domingo, 25 de noviembre de 2018

POR TIERRAS DEL BIERZO: VALDIGLESIA, EL REGRESO


Desde la cumbre del Pico Valdiglesia las voladoras aves se nos quedan bajas, las nubes han desaparecido en la inmensidad del espacio, cimas y cumbres lejanas traen hasta nosotros sonidos de otras tierras, a esta altura de las montañas se diluyen las fronteras y el sonido de la brisa conversa en todos los idiomas con los montañeros que tienen el corazón conectado a la naturaleza entera.



Vista desde la cima del Pico Valdiglesia (Los nombres que aparecen sobre algunas cimas se los debemos a Jose, maestro de la montaña).

Hemos llegado al mojón señalizador por donde comenzaremos nuestro regreso; nos sentamos entre la naturaleza y el tiempo para comer nuestras viandas llenas de fortaleza y ensoñación. Iniciamos un descenso que sabemos largo pero mucho más breve en espacio y en tiempo de los que fue la subida. La vista atrás nos permite ver la belleza de la cima de Braña la Pena en una cascada de dientes de sierra, de monumental dentadura, de musicales órganos de piedra.


Vista de Braña la Pena.

La tarde avanza dilatando el espacio mientras los montañeros ganamos la breve subida hasta el Alto de los Grillos (también he visto que en alguna documentación escrita dicen “Alto de los Orillos”) así nos aseguraron en Salentinos que se debe nombrar y así lo nombro. Si alguna vez pasas por él, amable lector, acuérdate de hacer una parada pues la vista aquí llena de asombro y monumentalidad a los ojos, al corazón y aún al alma.


Vista del Pico Valdiglesia desde el descanso en el Alto de los Grillos. Ligeramente hacia la derecha está el punto más elevado, alguna fotografía aporté en la anterior entrada, con su buzón y su vértice geodésico. Unos metros antes del inicio rocoso de la izquierda está el amplio mojón que indica el comienzo de la bajada, parte de ella también está retratada.

Entre el gozo y la precaución de la bajada que se complica ligeramente, llegamos al Collado de Tierrafracio con su pequeña charca estacional. Los más fuertes pueden continuar por la cumbre hasta las cimas del Cernella y del Catoute. El Catoute es el pico más popular por esta zona, pues hasta hace pocas fechas tenía la categoría de máxima altura, además de estar bastante más cercano al pueblo.

Collado de Tierrafracio.

Nosotros encontramos una senda muy bien marcada que nos indica una bajada haciendo una diagonal hacia nuestra derecha. La marcha es plácida, la compañía agradable, el aire saludable, la paz abundosa…Así vamos descendiendo en amistosa conversación o en introspectivo silencio, llegamos a un bosque de abedules donde nos pareció conveniente hacer otra parada a la orilla del sonajero de un arroyo que por aquí merodea.

Picos Cernella y Catoute vistos desde el Alto de Los Grillos.

Poco más abajo llegamos a un abierto espacio de hierba, estamos en Campo la Veiga con un corral ruinoso y alguna maquinaria agrícola, con pesebres y abrevadero para el ganado. Aquí encontramos los postes con el camino que indica la subida al Pico Catoute. Un arroyuelo, un camino que es pista por donde pueden moverse los tractores… hemos bajado lo suficiente como para pensar que es cuestión de tiempo pero seguramente llegaremos a Salentinos sin más aventuras que narrar. Allá vemos la caseta y más lejos donde la curva se desplaza hasta el refugio de la Braña de Salentinos, el punto donde se cerrará el círculo de nuestra montaña de hoy.

Valle de Salentinos desde la Fuente de Las Chávanas.

Hemos cerrado el círculo. Una hora más de camino y llegamos al pueblo y al albergue. La amplitud de la montaña agranda el corazón, el esfuerzo de la jornada sosiega el espíritu, la respiración sintonizada con la naturaleza llena de entusiasmo la vida de los montañeros. Mañana afrontaremos otra jornada.

