lunes, 15 de octubre de 2018

CAMINO DE SANTIAGO VI



El Camino de Santiago está siendo llevadero y sin sobresaltos. Ningún Fendetestas sale por estos bosques de ensoñado sosiego. Los peregrinos rumian silencios y recuerdos. Hoy su mente se ocupa del futuro de la humanidad, cuando de estos siete mil millones de habitantes sobre una inmensidad porque el trabajo y la misma sociedad se organicen con otros baremos: ¿Cómo nos darán de comer a tantas personas cuando el trabajo sea realizado fundamentalmente por la tecnología? ¿Cómo nos sentiremos humanos y desarrollaremos nuestros valores cuando no sea necesario ocupar el tiempo en producir?

Tupidos bosques entre el asombro y la magia.

La bruma de la mañana se disipa con el sol y el canto de las aves. Así entramos en la provincia de la Coruña por la aldea de Marco das Pías ya en el Concello de Sobrado dos Monxes donde queremos pernoctar, pese a que solamente caminaremos diecisiete kilómetros. Tengo ilusión por pasear los antiguos claustros del Monasterio Cisterciense de Santa María de Sobrado, donde está situado el Albergue de peregrinos.

La Laguna de Sobrado es amplia y llena de vida.

Cruzamos bajo tupidos bosques entre el asombro y la magia las aldeas de Esgueva y Mundelo; aún admirados por tanto encanto llegamos a la Laguna de Sobrado. Poco más allá entremos en el antiguo cenobio que se remonta al siglo X y que sobrevivió con esplendor hasta la Desamortización que aquí llegó en mil ochocientos treinta y cuatro, fecha en la que decayó hasta entrar en un estado ruinoso; en mil novecientos cincuenta y cuatro comenzó la restauración de este monumento “Patrimonio de la Humanidad” desde dos mil quince. De nuevo lo habitan, en una pequeña parte, los monjes cistercienses.

Por sus claustros paseé soliloquios y silencios, pensamientos y suspiros de tiempos remotos; conversé con los huesos de los antiguos pobladores, con las estrellas nocturnas y el salterio de vísperas y completas, con las talladas piedras de otros siglos y el sedoso musgo de hace unas semanas.

El Monasterio cisterciense de Santa María de Sobrado visto desde el Patio de Peregrinos.

Después de pasar una noche monacal, continuamos camino a Arzúa donde el Camino de Santiago se hace bullicio y multitud; en esta población confluyen varios “Caminos” con el Camino de Santiago Francés que es multitudinario en cualquier época del año. Aquí comimos queso, famoso por estas tierras, dormimos y madrugamos para continuar la penúltima jornada hasta Pedrouzo.

Ahora los pies ya están ligeros después de tantos días. Subimos y bajamos desniveles con la fortaleza de la cercanía de Santiago. Más allá de Salceda, entre bosques de eucaliptos y acebos, entre abedules y verdor, continúa el monumento al peregrino belga que murió en este punto del Camino. Vamos a dormir, mañana llegaremos a Santiago.

Iglesia de Baamonde y su triple crucero.

Estamos en la última jornada. Atrás han quedado bosques y arroyos, puentes y baños en aguas escondidas, ruinas que fueron viviendas de familias enteras hoy emigrantes, pueblos más grandes y aldeas, barrancos, cuestas, playas… El Arroyo Lavacolla tiene recuerdo de los antiguos peregrinos que en otros siglos hacían una jornada de descanso para lavar sus cuerpos y sus ropas, para reponer heridas y sentimientos antes de entrar cantando en Santiago de Compostela.

Hoy tenemos que pasar también por ese Arroyo, pero le ha arrebatado el nombre el aeropuerto y sus alambradas. El Monte do Gozo y allá abajo Santiago…



Han pasado las horas. Hoy nos aseamos en el albergue y vamos a darle un abrazo a la imagen del santo. Le abrazo y en su imagen quiero encontrar al apóstol antiguo y siempre nuevo. Santiago es una fiesta de emociones diferentes, de sentimientos diversos, de objetivos innumerables. Yo, me siento en un rincón de la Catedral y rezo.

Javier Agra

viernes, 12 de octubre de 2018

CAMINO DE SANTIAGO V


El Camino de Santiago desde Mondoñedo tiene dos caminos: el “difícil” y el “imposible” nos comentaban las personas del lugar con quienes departimos en nuestro tiempo de sosegado paseo por el espacioso pueblo. Al amanecer, los dos peregrinos decidimos caminar por el señalado como difícil que es el más transitado.

El Camino de Santiago en Galicia es una mezcla prodigiosa de caminos bien trazados, de senderos cuidados, de bosques de diferentes especias, de praderas, de luz y bruma, de sol y nubes…

La llovizna de la madrugada extiende en Galicia multitud de olores en el amanecer, la neblina se dispersa con la luz y la naturaleza entera brilla de matices y colores. Los bosques suenan a vitalidad y emoción entre la llamada de las ciervas madres a sus crías, el canto de los últimos gallos que esperan rezagados y pacientes el paso de los peregrinos para comunicarles que estén atentos a la luz de la mañana llena de bailes de hojas y ramas, de helechos y maizales…

Cerca de este puente, en la soledad del soleado bosque, lejos de lobos y miradas humanas nos bañamos en calidez de un pequeño río que aquí asoma.

Cuando parece que hemos terminado las subidas y bajadas, una nueva curva nos descubre un puente con su arroyo como invitación  a la desnudez y al baño en medio del bosque. Los peregrinos imaginan siglos pasados con lobos acechando su paso, pero no tienen miedo y deciden emplear un tiempo en el baño reposado. No aparecen los lobos y los peregrinos continúan su caminar.

