sábado, 29 de mayo de 2021

PIMPOLLA NEGRA: PENSAMIENTOS

 


Los años de pasear por la montaña me han confirmado…hermosa palabra que es hermana de la confesión y de la confianza, las tres pues caminan del brazo en la serenidad del corazón y del alma para caminar por esta tierra sin sobresaltos, siempre con el respeto hacia cada persona, hacia cada ser vivo o inerte (si acaso existen los seres inertes pues aún las rocas tienen su movimiento y su caricia de la naturaleza, la nevada, los vientos…), hacia el pensamiento, hacia la luz…

Me han confirmado, digo, que el silencio y la naturaleza se mezclan en la mente y en el corazón para hacer hueco en las entrañas y sentirnos hermanos de las aves, de los rumiantes, de los vegetales; el alma se enrosca en la tierra toda y así estalla en luz y misterio monte arriba hasta cruzar arroyos y descansar sobre las rocas en el Collado Albo de amplitud serena a la vista de Siete Picos.


Sobre los peñascos de Collado Albo con la vegetación inmediata y Siete Picos al fondo.

Más tarde subiré hasta la Pimpolla Negra a través de estrecheces de roca y árboles, porque la montaña confirma la necesidad del esfuerzo constante para llegar a pequeñas metas que aumentan la libertad común; nada se puede pensar a escala individual si pretendemos colaborar a una sociedad más feliz, la montaña también sabe que lo que tenemos y conseguimos desde el esfuerzo, es entrenamiento y es entrega para el beneficio de la sociedad entera.

La montaña me ha confirmado en la necesidad de peregrinación continua por esta tierra que es, unas veces, roca de difícil tránsito y, en otras ocasiones, fértil ladera de sosegado ascenso. Así vamos llegando a los Riscos de la Cueva Lirón y al dificultoso Cóncavo de Siete Picos de bellísima vegetación, de asombrosas vistas, de duras llambrias que ponen prudencia en el caminar.


La Pimpolla Negra es una amplia llanada cubierta por piornos y vegetación baja, coronada por este árbol solitario que me cobija.

La montaña me ha confirmado en la dulzura musical del agua, en su sereno paso por las dulces praderas, en sus saltos fieros entre las rocas por donde salta sin temor entre el sonido de las ramas y el musitar continuo del roce de las piedras de innumerables tamaños que acá y allá asoman y se ocultan creando brillos y arcoíris.

Pausa de pan y queso, fruta y agua fresca…


Paso clave entre rocas hacia la Pimpolla Negra.

Cruzamos las Praderas de Navarrulaque para retomar la Vereda de Las Encinillas y volver al punto de partida en el antiguo apeadero de Camorritos en Cercedilla después de gozar de la belleza de Guadarrama en uno de sus recorridos no muy frecuentados, lleno de serena ensoñación, de recompensado esfuerzo. El Guadarrama es una escuela de esfuerzo, sosiego, libertad, entusiasmo, literatura y vuelo, matemática y botánica… aquí podemos encontrar la raíz cuadrada de la distancia recorrida, la raíz de los helechos y los enebros, la raíz de nuestro entusiasmada marcha…

Javier Agra.

miércoles, 26 de mayo de 2021

BASE DEL PEÑOTILLO


 

A fuerza de repetir caminos aprendemos senderos nuevos que nos permiten las mismas metas. Así esta mañana aparcamos en un camino secundario, cercano al kilómetro cincuenta y seis y medio de la carretera de Colmenar, cerca ya de Navacerrada en una de las salidas de la rotonda que allí tiene dos esculturas con forma de uno, o acaso tirachinas, en dirección al embalse de La Maliciosa.

 

El amanecer es agradable a los ojos y llena de colores el corazón de los montañeros. Con el arrullo del agua en el musical arroyo, llegan los montañeros a una fuente visible y generosa. El sendero es muy marcado, tanto que aún se debe considerar pista amplia y de asegurada pisada.

 


He aquí la generosa fuente y los montañeros que conversan camino adelante entre colores de árboles y jaras.

