jueves, 20 de septiembre de 2018

CAMINO DE SANTIAGO III


El Camino de Santiago recorre simas y lomas. Próximos a Llanes disfrutamos de los ruidosos y atrayentes Bufones de Arenillas, chimeneas al margen del acantilado por donde el agua del mar se eleva a la vista del peregrino unos cuantos metros sobre la tierra, musicales silbidos de trompetas saltan por los tubos de órgano de los acantilados. Un tiempo de respiración en el mirador sobre el río Purón y más desniveles. Pasado Andrín comenzamos una cuesta arriba imponente que nos acerca a Llanes. Ya en pleno descenso nos encontramos la ermita del Cristo del Camino entre preciosas colinas antes de llegar al nivel del mar.

Ermita del Cristo del Camino en el descenso hacia Llanes, entre colinas de verdes prados.

Verdor, camino, silencio… entre los prados monte arriba llegamos a la parroquia de San Pedro en Pría. Aquí sabemos que hemos de estar atentos para no desviarnos del camino y poder contemplar la pared con numerosísimas piedras pintadas de colores y alegorías del Camino de Santiago, de Asturias, de los peregrinos, de la vida misma que es continuo caminar. A nuestra izquierda la Sierra del Sueve va desgranando nombres, ahora estamos frente a la pequeña Sierra de Cueva Negra, ante nosotros las praderas anchurosas de Belmonte.

En Prías, encontramos esta magnífica aportación de cariño y tiempo al Camino de Santiago en forma de piedras pintadas desde el primor y el cariño.

Días y caminos nos permiten superar Ribadesella y su imponente puente de Arriondas, San Esteban de Leces de sosegado silencio, Soto de Luiña entre inmensos campos de maíz y manzanas. Más jornadas de camino para disfrutar de la Playa del Silencio en Cudillero y aproximarnos a Cadavedo entre bosques que parecen inmensos túneles vegetales por el bosque de Tablizo.

Ermita de la Regalina en Cadavedo.

Cadavedo tiene un pequeño albergue de peregrinos; una vivienda de tres habitaciones porque el saloncillo de la entrada también sirve como lugar de dormir. Nosotros hemos llegado a tiempo y nos corresponden dos camas. Las tardes del peregrino son para lavar las prendas del viaje de modo que mañana estén de nuevo aseadas. Las tardes del peregrino son para sentarse en la puerta de alguna taberna de la población a la que llegamos, conversar con las gentes del lugar, con otros peregrinos de a pie, con los peregrinos de bicicleta a los que no volveremos a encontrar en el camino y acaso nunca más en la vida. De todos mantenemos el recuerdo del esfuerzo, de la felicidad, de las ilusiones.

Mirador de la Ermita de la Regalina

En Cadavedo nos recomiendan visitar la ermita de La Regalina, Nuestra Señora de Riégala que fue encontrada por un campesino en el hueco de un tronco de castaño. Está en un extenso y abierto mirador sobre el mar entre el Islote de los Cuervos y la Punta del Cuerno. A nuestra izquierda navega entre las olas la isla de Furada. La playa allá abajo y el peregrino asombrado ante tanta inmensidad y tanto prodigio. El peregrino comparte breves frases con quienes entienden su idioma, pero como solamente habla el castellano comparte ilusionadas sonrisas con otros peregrinos de diferentes idiomas que se han acercado a este lugar recién descubierto y guardado para siempre entre los puntos de belleza marcados en los recuerdos.

Javier Agra.

martes, 18 de septiembre de 2018

CAMINO DE SANTIAGO II


El Camino de Santiago comenzó para mí con una cena comunitaria y terminó con la Cena Eucarística. Desde Pendueles, pequeño lugar en Cantabria hasta Santiago, destino de ensueño y esfuerzo, muchas curiosidades y aún alguna aventura enriquecieron el sendero de mi existencia.

Entre playas y acantilados, los peregrinos atraviesan bosque y puentes. La vegetación es brillante y frondosa en estas tierras de Asturias.

Varias jornadas de camino nos llevaron por diversos albergues a través de Llanes y Ribadesella hasta el de San Esteban de Leces, precioso enclave al que llegué bajo el agua de un medo día metido en lluvia. Lugar en despoblado donde la acogida es un primor; en este albergue reconfortante se amplió el grupo de los conocidos de este peregrino con varias personas llegadas al Camino de Santiago desde más allá de los mares.