En el Albergue “O Xistral” escuché una amplia conversación entre el viento y las hamacas, entre los árboles y el camino…

Con el  día avanzado llegamos a las altas mesetas de la Tierra Chá entre vacas y cultivos; la vista se alarga durante muchos kilómetros. Llegamos al albergue “O Xistral” que nos parece un paraíso de encinas y frutales. Aquí hacemos noche antes de continuar hacia Vilalba y Baamonde. Hemos pasado antes por Pontevella y su puente de tres ojos, por su cementerio donde “da gusto estar muerto” nos dicen algunas personas con quienes hablamos de los cuidados mausoleos que se adivinan y aún se ven sobre las tapias. Otra noche en Baamonde.

El Camino de Santiago en Galicia en una mezcla de historia y novedad, de sorpresa y entusiasmo, de verdor, piedra, animales y canciones... 

El pequeño río Parga se cruza sobre un puente gótico entre la bruma de la mañana y la silueta burlona de los eucaliptos, enseguida dejamos atrás la también gótica capilla de San Alberte que bendice desde su soledad la amplitud de estos bosques gallegos que jalonan nuestra marcha.

Cruzamos diferentes y diminutas aldeas que ocultan su nombre al peregrino; en algunas no vemos a ninguna persona, en otras saludamos con cortesía a sus habitantes, con cortesía y curiosidad por saber el nombre del lugar… Seixón…Miraz…

En mitad de los montes de Miraz nos encontramos unos peregrinos sin prisa ni tiempo.

Dicen los papeles consultados que en Miraz comienza una sostenida y prolongada subida hasta Roxica. Solamente nos acompaña la vegetación, tres peregrinos austríacos que caminan deprisa y nos pierden, dos rebaños de ovejas y el sol que hoy está más peleón que de costumbre para alentar en lumbre y en luz nuestra ascensión.

Son las dos de la tarde cuando llegamos a Roxica donde hay un albergue desde hace pocos años. Aquí nos quedamos. El trato lleno de cariño en este lugar que invita al solaz será una tentación a quedarme varios días si alguna vez paso por las cercanías.

Javier Agra.  

jueves, 11 de octubre de 2018

CAMINO DE SANTIAGO IV


La costa se termina en nuestro caminar hacia Santiago. Pasamos la noche en Ribadeo; el albergue es de pequeñas dimensiones pero agradable y limpio. Las vistas sobre la ría abierta al mar llenan de sosiego al peregrino y sin duda serán de solaz para quien desee adentrarse en estos altos acantilados donde hace pocos años transformaron en agradabilísimo parque y paseo un embarcadero que antaño aprovechó las calas y entrantes de agua y tierra.

Parque etnográfico El Cargadero. La fotografía está tomada desde la Pasarela de este Parque etnográfico O Cargadoiro. Esta pasarela recrea el final de una vía estrecha hasta la que llegaban los trenes cargados de hierro y desde el que descargaban el mineral en los barcos a través de un complejo de poleas.

En las conversaciones de la noche, “El Vasco” nos comunicó su voluntad de acercarse a la playa de Las Catedrales, con tanta convicción e insistencia que mudamos nuestro plan para el día siguiente. Conviene ir con la marea baja. Salimos a pie y cuando pareció que apremiaba el tiempo, nos subimos a un autobús que acertó a pasar en dirección a nuestro objetivo.

Seguramente la fortuna hace progresar unos destinos “turísticos” mientras mantiene a otros lugares en el ostracismo. La playa de Las Catedrales ha tenido éxito además de ser un lugar curioso, en efecto. El innúmero de personas que allí se agolpan puede hacer inquietante la visita para quien lleva algún tiempo entre la soledad anacoreta y el viaje peregrino. Preciosas formaciones que también podrían llevar el sobrenombre de La Biblioteca por las láminas finas de la ancestral roca formando libros inmensos de antiquísima lectura geológica.



Dos de las muchas fotografías de la Playa de Las Catedrales.

Nos despedimos de El Vasco quien camina más raudo que nosotros y salimos en la dirección que el viento nos mandaba, siempre en la búsqueda de Santiago de Compostela. No llegué a preguntarle el nombre al “Vasco”, un muchacho de pocos años y mucha energía que quería llegar a Santiago y aún recorrer alguna otra parte de Galicia de donde fueron sus padres antes de emigrar a Bilbao como tantos otros emigrantes de la tierra.

Senderos, caminos, el bosque de eucaliptos del Monte Calvario a la entrada de Lourenzá… Los dos compañeros peregrinos queríamos llegar a Mondoñedo, lugar con catedral y nombre sonoro para pasear sus calles y gozar su historia, por eso subimos a un autobús que nos dejó en la plaza cuando ya teníamos cerca de treinta kilómetros recorridos bajo nuestras plantas.

Fachada de la Catedral de Mondoñedo. Sede de la catedral del obispado Mondoñedo-Lugo desde el año 1112; según las crónicas, en mil doscientos cuarenta y seis mostraba un estado muy avanzado de construcción aunque se concluyó en el siglo catorce.

Atrás quedaba el mar y sus acantilados. Atrás las olas y el Cantábrico, atrás las alturas de acantilado y las arenosas playas, atrás el murmullo de las olas y la brisa salada de las madrugadas. Ante nosotros las tierras de interior de Galicia y sus redondas montañas, los caminos de aguacero y de novela…

Javier Agra.