domingo, 31 de marzo de 2013

CABEZA DEL CERVUNAL (MONDALINDO)


Al Puerto de Canencia le ha tocado en suerte quedar majestuosamente aislado de cualquier lugar de paso; por eso duerme sin desvelos ni obligaciones; por eso, tal vez, es tan acogedor con cuantos viajeros anidan en sus pinares. Aquí llegamos despacio, nos calzamos las botas, saludamos a la fuente de piedra del Hornillo y salimos hacia el Mondalindo por el sendero de imposible pérdida que sale también en dirección a Bustarviejo.

Cuesta de la Plata


El sendero tiene una breve y suave pendiente a la sombra del pinar. Enseguida a nuestra izquierda encontramos una pared de piedra, aún podemos continuar el sendero un breve tiempo pues la subida hacia la Cuesta de la Plata está muy marcada; ahora si hemos dejado el sendero que va hacia el pueblo, nosotros subimos montaña arriba siguiendo los hitos sendero adelante. Aquí medito cómo lo que parece más obvio, no siempre es la realidad, no señor, no es todo a derecho cortafuegos arriba, resulta más sencillo en zigzag hacia el pinar que sube montaña arriba por nuestra derecha. ¡Vele, así subiremos!

¡Tantos años en Madrid! ¿Y me he venido a enterar ahora que en el cercano Bustarviejo hubo una explotación minera de Plata? Desde el siglo quince fue un referente económico de la zona hasta entrado el siglo veinte, aunque es verdad que en diferentes momentos se mantuvo más por nostalgia que por beneficio económico; hoy es un conjunto de oxidados hierros y otros restos desparramados que hacen del lugar un espacio triste y otros adjetivos que no añado, por el decoro del texto que relato. Esta parte de la historia no conforma el paisaje y lugar por el que hoy transitamos.

Llegamos pues, a las peñas elegantes de la cima de la Cuesta de la Plata y continuamos sendero arriba hacia la Cabeza de la Braña. Hasta nuestra izquierda se extiende un frondoso pinar, nosotros buscamos la cumbre pisando un cortafuegos, a nuestra derecha numerosas montañas, despejadas visiones de embalses y verdor en la recién estrenada primavera. Aquí se me antoja una fotografía para recordar por siempre este momento. Aquí dejo el recuerdo que consigue Jose entre nubes y montañas hacia la Sierra de la Cabrera y los Montes Carpetanos, más allá de los cercanos brezos y piornos.


¡Un concierto! Las aves han llegado hoy hasta este paisaje. Están recorriendo en una inmensa gira musical los más de treinta lugares que en España recogen el topónimo Braña, usado por los pastores del norte cantábrico para referirse a lugares de fértil pasto. Aquí podrían pastar a sus anchas diferentes especies animales en los Collados que flanquean la cumbre – Collado Cerrado y Collado Abierto –. Dejamos un enorme hito de piedras y nos colamos –sin mala intención y sin riesgo alguno – bajo una simbólica alambrada y hacemos cumbre en esta sosegada Cabeza de la Braña, hoy arropada entre la niebla que viene y va como si participara en un antigua baile de fiesta de pueblo… ¡Ay, los pueblos aquellos donde…! (pero de aquellos pueblos ya he hablado muchas veces).

Cabeza de la Braña. Tendré que hacer algún curso intensivo de fotografía, las pocas veces que lanzo la imagen para que salga Jose, lo inclino tanto que parece que lo quiera descabalgar.

Llegar a la Cabeza del Cervunal o Mondalindo requiere su tiempo. El camino es largo, hemos de bajar el Collado Abierto y continuar por La Albardilla y la Majada de los Arrieros. Plácidamente – la ruta de hoy es plácida, serena y sosegada – llegamos al Mondalindo con su pluviómetro incluido. Parece que hoy estoy estudiando para “descubridor”; en algún lugar he oído que a la cima se le debe llamar “Cabeza del Cervunal” pues el Mondalindo es el conjunto del cancho del que también forma parte la cima misma llamada, como queda dicho, Cabeza del Cervunal. Nosotros, fuera de nombres y polémicas, disfrutamos de las vistas grandiosas que desde aquí parten en todas las direcciones.

