jueves, 25 de abril de 2019

HOYO CERRADO


En la montaña la mayor parte de los días son espectaculares. Aún con niebla ligera, con llovizna o nieve tiene un atractivo para los sentidos y el corazón, que agranda la voluntad de vivir e incluso de combatir para ser mejor persona. Pero un día como el que se presentó cuando decidimos recordar el valle de Hoyo Cerrado, lleno de sol y suavidad de brisa, alienta incluso a engrosar el número del coro de las aves canoras y el grupo de las saltarinas cabras.
 
Hoy lo realizamos desde Soto del Real; el llamado aparcamiento de Las Pozas está al final de un agreste camino entre praderas donde pastan las vacas, por encima del embalse del Mediano que abastece de agua al pueblo y nada más pasar un puente de piedra sobre el Arroyo del Mediano. Punto desde el que se pueden realizar un importante número de marchas montañeras.

La Pedriza y Asómate de Hoyos forman parte del asombroso circo que rodea el Hueco de San Blas, camino de Hoyo Cerrado.

El Hueco de San Blas lo recorremos durante un buen rato por la pista que deja el valle y el Arroyo del Mediano a nuestra derecha, entre pinares de tronco elevado y fino. Llevamos caminando unos cuantos minutos antes de superar el desvío que otras veces seguimos para acercarnos a la Lagunilla del Lomo, al Collado de la Ventana o al majestuoso Hoyo Cerrado. 

Cerrado el Valle con unas asombrosas vistas sobre la Pedriza y la Cuerda Larga y siguiendo siempre el sendero, nos adentramos de nuevo en el pinar donde la conversación de sus ramas se torna a veces en música de adagio a veces en trompetería orquestal, hasta que encontramos una valla y un sendero a nuestra derecha; por aquí seguimos monte arriba.

Hemos recorrido durante largo tiempo la pista. A 1420 metros este valla y el sendero que tras ella sale, son la referencia para tomar el desvío hacia Hoyo Cerrado.

Los pinos cambian de aspecto, ahora muestran su anaranjado tronco propio de los pinos autóctonos, que por aquí también llamamos de Valsaín, de complexión más baja y recia, acostumbrados a las cumbres y a los vientos; lugares donde anidan las águilas del Guadarrama y donde los lobos pueden hacer guaridas, tal es la firmeza de las amplias rocas de misteriosas oquedades, la soledad del monte, el silencio de la naturaleza.

En Hoyo Cerrado respiramos, gozamos del espacio en silencio, comemos…

En la Majada de la Porra se expande la montaña a los Pies mismos de la Najarra, con el monumental Cerro de los Hoyos en el otro extremo, el tomo oscuro de la Pared de Santillana con su escalada, las Cuatro Torres de la Pedriza elevando su musical mirada hacia las alturas. A nuestros pies, mil colores de flores y brillos de agua recién derretida…

Hoyo Cerrado es un circo que hoy vemos con esta fina capa de nieve.

Pisamos nieve entre el sol y los cantos del alcaudón y de bisbita, mientras el asombro crece inagotable en el corazón de los montañeros. Arizónicas, amarillas retamas, inmensidad de especies de flores se acercan a nuestro corazón para entregarnos palpitaciones de entusiasmo y sosiego. Así damos la última curva antes de llenar la vista y el alma con la amplitud del Hoyo Cerrado, donde nos sentamos unos instantes para comer la húmeda fruta y los frutos secos. 

Regresamos por diferente camino, cerrando un círculo de soledad y entusiasmo que aún canta en nuestro corazón y permanecerá como serenidad y sonrisa durante largo tiempo. 

Javier Agra.

martes, 23 de abril de 2019

PENDÓN Y CABEZA ARCÓN


La noche había estado revuelta, pero los montañeros salimos animosos hacia esas cumbres poco frecuentadas cercanas a Bustarviejo. El pueblo amanecía cubierto por una fina capa de nieve que daba a sus tejados, sus calles y sus cercanos prados la sensación de quietud a través del tiempo.
 
Cantaban los últimos gallos bajo la serenidad de los copos finales que aún caían sobre nosotros como restos de la ligera nevada, cuando iniciamos el camino de ascenso por una visible vereda con las molestas piedras ocultas por la blancura. Al otro lado, el Mondalindo protege a Bustarviejo desde hace millones de años en una dulce estampa sin tiempo.

El Mondalindo protege el pueblo de Bustarviejo y su valle desde hace milenios.

Poco a poco llegamos al Collado del que salen cuatro caminos… Son muchos los momentos de la montaña y los momentos de la vida en los que se necesita tomar una decisión por la diversidad de opciones. Los montañeros teníamos claro nuestro primer objetivo, queríamos comenzar por el Pendón, enhiesto y solemne a nuestra izquierda. Llegar a su cumbre es ya cuestión de tiempo. 

Caminamos por la llanura del Collado con el Pendón al fondo.

El Collado se extiende por una placidez de llanura vegetal, dos piedras inertes parecen sonreír invitando a los montañeros a cruzar por su medio, cantuesos y pinos alegran el camino y, de pronto, un roquedal se levanta como inexpugnable muralla, los hitos se hacen confusos, el camino se torna abrupto y los montañeros eligen como tantas veces en la vida. Diré como dato, por si algún lector lo considera, que es preferible ir por caminos más bajos para evitar el pedregal. Descubrimos en el descenso que el camino es más cómodo y se gana descanso y tiempo.

Hemos llegado a la cumbre del Pendón

Sea como fuere, los montañeros llegamos a la cima. Entramos por su izquierda sin mayores contratiempos. Arriba se acumulaban algunos centímetros de nieve. Arriba las vistas se dilatan entre montañas y llanuras, en la cumbre se expande el corazón y la vida. Salió el sol con brillos de verdor y nieve. En el asombro de las cumbres vuela el alma. El descenso fue más directo, llegamos al cruce del Collado entre la nieve que ahora era casi agua líquida por efecto del calor y del tiempo.

Desde Cabeza Arcón, la vista y el corazón se lanzan hacia el infinito. Al fondo contemplamos el Puerto de Canencia.

De frente sale el camino que nos llevará a Cabeza Arcón entre pinos y robles, en un paseo de sensaciones de musical libertad. Buscamos otro sendero para el descenso; no encontramos el camino, nos perdimos en intentos, de pronto una inmensa e inhóspita llambria nos cerró el camino, lo superamos entre sustos y culadas. La vida transita plácida y de pronto un sobresalto rompe toda la tranquilidad que parecía adquirida en propiedad. Pero los montañeros saben que en la montaña y en la vida todo es fuerzo, confianza, lucha y tiempo.

Estamos en la cima de Cabeza Arcón.

Superada la llambria con esfuerzo, adelantos y retrocesos, dimos con nuestros pies en un pinar de amplitud y de sosiego. A través de trochas semiocultas y senderos inventados llegamos a la amplia senda que buscábamos como camino de regreso. Allá aparecía el poste de nuestra referencia sobre el pueblo de Bustarviejo. El camino es seguro… el corazón se llenó de entusiasmo, serenidad y energía para un largo tiempo.

Javier Agra.