 

Asciende la pista hasta bordear el embalse de La Maliciosa. Ahora guardamos silencio pues la brisa vibra en musicales olas y compone la sinfonía de la naturaleza. Termina la pista y comienza la senda entre visible y ardua, atravesamos una cancela que a nuestra derecha nos adentra en el valle  del Arroyo de la Peña Jardinera de infinito sosiego y brillos de primavera.

 

El Valle está encajado entre la Cuerda de Los Almorchones a nuestra derecha y a la izquierda la Cuerda de Los Asientos. Sin parecer pedante, aporto que el término Almorchón no se recoge en la RAE, sí que es una palabra usada en algún lugar de la Mancha para referirse a una persona corpulenta y desgarbada; también se acerca al significado árabe de pradera, que aquí puede venir más a cuento por el lugar geográfico de belleza que entra por la vista y anida para siempre en el corazón. Claro que también mi caminar, no pocas veces, es un poco almorchón por la torpeza e inseguridad de mis pasos…

 


El sendero pasa por delante mismo de un vivac con alfombra de gayubas.

 

Serpentea el sendero entre agradables sensaciones, vistas generosas, tactos de dulcísimo recuerdo entre olorosos enebros, gayubas de verde brillante, brezos coloridos, piornos de atractiva flor, de tacto suave, acompaña el sonido de los primeros albores del ruiseñor y el petirrojo, el arpa de seda del Arroyo de la Peña Jardinera.

 

La subida se hace más pronunciada, los senderos juegan al escondite, aquí un hito, por allí la intuición… estamos llegando al circo donde se cierra el valle en la cercanía del collado donde nace el Arroyo, donde se asienta la Cuerda de los Almorchones, donde duerme el Peñotillo de La Maliciosa como un pensativo filósofo.

 


Al fondo El Peñotillo es un filósofo en reposo que medita.

 

Cerca del Collado          que cierra el valle, me comenta Jose que el altímetro marca mil ochocientos sesenta metros, cruza un sendero bajo el Peñotillo que nos llevará hasta el collado que vemos en el arranque de la Cuerda de Los Asientos. Hacía allí vamos… pronto experimentamos la crudeza de esta parte de aventura, lo escondido de los desaparecidos senderos, la búsqueda de alguna pisada que nos dirija.

 

Pasamos al lado de seis cabras que curiosas dejan de roer las urces y los piornos y nos aconsejan, ya que nuestra cabezonería indica que continuaremos,  que tiramos hacia adelante, que bordeemos las rocas que ante nosotros cierran la marcha y nos echemos unos metros monte abajo para allanar la inseguridad de piedras y oquedades escondidas. Agradecemos la sabiduría de las cabras, agradecemos a la naturaleza que nos trata siempre con cariño como a una parte suya que somos y continuamos lenta y sosegadamente hasta relajar nuestra marcha en el Collado de Los Asientos.

 


Jose en medio del sendero, con el Peñotillo al fondo.

 

Atrás ha quedado el colorido y oloroso valle, el sonoro ruiseñor, el perfumado enebro, la sinfonía incompleta del agua… El dinosaurio encaramado en la Cuerda de Los Almorchones que nos recuerda tiempos prehistóricos cuando éramos nómadas de vida y alimento, de cuevas y de barrancos. Hoy que tenemos hogares estables, supermercados, terrenos fértiles… queremos seguir siendo nómadas del pensamiento, de la libertad, sin cadenas, sin fronteras saltando hacia la eternidad…

 


Ved el dinosaurio encaramado en la Cuerda de Los Almorchones. Frente a él, sale la senda que cruza bajo el Peñotillo hasta el Collado de Los Asientos.

 

La bajada por el Valle del Arroyo de La Maliciosa hasta La Barranca, también tiene su lírica; pero no me voy a extender más, solamente decir que llegamos por una bajada tremendamente pindia (que así decíamos en Acisa a las bajadas asustadizamente empinadas) hasta adentrarnos en el pinar que desemboca en el Embalse del Ejercito y los aparcamientos de coches. Desde donde se unen el segundo y el primer aparcamiento sale una pista que recorrimos a pie durante algo más de dos kilómetros hasta llegar al coche entre el gozo y la contemplación, entre la fatiga y la ilusión.

 

Javier Agra.