Pluviómetro

Jose inclinado, no tanto por la fuerza del viento sino por mi ineficaz enfoque

La vuelta hasta el Puerto de Camencia lo hicimos por el mismo lugar, con la variante de la senda que bordea la Cabeza de la Braña por su izquierda (a nuestro regreso). Allí encontramos la filosofía de la montaña que dice que lo que ganas de reposo evitando un desnivel lo pierdes en esfuerzo derrotando la oposición de los piornos. Magnífica excursión en la que empleamos más de seis horas (dato innecesario que aporto porque algunas personas me piden tiempos. El tiempo en la montaña es muy relativo, porque se puede correr más o emplear muchos minutos en admirar, escuchar, fotografiar, contemplar…)

Javier Agra.  

domingo, 24 de marzo de 2013

NOMBRE DE LOS SIETE PICOS


Para recorrer esta tierra, nada como ir con las botas calzadas y caminar por las veredas. Así dará tiempo a conversar con los árboles del sendero y las mariquitas de la pradera; dará tiempo a seguir el vuelo sereno de un ave y el sosiego navegar de las hojas por el aíre; ver las formas de las montañas y los meandros de los arroyos.

Siete Picos desde Praderas de Majalasna

Caminando, caminando…llegué hasta Siete Picos esta mañana de nieve y primavera. El  Dragón se la Sierra se acercaba  silencioso; yo era un caballero medieval con adarga y espolones, dispuesto a recorrer su lomo y nombrarle con otros nombres luminosos. Un trago de agua en la fuente de la Pradera de Majalasna y a conquistar con sagacidad su cima: el Pico Majalasna es el de menor altura de los siete y recibe ese nombre porque viene a ser la corona cimera de la tal pradera. Alejado de los otros seis, no pocas veces lo dejamos de lado cuando paseamos Siete Picos en dirección a Navacerrada.

Los otros seis picos dieron en llamarse por el número ordinal que ocupan. He leído que el ingeniero geógrafo Juan López, personaje de montaña y de fantasías literarias, que vivió la segunda mitad del siglo diecinueve y los primeros treinta y nueve del veinte, los nombró con los nombres propios de algún personaje montañero que recorrió los picos con objetivos cartográficos y científicos. El Pico Majalasna se libró de estos nombres, siempre ha estado con presencia discutida, pero yo siempre lo mantendré en el mismo abrazo. Tal vez en alguna escondida cueva duerman los murciélagos; tal vez sea oportuno sentarse a contemplar el eterno vuelo de los vencejos; tal vez…

Cumbre segundo Pico

Al segundo, lo nombró como Pico de Tomás López – cartógrafo de Carlos III – es un pico menudo y de fácil acceso, con una hermosa explanada en su peña cimera. El tercero, de nombre Benito López – cartógrafo – permanece como señor de los bosques de Valsaín dominando una planicie de variedad de senderos. El geógrafo Francisco López, le da nombre al cuarto: tal vez aquí sea oportuno recordar los mapas, pues una desacertada decisión puede llevar al montañero cuesta abajo hasta enriscarse en pérdidas sin mayores consecuencias que emplear más tiempo en retomar la buena senda. Siempre seremos agradecidos a la montaña, siempre la trataremos con respeto y con cariño, porque es un dragón dormido si la acariciamos o un fiero dragón que lanza fuego si somos temerarios.