Javier Agra.  

jueves, 22 de noviembre de 2018

POR TIERRAS DEL BIERZO: PICO VALDIGLESIA (II)


Me había quedado en mi anterior descripción en el Chozo de las Murias, con sus paredes en ruinas y su salguero en el centro de las campas. No me he quedado por aquellos parajes las jornadas que han pasado desde aquella referida entrada en el BLOG hasta esta descripción que hoy retomo; son las diversas coyunturas, circunstancias que decía Ortega y Gasset que me acompañan; Unamuno añadiría que el “yo” mismo es una circunstancia de esta ajetreada y agónica vida, a la que Valle-Inclán describiría desde nuestra esperpéntica existencia… Cualquier día me sentaré a conversar de nuevo con estas personas de la generación del noventa y ocho, poetas filósofos, inconformistas luchadores, sensibles humanos.

Cumbre del Valdiglesia. Bien merece Jose encabezar esta crónica pues pensó la ruta, diseñó las jornadas y puso mucho empeño en su feliz término.

Desde las Campas de Las Murias, sube un sendero muy visible en diagonal hacia la izquierda por el que se llega a un amplio llano con lagunas estacionales ocupando diversas y pequeñas depresiones que se conocen como Lagunas de Las Murias. En la subida, una viga atravesada hace de muro de contención al agua de una fuente que así forma un pequeño embalse bien pensado como abrevadero de aves y animales. ¡Cómo cuida la naturaleza la vida de sus criaturas!

Estamos por el sendero de la cima camino del Pico Chao.

Ante los montañeros aparece una amplitud nueva, lomas y cumbres que ascienden como una espiral de montañas. Se paran las agujas del tiempo, respiran los momentos álgidos de la historia del mundo, canta el diminuto corazón las canciones inmensas de los corazones todos.

Delante se eleva el Collado de la Carranca. “Evitad subir hacia la izquierda, vuestra referencia siempre hacia el Collado tendiendo a la derecha” fueron las palabras con que Senén, el cuidador del Albergue, nos describió la ruta. El sendero se difumina y aún desaparece. “Ese es el Collado” nos decimos. Entre la vegetación y las graveras, con algún que otro trabajo llegamos a la senda cimera, dejamos atrás el Collado de la Carranca. Las vistas ya dan hacia nuevos horizontes y otras tierras, porque el viajar por la tierra ensancha los horizontes de la mente y del espíritu, enseñas otras posibilidades, otras lenguas… Entre la alegría y el sudor hacemos cumbre en el Pico Chao o Pico del Lago.

Cima del Pico Chao.

Un tenteenpie que ya es hora de almorzar. Las paradas se multiplican durante esta marcha, los montañeros queremos llegar y disfrutar de la marcha. Continuamos sendero adelante hacia el Pico Braña La Pena. Ya hace un rato que superamos los dos mil metros. Aún es necesario caminar un tiempo amplio entre vaguadas y ascensiones hasta avistar el asombroso Pico Valdiglesia. La línea cimera alivia la dura subida, llegamos a un amplio y contundente mojón de piedras que conviene fijar en la mente para el momento del regreso que será por diferente camino.

Cerca del Valdiglesia.

Cima del Valdiglesia.

¡Cumbre del Valdiglesia! En algún lugar he visto escrito Valdeiglesias con su buzón y su placa, con su vértice geodésico y el saludo al montañero. Dicen que estos dos mil ciento treinta y cinco metros es la mayor altura del Bierzo. ¡Aquí estamos! Contemplamos El Cornón, la zona de Peña Orniz, las Ubiñas, la Sierra de Villabandín, los cercanos picos Cernella y Catoute…

Diferentes cadenas de montaña, al fondo la Cordillera Cantábrica hasta Peña Ubiña.

