sábado, 30 de octubre de 2021

ARROYO VITROS


A veces la sencillez puede ser una intensa luz en medio de esta tierra de sombras y  apariencias, así nos lo enseña la montaña en cada uno de los paseos que recorro en el silencio de mi jubilación. Hoyo Cerrado está en un paraíso de sosiego al que se accede en ascenso por el Hueco de San Blas o también desde la Najarra en descenso pausado entre pinos y monte bajo. Desde el Hueco de San Blas la senda es apacible y risueña entre el agua y las sonoras aves. Senderos en amplios zigzag hasta cruzar el Arroyo de Vitros en una bucólica y tupida cúpula de vilortas, paleros o salgueros de vivo verde más propio de la primavera que de este adelantado octubre; acaso quiera la vegetal naturaleza unir los hemisferios de la tierra.


El Arroyo Vitros nace en la falda de la Cuerda Larga entre la Loma de Los Bailanderos y el Collado de La Najarra.

El Arroyo Vitros es humilde,  afable, de  corazón llano y sonrisa libre. El Arroyo Vitros acaba de nacer cuando lo acuno a mi paso entre las toquillas de la Loma de Los Bailanderos y el biberón del Collado de la Najarra; deposita sus aguas después de un breve recorrido en el Arroyo del Mediano muy cerca del lugar donde los montañeros aparcamos el coche, en serenos murmullos vierte sus aguas en el Embalse de Santillana, tal vez algún hilo de sus aguas lleguen al Manzanares después al Jarama y al Tajo más tarde, de este modo el modesto Vitros viaja hasta Lisboa y se hace inmenso en el océano más allá del espacio que alcanza nuestra mirada.


Hoyo Cerrado, reposo de montañeros, de ciclistas, de aves, de cabras montesas…

Pero vuelvo al camino claro que nos llevará hasta Hoyocerrado. El corazón del montañero hace silencio para escuchar el sonido del agua que brota en dispersos manantiales antes de acercar su agua nuevamente al Arroyo de Vitros en otro amoroso encuentro. De color entre pardo y naranja como la noche y el amanecer, la cogujada montesina pasea su conversación en entretenida bandada; el montañero, que entiende poco de pájaros pero los ama, detiene su paso, observa y siente que la naturaleza extiende aromas de dulzura y calma. Llego a Hoyo Cerrado que está abierto al misterio y la eternidad.

Javier Agra

 

martes, 19 de octubre de 2021

MOVEROS: MOLINOS


En mis paseos por los caminos de Moveros, medito y entro en la piel de aquellas personas que caminaron estos mismos senderos hace trescientos años, hace noventa años, hace… cuando el tiempo era sosiego y la distancia inmensidad. Pienso las arrugas de aquellos a quienes amamos sin saberlo porque vivieron hace tanto tiempo que ya no queda nadie para recordar su memoria mientras recorro los surcos que araron sus vacas, las semillas que sembraron en la añosa tierra, las paredes tan bien construidas en las lindes de las tierras, paredes que hoy muestran musgo del tiempo, piedras caídas, montoneras de peña y vegetación de descuidada labor.


La ribera se siente arroyo en algunas épocas. Por aquí ya no pasan los zuecos humanos ni el ronco murmullo de los carros; ahora son gorjeos de pájaros y balidos de corzo los que ponen música al agua.

Por la ribera con agua en alguna temporada, otros meses seca en demasía, he caminado en silencio esta mañana, con los mismos pájaros de hace siglos y las mismas rebollas, con los mismos fresnos y las mismas lagartijas. He caminado buscando aquellos antiguos molinos de los que nos hablan las personas que son aún mayores que yo; molinos que hace cincuenta años ya estaban llegando al olvido.


Del molino más cercano al pueblo, apenas encuentro una rueda entre el orín y el musgo; apenas encuentro unas viejas paredes que cantan antiguos poemas.

Los caminos que una vez sobrepasaron la anchura de carro para sacar la mies y la leña, para almacenar la hoja y la hierba, apenas son hoy invisibles sendas de tarde en tarde pisadas; los antiguos caminos se los han comido los robles, los piornos y los escaramujos. Algunos puentes de piedra recuerdan aquellos pasos labrados por los bisabuelos de nuestros bisabuelos.


He aquí otro molino cuya edificación resiste los embates del tiempo y del olvido.

Más allá, siempre más lejos por los semiocultos senderos que van ribera adelante. Aquí una antigua tierra, allá lo que fue prado y hoy es un amasijo de robles de difícil entramado, como si se tratara de un decorado de película de trasgos gruñones y juguetonas hadas. Se ensancha el espacio, unas peñas bruñidas por los vientos del tiempo inamovible en estos lugares que fueron pastos de vacas abundosas y rebaños de ovejas.


El tercer molino. Recuerdo haber estado en su interior alguna vez aunque nunca lo vi en faena. La maquinaria está preparada, la rueda aún chirría entre sueños esperando la resurrección del tiempo de la molienda.


Algunos puentes de piedra construidos por los bisabuelos de nuestros bisabuelos.