En Siete Picos, ante la duda, siempre debemos mirar al cielo y subir hacia la altura. Así en cada visita ascenderemos dos o tres cimas y en poco tiempo las habremos coronado todas. Vamos pues a subir al quinto pico llamado Nemesio López – médico de la Corte – quien observaba las plantas desde la admiración y la naturaleza saludable de las mismas; no es de extrañar pues la montaña es siempre maternal y produce una esperanza infinita Al sexto, Juan López – ingeniero geógrafo – llegaremos después de un remansado sendero entre crestas que dominan la vertiente madrileña y las vistas segovianas; a la vera de este pico, en días de bonanza, seguramente pasó tiempo anotando cuadrantes y soñando romanzas.

Y ya estamos a los pies del séptimo pico que Juan López nombró como Nemesio López – geógrafo y meteorólogo – y al que hoy continuamos nombrando como Somontano; es el más alto – por diecinueve metros nada más –. Accedemos a su vértice geodésico entre trepando y reptando los primeros pasos; después caminamos con más soltura hasta abrazar el vértice ¿dulcifican las peñas su angostura o acaso hemos superado el primer susto y todo nos parece más llevadero?

¿Los nombres de los Siete Picos? Tú, lector, coloca tus dedos con unción sobre cada una de las cimas y dales el nombre de tu corazón; serán caballos que vuelan o acaso águilas que toman parte en tu conversación; serán olas del mar lejano o florecidos jazmines; los nombres que tú, lector viajero, les poses con tu dedo, serán los nombres eternos de los Siete Picos.

El sendero se sosiega de inmediato hasta llevarnos, montaña y maravilla, hasta el Puerto de Navacerrada donde están tantos coches caminando hacia Madrid que será milagro no encontrar aposento en algún asiento libre a poco que el montañero solitario haga autostop. Y si volvemos en tren, siempre tendremos tiempo de soñar: de soñar dormidos porque la fatiga nos nubla el entendimiento en el reposo del regreso; de soñar despiertos porque para siempre quedará en la retina el paisaje seguramente más bello desde las cumbres de la Sierra de Madrid.

Javier Agra.

jueves, 21 de marzo de 2013

PRIMAVERA 2013


                                                                                          Escribo esta prosa para celebrar
                                                                                          la luz de esta jornada dedicada
                                                                                          a la poesía.

¿Qué importa la cadencia y la rima de unas letras?
Sí, importa.
Pero entre la poesía y la prosa está la sangre, está el corazón, está la vida, que son canales de comunicación.
Importa la palabra.
También importa la tierra.
Importan las gentes que habitan, siembran, se agrupan de dos en dos a veces y otras veces en muchedumbres de manifestación para reclamar mejores repartos de la riqueza de la tierra.

La montaña de Guadarrama tiene formas de rocas que despiertan la fantasía y la libertad: ésta que aquí vemos, se llama La Maza.

Algún día se dormirán tus ojos que van mudando sus colores cada madrugada de primavera y tus pasos seguirán nadando en el éter musical de la enramada donde los trinos se confunden con las gotas calientes que traen el vapor de la nevada, más allá de las pisadas de luz y de las hojas que contaste entre tus dedos cuando ya el sol estaba entre los pinos frondosos de la sierra blanca de nieve, azul de reflejos, brillante de esperanza.

Desciende de la Morcuera un agua que irradia luz; su curso busca el silencio del Paular.

Algún día soñará tu corazón eternos paseos entre los verdes pinares, entre los robles vestidos de jaspe y sepia y entenderás la paz libre de la montaña, donde las rocas se mueven durante la noche cuando los montañeros se retiran a las ciudades iluminadas, donde las liebres y los lagartos cuentan historias de bandoleros y de princesas, historias de antiguas épocas cuando el tiempo tenía la lentitud de la lumbre en el hogar.

Esta tarde, caminante en los ribazos florecidos de nieve y primavera, avanza lento –como si deslizaras palabras, ideas y consejas – entre las luminosas piedras y deja a tu corazón sembrar esperanza con las alas de tus sueños; despacio, caminante, porque aún susurra sus primeros murmullos la primavera y quiere diluir tu presencia con los mismos ecos de la tierra, codo a codo con las aves y las fieras; despacio caminante que tu respiración está acompasada a las flores que apuntan esta primavera.

