sábado, 16 de mayo de 2020

DESDE LA BICICLETA: NUESTRA SEÑORA DE MONTSERRAT



Luce la primavera en los parques de Madrid esta jornada de sábado en la que recuerdo la  montaña de Montserrat y a aquella Nuestra Señora de Montserrat, de modo que me subo a la bicicleta estática y me voy a recorrer su montaña. En les proximitats de Montserrat resplendeix inmensa la muntanya amb la serenitat de la roca i el verdor vegetal. Encinares, tejos, orejas de oso dan cobijo al tordo, la ardilla, la cabra salvaje…

Montaña arriba, el corazón palpita con los latidos de la tierra entre los arbolados de la inmensidad que se acurruca en los recovecos de las fantasmagóricas estructuras pétreas de milenios de formación silenciosa que llevan la mirada del viajero hasta las cimas del Cavall Bernat y sus leyendas de siglos, felizmente concluidas con luz divina. Cuevas musicales al viento reciben al ciclista, al paseante, al peregrino… porque en la explanada de la Moreneta nos juntamos cantidades de personas, de pensamientos, de respiraciones… todas las personas aspiramos a encontrar sosiego, libertad y PAZ en la Montaña de Nuestra Señora de Montserrat.

La FOTOGRAFÍA muestra la explanada y el conjunto del Santuario.  

Bien podría escuchar la música bellísima de su monumental órgano, pero esta jornada de pedaleo la realizo con la serena música de la Cuarta Sinfonía del tranquilo romántico Brahms. Como serenos relinchos  de algún caballo trotón mi corazón acompaña la irrupción de violines y flautas; vuela mi espíritu con la lentitud de las trompas del segundo movimiento entre las curvas de la carretera y el aleteo sedoso del aire; bulle risueña el alma cuando me aproximo a la amplitud de la explanada del santuario ante las gradas iniciales y la magnificencia de los soportales antes de adentrarme en el atrio entre esculturas e instrumentos de viento; con las variaciones del pasacalle del cuarto movimiento, hace rato que aparqué la bicicleta, asciendo hasta el camerino para abrazar entre la unción devota y la costumbre social a la Madre del Salvador, María de Montserrat.   

Sed felices y buscad la PAZ amables lectores. Os abrazo. 

Javier Agra  

martes, 12 de mayo de 2020

DESDE LA BICICLETA: PEÑA CITORES CON BOQUERINI


La Sierra de Guadarrama en Madrid tiene escondidos rincones cercanos al bullicio, seguramente desconocidos para las multitudes, para disfrutar del silencio y el sosiego. Uno de estos bellos espacios es Peña Citores, hasta su redonda cima quiero llegar esta mañana pedaleando en la bicicleta estática. Llegar hasta el Puerto de Cotos tiene unas cuantas pedaladas, en mi caso son virtuales sin problema. La senda más transitada es la que sale a la derecha de Venta Marcelino que conduce hasta la cumbre de Peñalara, hacia la Laguna de Los Pájaros y otras rutas muchas veces realizadas.

En medio de los colores de primavera, encontramos a los compañeros de montaña que me acompañan esta jornada; nos dirigimos al cerco de piedra de lo que fue cobijo del Batallón Alpino; en la vaguada asoma el verde de la Fuente de los Pájaros; a la izquierda las crestas de Dos Hermanas camino de Peñalara.

Pero yo tomo el sendero del Batallón Alpino que parte de la izquierda entre los pinos y el silencio. Hermosas vistas monte arriba encandilan también a las aves que acompañan trinos de entusiasmo y añoranza. Escucho el quinteto con flautas de Boquerini (Luca, Italia 1743 – Madrid 1805), es dulce armonía en estos andares de curvas y pinares. Más arriba se abre el espacio hacia la inmensidad sobre el Cancho de Los Alamillos, extiendo la vista hasta otras cumbres y otras esperanzas.

Se extiende, colorido y vital, un grandioso manto campestre ahora lleno de primavera y flor, en época de nieve blanquísimo y reflectante de intensidad difícil de imaginar más que por quien lo ha pisado entre botas y crampones. Extensión que abarca Peña Citores hasta el Mirador del Cancho, hacia la bajada del Chozo Aranguez y su regreso hasta la Laguna de los Pájaros más allá del Collado, también visible hacia Dos Hermanas y Peñalara. La primavera estalla en promesa de colores y de vida.

Estamos en la cima de Peña Citores.

Desde la Fuente de los Pájaros, tuerzo hacia la izquierda, con la mirada puesta en la divisoria de Navalonguilla, hacia la redondez sin vértice geodésico de Peña Citores; a mi derecha queda el arroyo de Dos Hermanas y el de La Quebrada camino de Peñalara. Entre ruinosas construcciones de piedra y magníficas plantas de vistosas gencianas llego al montón de piedras que señalan el punto más alto de mi paseo ciclista de esta jornada. Aquí me fotografío y continúo la existencia. Sed felices y buscad la PAZ amables lectores. Os abrazo.    