Los días de sol y playa fueron muchos, solamente dos los de chubasquero. Silenciosos y sosegados paseos por los altos acantilados de Asturias bajo el sol de la mañana; al fondo el mar y el sonido de gaviotas y grillos en la cercanía. Verde mecido por la brisa bajo los pies del peregrino, arco iris en el alma y en las pupilas. El mar tiene música de eternidad en el corazón del peregrino de tierra adentro y quisiera quedarse para siempre sentado en esta pradera de altura entre el aire, la canción de las aves, la música inmensa de la tierra interminable.

Los acantilados y el mar seducen al peregrino que quisiera quedarse para siempre sentado en esta altura.

El peregrino continúa sus pasos siempre más allá entre bosques y sembrados, entre costas y arena. La contemplación de varios cientos de kilómetros desde la dimensión del caminar es una sublime sensación de regocijo, de pequeñez, de quietud incluso. Los prados se suceden lentos, el tiempo pasa en el dulce sosiego del instante y de lo eterno; el peregrino conversa con un árbol y con otro y con otro más desde la ausencia de la palabra; cada pequeña brizna de vegetación acompaña al viajero de a pie.

Las grandes ciudades tienen una dimensión de monstruo en la distancia, de súplica en la cercanía. Las grandes ciudades se pierden en sus desconocidas calles y alejados pisos; necesitan un sonido de pasos que las recorra poco a poco y acompase su corazón a sus paredes quietas, a sus parques de brincos y de juegos, a sus tabernas de bullicio. Las grandes ciudades no lo saben pero han puesto bancos cada cierto trecho para que los peregrinos se sienten, reposen y observen el aire y las hojas de los árboles y la decoración urbana y las ventanas que palpitan vida en su interior.

Este paseo nos está acercando a Llanes. El sendero por la ladera de la montaña apunta al mar que es arco iris y música de eternidad.

La salida de Gijón ocupa una dolorosa hora de humos y ruidos, de cemento oscuro y virutas herrumbrosas; entrar en Avilés supone sortear el tiempo antiguo del carbón, los trenes destruidos por el tiempo, lo que fue industria y es pasado carcomido; la entrada en Avilés la quieren paliar con ese inmenso trabajo de construcción de un parque nuevo donde cobren vida las herramientas inservibles de otros tiempos transformados en esculturas. Entre Gijón y Avilés una hermosísima y amplia campiña de verdor y praderas, insospechada belleza de bosques y prados para quien no la caminado el amplio espacio intermedio entre las dos ciudades industriales.

Javier Agra. 

miércoles, 12 de septiembre de 2018

CAMINO DE SANTIAGO


El Camino de Santiago muestra al peregrino sus primeros mojones cuando inician la jornada bajo la luz del frontal aún encendido, mientras el alba dibuja casi difuminadas las siluetas de los árboles del bosque que mueven sus ramas como inmensos brazos de peregrinos eternos.

Cerca se escucha alguna cierva que barrita inquieta llamando a su cría por miedo a los peregrinos; los peregrinos no son amenaza pero entienden el temor que los humanos producen en la naturaleza, los peregrinos buscan la paz. Acaso algún día se lo puedan decir a los ojos, sin embargo los peregrinos no ven ni a la madre cierva ni a la cría.

Los peregrinos avanzan entre la vegetación y la paz camino de Santiago de Compostela.

La multiforme vegetación dibuja su silueta entre las sombras, canta un gallo en la pequeña aldea cercana, inician las aves sus matinales vuelos, asoma el primer albor de la aurora. Los peregrinos han apagado el frontal, enseguida amanecerá el primer rayo de sol en la lejanía.

Las pisadas de los peregrinos suenan cadenciosas entre el polvo del sendero, el eco las agiganta entre las paredes de tierra y de vegetación; el eco construye una sinfonía de trompetas y tambores con el sonido del aire que mueve las ramas y las hojas mientras descuelga palabras de antiguos peregrinos para que aniden en el corazón de los caminantes de esta mañana. La historia antigua suena incesantemente renovada entre los robles y los corazones.

Hemos llegado a Santiago.

Algo así podría ser el esquema del Camino de Santiago visto por el peregrino cada día. Si no fuera por la variedad exquisita de vegetación que cambia a cada trecho, si no fuera por los puentes de piedra que miran con sus ojos de siglos los zapatos que cruzan cada día, si no fuera por el sol cálido tamizado entre las ramas que aumenta la pesadez del paso hacia el mediodía, si no fuera por la lluvia sigilosa que asalta en diferentes jornadas, si no fuera por las ampollas y el arte de curar los pies que desarrollan los peregrinos, si no fuera…

Javier Agra.