No son secuencias de Pipa en el mismo baño; estos dos perros distintos  -Pipa y Blanca- nos recuerdan que los días son un ir y venir por las aguas de la vida.

Más allá de las cuatro sonrisas de la luna, cabalgando entre los nuevos libros y la memoria antigua, nadarán en el aire iluminado bandadas de peces y de pájaros. Y volverá el sol con su babero, con su plato de nieve y su cuchara, a recorrer montañas de brillo, a ilusionar tardes de primavera.

Se dormirá la música de tus pisadas y seguirán los senderos abiertos en la Sierra; seguirán las flores y la brisa cuando algún día se duerman tus ojos y camines por otras montañas y otras arenas          

Javier Agra.                                              

sábado, 9 de marzo de 2013

MALICIOSA CHICA


Tenaces amarras a la Sierra pegadas,
lumbres dormidas en el encuentro oblicuo.

La Senda de los Porrones aumenta de tamaño cuando los montañeros se adentran en su respiración de siglos. Los pinos en conversación reverente nos ofrecen siluetas de libertad y remanso de silencio. La Sierra aumenta su tamaño porque los montañeros somos poca dimensión frente a la ingente mole de naturaleza. Decidimos entregarle nuestro pensamiento y nuestra canción para estar a la altura de tan gran belleza. Pronto nos damos cuenta que la naturaleza compensa los siglos de experiencia de la montaña, con los deseos de vida intensa de los humanos, de las aves, de los animales diminutos y de las grandes cabras que convivimos entre el temor, el respeto y la sorpresa. A nuestro lado siempre camina una palabra de aliento montaña arriba y así vemos la lejanía de la cumbre desde la plenitud de la esperanza de éxito compartido.


El Collado del Terrizo tiene la nevera abierta y esta noche se ha quedado a vivir un manto blanco que nos cubre botas, rodillas y tristeza. La nevada de estos días repica a gloria entre las espadañas de las copas de los pinos y los destellos de oro de las brillantes rocas. Los pinos inundan de luz con hoja verde, con hoja amanecida a la promesa de libertad las pisadas aún inmaduras de los montañeros; en nuestros pechos saltan cascadas sonoras de futuro que van de las hojas a la raíz del pino y desde allí a toda la tierra, en un viaje de retornos compartidos desde la naturaleza a la sonrisa, desde la senda pisada a cada paso hasta el aíre sin fronteras que está transformado en sinfonía  de aves.


Hemos dejado atrás las fuentes – incluida la Fuente del Retén –, abajo susurra lejano el arroyo de la Umbría de la Garganta. Nuestras pisadas apuntan hacia el cielo de la Sierra, donde dominan las aves de caza, donde los pinos esconden su frondosidad y apenas se atreven a mirar por encima de las piedras porque saben que su hogar está más abajo, porque han subido esta noche y ahora – cuando llegan las pisadas de humanos – tienen que disimular que no se mueven ni caminan por el monte cuando nosotros nos marchamos. A esta altura, donde las piedras se agarran al suelo con nostalgia de la cumbre, la respiración de los montañeros está fatigada; a esta altura aumentan las paradas y vislumbramos ya la amplitud de cumbre de la Maliciosa Baja.

Desde la llanura de la cumbre de la Maliciosa Baja vemos cercana la Maliciosa, hermana mayor de nuestra ruta de hoy.

Paso a paso la cumbre aguarda; aquí es el brillo de los ojos; aquí las manos señalan otras cimas, otros nombres, otras sierras; aquí la brisa se engalana de palabras suaves para no herir al silencio que duerme desde hace siglos en la montaña; aquí sabemos que nuestros ojos se gastarán contemplando la grandeza y admirando la sencilla eternidad de las cumbres donde unos arbustos ceden sitio a los otros sin miedo ni lágrimas; aquí aprendemos los montañeros que es necesario dejar espacio para que otros – dentro de muchos siglos – puedan seguir calzando botas, getres, crampones…para su disfrute y para sabiduría de la montaña.