Javier Agra

viernes, 8 de mayo de 2020

DESDE LA BICICLETA: PEÑA CENICIENTOS




Después del paseo matinal por las calles de Madrid, ahora salgo cada día un rato entre los primeros rayos para acompañar mi paso con el canto de los pájaros, me subo a la bicicleta estática y quiero llegar hasta la PEÑA CENICIENTOS. Está en un rincón de la provincia de Madrid muy cerca del pueblo que coincide en nombre, historias y leyendas de trabajos épicos, de guerras y realengos, de antiguos trabajos agrícolas, prósperos molinos de grano en comercio con sus vecinos y aún distantes poblaciones de nombre y fama. El pueblo y su sierrecilla hacen trío entre Madrid, Toledo y Ávila.  

Peña Cenicientos desde una curva del sendero al iniciar la subida.

Desde Madrid, la carretera llega como serpiente silenciosa y quebradiza entre arbolados y cortados peñascales; unos kilómetros antes de la población se aparta el sendero monte arriba entre los pinares. Pedaleo escuchando en mi corazón la ensoñación de la canción Ruiseñor del ruso Antón Délvig con música de Elexander Alyabiev.

¿Alguien pobre como yo,
toda la noche te escuchará,
sin cerrar los ojos,
inundado de lágrimas?
¡Ruiseñor mío, ruiseñor,
muy sonoro ruiseñor!

La subida es serena y permite soñar entre pedaleos y pisadas. Suena la canción “Ruiseñor” cantada con fortaleza y energía por una voz femenina, suena la música capaz de acompañar una marcha entre pinos y encinas, entre prados y rocas diseminadas sin peligro de pérdidas ni caídas, siempre con la prudencia de quien ama la montaña. Allá arriba se ve certera la cumbre desde la distancia. Gredos se ha adentrado en Madrid, porque el mundo está engarzado sin divisiones ni fronteras cuando el montañero sueña tierras para recorrer y para entroncarse con la vida.

Llego hasta el Collado de la Alberca por una serena pista forestal, desde aquí es necesario seguir una senda más estrecha con algún que otro recoveco.  Gozo de las vistas y el sosiego. Cerca de la cumbre, los sueños se vuelven rocas y prudencia; la cima es palpitar sin relojes, saludo del sol a quien guste de una serena jornada. Al fondo se divisa Gredos, los valles de Ávila siembran sus faldas de pueblos y cosechas. La cumbre de Cenicientos es metafísica de sensaciones y de poesía.

En la fotografía estoy con Pipa y Munia, amigas entrañables los años que coincidieron en esta vida. Sed felices y buscad la PAZ amables lectores. Os abrazo. 

Javier Agra 

viernes, 1 de mayo de 2020

DESDE LA BICICLETA: CHORRO DEL DURATÓN Y CEBOLLERA VIEJA




Estoy sobre la bicicleta estática y escucho el Himno “Salve festa dies…” (Saludamos este día de fiesta en que triunfa la alegría de la vida y de la gracia), entonado por los Monjes del Monasterio de Santo Domingo de Silos, para conmemorar este día de San José Obrero y de todos los trabajadores. Llegaré hasta el PICO TRES PROVINCIAS o Cebollera Vieja. Esta amplia loma de más de dos mil cien metros es el punto de unión entre Madrid, Segovia y Guadalajara; punto de arranque de las Sierras de Ayllón y Guadarrama.

Durante toda la existencia, nuestro trabajo es creación participativa para que la naturaleza brille con más esplendor, porque nosotros somos una porción de la naturaleza entera, así nuestro latido es una parte del inmenso corazón compartido y nuestra sangre son las gotas de las venas de la tierra entera que fluyen, prestadas durante un tiempo, por nuestras arterias para cantar unidos la canción de la tierra.

En la Cascada del Chorro del Duratón. En primer plano, mimetizado con la naturaleza.


Desde la gasolinera de Somosierra en la antigua carretera Nacional I cruzo un portillón metálico y ya estoy sendero adelante entre curvas y pinares. Queda atrás el Arroyo de las Pedrizas, me desvió unos metros antes de cruzar el Arroyo de la Peña del Chorro, aquí mismo se une al río Duratón, para disfrutar de la Cascada del Chorro del Duratón entre matojos de rascaviejas y antiguos sombrados hoy campos baldíos. La naturaleza está viva en los sonidos, en la soledad, en los murmullos de las aves y los diminutos animales invisibles que acompaña mi sereno caminar.

El paseo entre los pinares se alarga en inmensidad de curvas ascendentes. Los prados has dejado paso, hace rato, a diferentes clases de espinos, a numerosos rebollos que han ido dejando su lugar a los pinos de reforestación; senderos que entrecruzan sus direcciones y exigen atención para elegir las veredas más cortas y más veraces, siempre hacia arriba buscando la loma de  pelada amplitud.  


Jose en el vértice Geodésico del Pico Tres Provincias.

Sobre el lomo de la cumbre cabalgo la línea entre Madrid y Segovia, las vistas inmensas y lejanas permiten extrapolar la belleza del mundo, la grandeza de toda la tierra más allá de las fronteras; imagino un mundo sin alambradas y sin cadenas. Los últimos pinos retorcidos por la intemperie arisca de esta altura, acompañan mi lentitud, mi silenciosa meditación mientras llego y me abrazo al vértice geodésico que marca la cima, hoy entre la nieve y la cencellada. Aquí estoy, aterido y feliz, junto al vértice geodésico del Pico Tres Provincias.

No importa el frio de esta jornada. Sé que triunfará la luz de la primavera. Sed felices y buscad la PAZ amables lectores. Os abrazo. 

Javier Agra