Pero, ¡albricias!, el pueblo está de nuevo tomando las riendas de las antiguas tradiciones, de la memoria de sus mayores y poco a poco recupera estos espacios de ensueño y sosiego, de recuerdos y añoranza. Yo termino mi paseo saliendo hacia los Carrascos y regreso a Moveros meditando palabras de antaño.

Javier Agra.

 

 

sábado, 16 de octubre de 2021

MOVEROS: FUENTES


Aliste es una comarca de Zamora siempre sugerente y misteriosa las más de las veces. He comentado sobre La Raya, Los Arribes… hoy me detengo en Moveros, pequeña localidad –del tamaño de una inmensa cantidad de los pueblos de Castilla y León– fronteriza con Portugal, de renombrada cerámica popular, gente afable, concejos y hacenderas vecinales, tranquila y sosegada población al fin por la que se puede discurrir con serenidad de espíritu y de corazón.


Roquedos y vida vegetal ensamblados con algarabía de pájaros acompañan el latir del caminante en este paseo por algunas Fuentes de Moveros.

Como cada mañana, salí a pasear acompañado de los dos perros del Bar por el Camino de las Fuentes. En el mismo pueblo han embellecido algunas de las que antaño surtían de agua a las casas. Salgo por las callejas más alejadas de la carretera por hacer llevadero el camino y no interferir el libre deambular de los coches y los perros, dejaré sin comentar la Fuente Grande y la Fontanina; continuamos por el camino de Brandilanes, flanqueado de prados antiguos, de numerosos fresnos, innumerables robles, algún salguero, roquedos asombrosos por su morfología más que por su tamaño…

Llegado a los Carrascos nos desviamos por una placentera senda que baja hasta “la ribera” entre urces, carrascos, escobas y multitud de arbustos donde los gorriones y las lavanderas bailan juegos de costura y escondite. Así llegamos a diferentes majadas en ruinas, hasta el Molino Viejo que fue el último en ser utilizado. ¿Dónde estará la llave que permita entrar a contemplar sus antiguos recuerdos?


Fuente de Pocogobierno.

Aquí comienzan Las Fuentes que las personas del pueblo recuperaron en una hacendera hace un par de años. La Fuente del Pocogobierno aparece apenas cruzamos la ribera; cuentan que algún trasgo juguetón entretenía su solitario ocio cambiando de posición las piedras y el cauce del agua que colocaban los habitantes del pueblo. Así tenían que reconstruirla constantemente, de ahí le viene el nombre.


Fuente primera de Vivalón. ¿Chocolate esperas a que mane agua o continuamos?

Continuamos adelante, los dos perros solazando su olfato y su carrera entre peñascos, el paseante acompasando las pisadas al ritmo del corazón y del ensueño, hasta llegar a la primera de las dos fuentes del Vivalón entre antiquísimas paredes de piedra, trabajadas como cerca de huertas hace al menos trescientos años, cuando los sembrados de cereal eran abundantes por estos pueblos.


Segunda Fuente de Vivalón. Blanquito y Chocolate recorren el espacio entre la vegetación y los recuerdos.

Más arriba, entre senderos ocultos por tupidos robledales, limpiaron hace un año la antigua fuente segunda del Vivalón que tuvo pecina para retener el agua y que pudieran beber las vacas y los animales que por allí habitan en salvaje naturaleza y vida libre. ¿Tendrá este nombre algo que ver con la viveza natural que aquí florece? ¿Con la variedad de los vivos colores que aquí se contemplan? ¿Con la alegre algarabía de diversos pájaros que alegran el corazón y elevan el alma?


Los Caños de la Jara están llenos de luz presente y recuerdos de antaño.

En estos pensamientos caminamos los dos perros y yo hasta llegar a Los Caños de la Jara. Hoy solamente encontramos aquellos surcos marcados por el agua en la dureza de la roca a lo largo de los siglos, hoy me siento para conversar con el brillo de la piedra sobre la que está escrito el recuerdo de siglos y de gentes. Cerca de estas amplias llambrias o láganas nacieron las primeras jaras que hoy se extienden por todo el monte de Moveros y son escondite y manantial de la abundancia de setas que dan vida al otoño de este pueblo.


Fuente de la Hormiga.

Un poco más allá se esconde en un recodo del camino entre cercas de piedra y verdes prados, la fuente de La Hormiga. Su nombre recuerda antaños tiempos cuando su constante y liviano manantial regaba tenazmente las huertas pendiente abajo. Hoy tampoco esta fuente tiene agua, pero su nombre permanece como homenaje al trabajo silencioso de las gentes, del agua, del viento, de la naturaleza, de la vida…


Majada Chana entre el ensueño y las vidas del pasado.

Majada Chana es la última fuente de este recorrido de ensueño y vidas pasadas. Hoy de la majada solamente permanece lo que fue prado comunal lleno de vacas y de ovejas hace décadas, hoy batido por una suave brisa en este mar de hierbas altas rodeado de jaras, de robles de escondida vida transformada.

Llego con los perros a la laguna de Llamojeijo para que beban y se refresquen en un baño calmado antes de regresar a Moveros, pueblo de Aliste en Zamora.

Javier Agra.