El gozo de la montaña silencia los dolores de la vida, los felices saltos del alma se reúnen con el canto de las aves, con las carreras de los animales, con el cielo y con la tierra toda.

Iniciamos el regreso… pero eso dará para otra entrada…

Javier Agra.





viernes, 16 de noviembre de 2018

POR TIERRAS DEL BIERZO: PICO VALDIGLESIA (I)



La provincia de León tiene, fuera de Picos de Europa, más de doscientas cumbres que superan los dos mil metros de altitud. Jose y yo hemos subido hasta la cumbre de unos pocos. Estos días llegamos hasta la Sierra de Gistredo y queremos llegar a la cima más alta del Bierzo; aunque son diferentes las opiniones  sobre la montaña que ostenta ese rango, parece que el Valdiglesia se lleva la palma. Ciertamente es aún más popular el Catoute, pues hasta hace no muchas fechas parecía la cumbre más elevada. Los sistemas de medición, cada día más precisos, le otorgan unos metros más al Pico Valdiglesia (2135 metros).

Panorámica de nuestro Pico Valdiglesia. Antes están Pico Chao y Braña La Pena. La Fotografía está tomada después de dejar atrás el Chozo de las Murias.

Al final del sosegado y bello pueblo de Salentinos está el Albergue “La Cabaña del Trasgu” donde nos alojamos. Muy de mañana, cuando los gallos comienzan sus andanzas y los senderos apuntan ya la dirección de las pisadas, salimos hasta cruzar el puente sobre el río Salentinos caminando por un cuidado camino agrícola entre el rocío y los huertos.

Suena allá abajo el río Salentinos entre los abedules y los chopos. El sol del alba acuna con maternales dedos las cumbres sobre los Vildares y Las Fontaninas. El verde de la montaña se está pintando de palidez y brillos amarillos mientras caminamos superando las dos cancelas que impiden el paso de las vacas que pastan con sosiego lánguido por estos arrulladores paisajes. El arroyo de las Chávanas muestra la cárcava que en otras épocas del año forma su nombrada cascada; un poco más allá nos detenemos, estamos en la Fuente de Las Chávanas y queremos llenar las cantimploras.

La Fuente de las Chávanas es un buen lugar para llenar las cantimploras; esta parte de montaña seguramente tendrá agua más adelante y a más altura, pero sin fuente y tal vez para compartir con las vacas y otros animales.

Continuamos acercándonos hacia la cuenca final del valle del Arroyo de la Tejera o Salentino, que por ambos nombres se le conoce indistintamente. Se ensancha ahora en las praderas de La Braña de Salentinos donde cruzamos sobre el río en estos últimos años muy bien canalizado para uso agrícola y para fortuna de quienes nos adentramos en las entrañas de estas montañas. Un pequeño refugio, de una sola pieza con cocina y literas de madera, aguarda silente ser ocupado alguna noche por montañeros.

Interior del refugio de La Braña de Salentinos.

Inmediatamente superado el refugio, dejamos la senda más amplia en dirección hacia una cercana cabaña hasta perderse en el fondo del valle. Es el camino del Catoute, por el que nosotros regresaremos unas cuantas horas más tarde. Dejamos la amplia senda para subir montaña arriba por un sendero más estrecho pero igualmente muy bien trazado. Es el inicio de nuestra ascensión, lo notamos por el desnivel y porque el sol acaricia nuestro cogote y nuestra frente con una intensidad demasiado expresiva.

Disminuyen los pinos, aumentan los acebos, el suelo se puebla de matorral bajo y de hierba multiforme. Las vistas se hacen inmensas, los montañeros nos achicamos en esta grandiosidad de paisaje; podríamos decir que somos un matojo más entre la vegetación variada de estas montañas; en nuestro caminar podría parecer que son las lomas las que pasan a nuestro lado mientras los montañeros permanecemos inmóviles y admirados por esta solemnidad.