Grandiosas vista desde la cumbre de la Maliciosa Baja. Observa lector el tramo de tierra montaña abajo, es el Collado de los Pastores al que hemos de llegar para iniciar el regreso.

Regresamos entre pérdidas y búsquedas. ¿Llegamos al Prado de la Zorra? Riachuelos, senderos, variedad infinita de vegetales, de arbustos, de siglos de silencio nos fueron marcando el camino como en una carrera de relevos; allí fuimos colgando un trozo de corazón; aquí nació otro pensamiento…El tiempo se detiene para mirar cómo buscan sitio los arroyuelos que nacieron esta mañana de los nidos del deshielo; perdidos entre los matorrales sin nombre y sin sendero llamamos a las cabras de monte, a los conejos y a las aves…ellos sabrán guiarnos y llevarnos hasta la senda.

Hemos aprendido otra lección. Si alguna vez pierdes la senda en la vida, no desesperes; busca y cuando regreses al camino aumentará la paz.

Javier Agra.

sábado, 2 de marzo de 2013

ÉGLOGA A LA MALICIOSA CHICA


El día se presentaba muy prometedor. Es suficiente con observar la cara de gozo de este grupo de montañeros.
       
¡Venid montañeros,
acudid con sigilo
no se despierten las ninfas!
      ¡Si supiera cantar a las ninfas!
¡Si supiera despertar
y hacer volar por el aíre
el leve suspiro de su letargo!

Vista de la Cuerda Larga desde la Senda de los Porrones.

Aún siguen dormidas,
las he visto entre los velos de la aurora
entre peñascos montaña arriba
entre la tibia maleza escondidas
como respiración de la última nieve caída.
      ¡Silencio! Pían las avecillas
y con la flauta de su canto
acompasan los desmayados suspiros
de los valientes montañeros agrestes
con la respiración reposada de su esfuerzo
en busca de la brillosa cumbre.



 ¡Ánimo! Susurran los pinos musicales:
Sus ramas son tubos de órgano
en este brillante templo verde
de la falda de vívida luz policromada
montaña arriba camino de la Maliciosa Chica.
       Habéis llegado.
Yo soy la anchurosa cima
De brillos plateada
Del sol y del aíre enamorada
Do saltan las felices cabras
Y bailan en corro lagartijas y calandrias.

Ya estamos en la cima. No hay más que ves la cara de entusiasmo del grupo.

¡Te saludamos Maliciosa Chica
trozo vivo de la madre naturaleza
porque nos das abrazos de la madre tierra
y alumbras con tu reposada cumbre
nuestros ojos y nuestra alma!
      ¡Sentaos aquí, mirad!
Estáis en la cima, donde la brisa es lumbre
la claridad es salto hacia el infinito,
la lejanía abrazo sin fronteras
y las otras cumbres miradas hermanas..

En medio de la nieve y de la helada continuamos con luz en la mirada

Regresamos por tierras llanas.
Allí fue donde, por perseguir faunos y ninfas,
perdimos la senda sosegada, la vereda clara,
entre feroces peñascos y sonoras carcajadas
no encontramos ninfas ni faunos
nos quedamos sin rumbo y sin meta.

De regreso imploramos el perdón de los mapas
entre sonrisas de arroyos y malezas decoradas
(estaba el sol en el cielo y las estrellas alejadas)
volvimos a la conversación del sosiego y la promesa
regresamos al sendero y a los coches
cobijo piadoso de montañeros en libertad.

Vista de la Maliciosa desde el Collado de los Pastores.

Resumen (por si  se te hace larga la égloga):
Subimos con esfuerzo,
gozamos de la cumbre,
regresamos con búsqueda y libertad.

Javier Agra.