domingo, 24 de marzo de 2013

NOMBRE DE LOS SIETE PICOS


Para recorrer esta tierra, nada como ir con las botas calzadas y caminar por las veredas. Así dará tiempo a conversar con los árboles del sendero y las mariquitas de la pradera; dará tiempo a seguir el vuelo sereno de un ave y el sosiego navegar de las hojas por el aíre; ver las formas de las montañas y los meandros de los arroyos.

Siete Picos desde Praderas de Majalasna

Caminando, caminando…llegué hasta Siete Picos esta mañana de nieve y primavera. El  Dragón se la Sierra se acercaba  silencioso; yo era un caballero medieval con adarga y espolones, dispuesto a recorrer su lomo y nombrarle con otros nombres luminosos. Un trago de agua en la fuente de la Pradera de Majalasna y a conquistar con sagacidad su cima: el Pico Majalasna es el de menor altura de los siete y recibe ese nombre porque viene a ser la corona cimera de la tal pradera. Alejado de los otros seis, no pocas veces lo dejamos de lado cuando paseamos Siete Picos en dirección a Navacerrada.

Los otros seis picos dieron en llamarse por el número ordinal que ocupan. He leído que el ingeniero geógrafo Juan López, personaje de montaña y de fantasías literarias, que vivió la segunda mitad del siglo diecinueve y los primeros treinta y nueve del veinte, los nombró con los nombres propios de algún personaje montañero que recorrió los picos con objetivos cartográficos y científicos. El Pico Majalasna se libró de estos nombres, siempre ha estado con presencia discutida, pero yo siempre lo mantendré en el mismo abrazo. Tal vez en alguna escondida cueva duerman los murciélagos; tal vez sea oportuno sentarse a contemplar el eterno vuelo de los vencejos; tal vez…

Cumbre segundo Pico

Al segundo, lo nombró como Pico de Tomás López – cartógrafo de Carlos III – es un pico menudo y de fácil acceso, con una hermosa explanada en su peña cimera. El tercero, de nombre Benito López – cartógrafo – permanece como señor de los bosques de Valsaín dominando una planicie de variedad de senderos. El geógrafo Francisco López, le da nombre al cuarto: tal vez aquí sea oportuno recordar los mapas, pues una desacertada decisión puede llevar al montañero cuesta abajo hasta enriscarse en pérdidas sin mayores consecuencias que emplear más tiempo en retomar la buena senda. Siempre seremos agradecidos a la montaña, siempre la trataremos con respeto y con cariño, porque es un dragón dormido si la acariciamos o un fiero dragón que lanza fuego si somos temerarios.

En Siete Picos, ante la duda, siempre debemos mirar al cielo y subir hacia la altura. Así en cada visita ascenderemos dos o tres cimas y en poco tiempo las habremos coronado todas. Vamos pues a subir al quinto pico llamado Nemesio López – médico de la Corte – quien observaba las plantas desde la admiración y la naturaleza saludable de las mismas; no es de extrañar pues la montaña es siempre maternal y produce una esperanza infinita Al sexto, Juan López – ingeniero geógrafo – llegaremos después de un remansado sendero entre crestas que dominan la vertiente madrileña y las vistas segovianas; a la vera de este pico, en días de bonanza, seguramente pasó tiempo anotando cuadrantes y soñando romanzas.

Y ya estamos a los pies del séptimo pico que Juan López nombró como Nemesio López – geógrafo y meteorólogo – y al que hoy continuamos nombrando como Somontano; es el más alto – por diecinueve metros nada más –. Accedemos a su vértice geodésico entre trepando y reptando los primeros pasos; después caminamos con más soltura hasta abrazar el vértice ¿dulcifican las peñas su angostura o acaso hemos superado el primer susto y todo nos parece más llevadero?

¿Los nombres de los Siete Picos? Tú, lector, coloca tus dedos con unción sobre cada una de las cimas y dales el nombre de tu corazón; serán caballos que vuelan o acaso águilas que toman parte en tu conversación; serán olas del mar lejano o florecidos jazmines; los nombres que tú, lector viajero, les poses con tu dedo, serán los nombres eternos de los Siete Picos.

El sendero se sosiega de inmediato hasta llevarnos, montaña y maravilla, hasta el Puerto de Navacerrada donde están tantos coches caminando hacia Madrid que será milagro no encontrar aposento en algún asiento libre a poco que el montañero solitario haga autostop. Y si volvemos en tren, siempre tendremos tiempo de soñar: de soñar dormidos porque la fatiga nos nubla el entendimiento en el reposo del regreso; de soñar despiertos porque para siempre quedará en la retina el paisaje seguramente más bello desde las cumbres de la Sierra de Madrid.

Javier Agra.

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