Para recorrer
esta tierra, nada como ir con las botas calzadas y caminar por las veredas. Así
dará tiempo a conversar con los árboles del sendero y las mariquitas de la pradera;
dará tiempo a seguir el vuelo sereno de un ave y el sosiego navegar de las
hojas por el aíre; ver las formas de las montañas y los meandros de los arroyos.
Siete Picos desde Praderas de Majalasna
Caminando,
caminando…llegué hasta Siete Picos esta mañana de nieve y primavera. El Dragón se la Sierra se acercaba silencioso; yo era un caballero medieval con
adarga y espolones, dispuesto a recorrer su lomo y nombrarle con otros nombres
luminosos. Un trago de agua en la fuente de la Pradera de Majalasna y a
conquistar con sagacidad su cima: el Pico Majalasna es el de menor altura de
los siete y recibe ese nombre porque viene a ser la corona cimera de la tal
pradera. Alejado de los otros seis, no pocas veces lo dejamos de lado cuando
paseamos Siete Picos en dirección a Navacerrada.
Los otros seis
picos dieron en llamarse por el número ordinal que ocupan. He leído que el
ingeniero geógrafo Juan López, personaje de montaña y de fantasías literarias,
que vivió la segunda mitad del siglo diecinueve y los primeros treinta y nueve
del veinte, los nombró con los nombres propios de algún personaje montañero que
recorrió los picos con objetivos cartográficos y científicos. El Pico Majalasna
se libró de estos nombres, siempre ha estado con presencia discutida, pero yo
siempre lo mantendré en el mismo abrazo. Tal vez en alguna escondida cueva
duerman los murciélagos; tal vez sea oportuno sentarse a contemplar el eterno
vuelo de los vencejos; tal vez…
Cumbre segundo
Pico
Al segundo, lo
nombró como Pico de Tomás López – cartógrafo de Carlos III – es un pico menudo
y de fácil acceso, con una hermosa explanada en su peña cimera. El tercero, de
nombre Benito López – cartógrafo – permanece como señor de los bosques de
Valsaín dominando una planicie de variedad de senderos. El geógrafo Francisco
López, le da nombre al cuarto: tal vez aquí sea oportuno recordar los mapas,
pues una desacertada decisión puede llevar al montañero cuesta abajo hasta
enriscarse en pérdidas sin mayores consecuencias que emplear más tiempo en
retomar la buena senda. Siempre seremos agradecidos a la montaña, siempre la
trataremos con respeto y con cariño, porque es un dragón dormido si la
acariciamos o un fiero dragón que lanza fuego si somos temerarios.
En Siete Picos,
ante la duda, siempre debemos mirar al cielo y subir hacia la altura. Así en
cada visita ascenderemos dos o tres cimas y en poco tiempo las habremos
coronado todas. Vamos pues a subir al quinto pico llamado Nemesio López – médico
de la Corte – quien observaba las plantas desde la admiración y la naturaleza
saludable de las mismas; no es de extrañar pues la montaña es siempre maternal
y produce una esperanza infinita Al sexto, Juan López – ingeniero geógrafo –
llegaremos después de un remansado sendero entre crestas que dominan la
vertiente madrileña y las vistas segovianas; a la vera de este pico, en días de
bonanza, seguramente pasó tiempo anotando cuadrantes y soñando romanzas.
Y ya estamos a
los pies del séptimo pico que Juan López nombró como Nemesio López – geógrafo y
meteorólogo – y al que hoy continuamos nombrando como Somontano; es el más alto
– por diecinueve metros nada más –. Accedemos a su vértice geodésico entre
trepando y reptando los primeros pasos; después caminamos con más soltura hasta
abrazar el vértice ¿dulcifican las peñas su angostura o acaso hemos superado el
primer susto y todo nos parece más llevadero?
¿Los nombres de
los Siete Picos? Tú, lector, coloca tus dedos con unción sobre cada una de las
cimas y dales el nombre de tu corazón; serán caballos que vuelan o acaso águilas
que toman parte en tu conversación; serán olas del mar lejano o florecidos
jazmines; los nombres que tú, lector viajero, les poses con tu dedo, serán los
nombres eternos de los Siete Picos.
El sendero se sosiega
de inmediato hasta llevarnos, montaña y maravilla, hasta el Puerto de
Navacerrada donde están tantos coches caminando hacia Madrid que será milagro
no encontrar aposento en algún asiento libre a poco que el montañero solitario
haga autostop. Y si volvemos en tren, siempre tendremos tiempo de soñar: de
soñar dormidos porque la fatiga nos nubla el entendimiento en el reposo del
regreso; de soñar despiertos porque para siempre quedará en la retina el paisaje
seguramente más bello desde las cumbres de la Sierra de Madrid.
Javier Agra.
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