Los Griegos, La Fatirona… van quedando atrás mientras buscamos con nuestro paso los Altos de la Carranca…los abedules y los acebos pueblan la escarpada ladera de nuestra izquierda monte arriba entre el murmullo del agua. Llegamos al Chozo de las Murias.

El Chozo de las Murias conserva una pequeña y derruida construcción en medio de una pradera que parece de distinto paisaje al recorrido el resto de la jornada.

Continuaré el relato, que para esta página puede ser excesivamente larga la descripción.

Javier Agra.

domingo, 4 de noviembre de 2018

POR TIERRAS DEL BIERZO: SALENTINOS


Ya estoy jubilado. A veces tengo la tentación de pensar que mi futuro ya está en cada día que amanece y en la inminencia de cada momento. El gran proyecto de la vida ya pertenece a las generaciones más nuevas que han de construir sus proyectos personales y de grupo. Pero pienso que, mientras respiramos el aire de este mundo, participamos en su construcción y así también aportamos nuestro proyecto, acaso más inmediato, acaso con la finitud de cada día.

Cabaña del Trasgu, en Salentinos. Albergue que mantiene la construcción de piedra y pizarra. Un lugar magnífico para alojarse varios días. Senén y Nati atienden este refugio con cariñosa entraña.

Estas cosas se me venían a la cabeza mientras nos acercábamos a Salentinos, reposado pueblo y valle del Bierzo en León, inmóvil y siempre nuevo desde hace millones de años cuando los glaciares construían estos paisajes de los que disfrutamos hoy. Es muy nombrado el pico de Catoute, visitado por montañeros en tiempo de verano y visitado igualmente cuando la nieve cubre sus crestas. Jose y yo, que somos más de cielos abiertos en tiempos de sol y luz previa a las nevadas, hemos elegido estos días de final del verano para llegar hasta estas tierras.

En los amplios y silenciosos montes de Salentinos, exploramos acequias y naturaleza.

Además queremos subir al Pico Valdiglesia que tiene unos metros más de altura. Eso será mañana. Estamos alojados en la Cabaña del Trasgu regentada Senén y Nati, entrañable matrimonio que atiende a quienes allí nos hospedamos con cuidado y esmero de familia. La tarde la empleamos en visitar el monte, acompañados y guiados por Senén. Allí vimos la antigua conducción de agua para producir electricidad y alimentar regadíos; allí gozamos la soledad de los bosques de roble y abedul entretejidos con matorral de piorno y brezo; allí aprendimos a mirar a través de las cámaras las andanzas de los osos que abundan la zona a la sombras de altas cumbres y ocultos a la curiosa mirada humana no exenta de torpeza y a veces mala intención.

Los Picos Cernella y Catoute vistos desde el Chozo de las Murias.

Salentinos mantiene sus tejados de pizarra, sus casas de piedra y sus empedradas calles; Salentinos enseña al montañero los corredores de madera, las huertas de antiquísimos métodos de cultivo; Salentinos mantiene un poco de lo que fue su riqueza ganadera y apícola y mantiene en todo su esplendor el silencio y la naturaleza de que gozamos quienes nos acercamos en la actualidad por este antiquísimo valle glaciar que recorre el río Salentinos o de La Tejera, breve río que se junta con el Valseco antes de caminar serpenteando oteros, cimas y pastos hasta entregar sus aguas al Sil.

Interior del Trasgu. Un alojamiento desde el que se pueden hacer diferentes subidas a las montañas, paseos llenos de sosiego, disfrutar el silencio…

Salentinos tiene colores de otoño entre la breve luz de estos días. Salentinos conserva millones de años de naturaleza en su silencio contemplativo alimentado por la raíz de multiforme vegetación y animales invisibles para los ojos humanos porque saben caminar con paso cadencioso ocultos a la curiosidad.

Entra la noche con la mezcla del apagado sol y de las estrellas con sus brillos como notas iniciales e alguna trompeta que inicia una sinfonía de misterio nocturno.

Javier Agra.