se observa. El Mirador de la Reina a media altura por la carretera de la República, el Pico Majalasna y el segundo de los Siete Picos más arriba, el Puerto de la Fuenfría a la izquierda…

El agua en canciones suavísimas cuando no absolutamente silenciosas, vertebra estos andares de mi existencia compartida con el silencio majestuoso de las hayas, con el verdor brillante de los madroños, con el muérdago mágico pegado a las ramas de los pinos, con el musgo de tacto cálido encaramados en las laderas y en las rocas, con los piornos, los brezos y las urces que siembran de múltiples colores la montaña según las diversas estaciones del año.

Y hoy parece que la tierra se ha dado la vuelta, estas hojas hace pocos meses vestían de sonrisas y respiración las ramas frondosas de los árboles, ocultaban nidos a las miradas indiscretas y sencillas, a los ojos avezados y a los descuidados paseantes. Estas hojas están hoy caídas bajo mis pies, como si la tierra se hubiera dado la vuelta, como si la tierra quisiera que las palomas y las urracas hicieran nidos a nuestra altura para que podamos acariciar los pajarillos recién nacidos, como su los humanos pudiéramos volar  a la altura de las aves.


Hojas caídas entre os robles en el arroyo de Moveros que recorre la ruta de Los Molinos. Sobre ese puente de piedra también he disfrutado largar horas del silencio y de la vida.

Estas hojas están hoy caídas bajo mis pies y la tierra se ha dado la vuelta para que el reflejo del sol sobre las hojas haga elevarse nuestros pies sobre nuestra pobreza que camina como arrastrada por el suelo, para que el pálido brillo de la luna baje hasta nuestra altura la infinita distancia de las estrellas y entendamos los humanos que formamos parte de la naturaleza entera, de la eternidad sin tiempo y sin fronteras.

Javier Agra.

 

 

jueves, 26 de enero de 2023

FUENTE DEL PIORNOLÓN



Fuente del Piornolón

Crujen las arenillas bajo las pisadas de los montañeros. El coche ha quedado en el último aparcamiento de la Barranca mientras suenas los primeros cantos livianos de las aves y el agua hace música de violines, casi de trompetas y de orquesta en el Manzanares que corre en la brecha de la historia buscando otras llanuras y otras ciudades donde remansar su veloz descenso de la sierra.

Apenas superamos el pequeño embalse del “ejército de aire” abandonamos la amplia pista, que en otras ocasiones recorrimos, y nos desviamos monte arriba por una pindia cuesta por evitar tres curvas y para sentir mayor cercanía de los pinos; a esta hora primera entregan a los montañeros alguna gota del frío nocturno acuñado como espejo entre sus púas; a esta hora, las hierbas brillan de palidez helada entre el sendero y las piedrillas.


Estamos en un atajo monte arriba camino de la Senda Ortiz.

No tardamos mucho en llegar al nacimiento de la Senda Ortiz, a veces tupida de vegetación a veces despejada para que los montañeros se detengan y contemplen asombrados praderas cercanas, montañas de recorrido nombre, límites de provincias, sueños de paseas por horizontes imaginados unas veces y otras veces horizontes transitados en paseos de algún momento.

Monte arriba se me confunden el corazón y los piornos, no sé donde terminan uno y otros; el paseo por la Sierra de Guadarrama es una pintura antigua de juegos de luces y de vida entremezcladas; la Sierra es un daguerrotipo de imágenes inmensas mezcladas en los ojos y el corazón.


Arroyo del Chiquillo

El corazón y los pinos y el agua y la tierra se impregnan de ese aroma sosegado de eternidad que respira unidad con el tiempo corto de mis latidos y mis paseos. Mi respiración se aúna con la respiración serena del Arroyo del Chiquillo que ahora cruzo y que no sé dónde está cuando mis ojos no lo ven. ¿Continúa corriendo el agua del arroyo, de todos los arroyos cuando no hay unos ojos absortos que los vean? ¿Se oculta acaso el agua en la oscuridad de sus ribazos, se esconde en las grietas azules del tiempo?

Así llegan los montañeros a la explanada donde antaño se levantó el hospital del que hoy solamente queda el recuerdo y el murmullo escondido entre el verdor y los espinos. Carretera adelante llegan los montañeros al Mirador de Las Canchas, lugar de encuentro de diferentes senderos, momento de saludo de otros grupos de montañeros con quienes hemos coincidido en algún lugar, momento de saludo de montañeros a quienes no habíamos visto antes y acaso nunca más encontremos en nuestro caminar.


Mirador de las Canchas.

Subimos a Peña Pintada, doscientos metros entre sombras y asombros, entre luz del sol y reflejos del alma. Arriba unas grandiosas vistas todo en derredor, cumbres de Madrid, de Segovia, de Ávila. Se terminan los pinos, dominan las peñas coloreadas por el musgo y el tiempo, por los juegos del sol entre la amplitud de rocas y los escondites del tiempo. Descendemos.


Sobre la roca más elevada de Peña Pintada.

En su falda, frente al Mirador de las Canchas, sale un sendero pinar adelante que pasa por La Fuente del Piornolón. Seguimos el sendero hasta encontrar la fuente a una breve distancia por la senda muy bien marcada. La Fuente, según nos cuenta un viajero, está construida desde mil novecientos ochenta y nueve con esta piedra sólida y bien elaborada. En la zona crecen los piornos que dan nombre a la zona y a la fuente.


Fuente del Piornolón, a la derecha se puede ver el sendero que llega hasta ella muy bien trazado.

La Fuente del Piornolón mana desde hace mucho tiempo, desde que existen los recuerdos de aprovechamiento del monte y su variedad de árboles por los habitantes antiguos de los pueblos cercanos. Ahora tiene esta robusta apariencia que puede parecer un templo de agua con su espadaña al viento para guiar hasta sus aguas a las águilas, al corzo, al cuco y a cuantos animales grandes y pequeños tienen vida feliz en estas laderas.

Desde la Fuente del Piornolón, la senda desciende vertiginosa hasta encontrar de nuevo la campa donde estuvo el Real Sanatorio de Guadarrama. Desde allí, por la Senda Ortiz ahora sin atajos llegamos hasta el aparcamiento de la Barranca, con el alma en vuelo, el corazón amplificado, la mente infinita, el ánimo universal…

Javier Agra.

 

jueves, 12 de enero de 2023

LOS AÑOS


Comencé a nacer al iniciar la primavera, cuando el aire varía de céfiro a sosegado, cuando las aves retozan sin tiempo buscando nidos y familia, cuando los arroyos sueñan aguas del deshielo en las tierras bajas… por eso tal vez, ahora pienso que mis años están transidos de la vida y la novedad de todas las primaveras.


Esta fotografía está tomada haciendo la Travesía de Tirobarra, bajando hacia el lugar llamado Los Corrales.

Pienso que al mismo tiempo que camino hacia la vejez, enciendo mis años del color de las flores y sus abejas de miel, de ramos coloridos y risas jóvenes acariciando pétalos nuevos, cuento mis años por mariposas blancas y verdes y azules y multicolores que revolotean entre las adelfas y los olivos de troncos fortalecido por las arrugas de los otoños, añado a mis años los cantos de los pájaros que han cubierto de plumas brillantes su tiempo de vuelo, adorno mis años de vida nueva y de experiencia, de luz de estrellas y amaneceres de paz.


He aquí una sabina que renace sobre sí misma y de sus ramas caídas sobre la tierra ha generado nuevas raíces y vida nueva.

Recuerdo aquel primer cerezo de la infancia que mi padre me enseñó a plantar, lo he visto muchas veces con su rojo fruto y sus hojas de colores variados pasando por las estaciones y naciendo siempre a la novedad en cada primavera. Después planté más árboles de diferentes frutos y planté árboles con mis hijos y con mis nietos para que la tierra no me olvide y yo sienta mis manos, mis pies, mi rostro, mi corazón, mi entera vida unida a la tierra, unida a la eternidad.

Comencé a nacer al iniciar la primavera…

Javier Agra.