Escribo
esta prosa para celebrar
la luz
de esta jornada dedicada
a
la poesía.
¿Qué importa la
cadencia y la rima de unas letras?
Sí, importa.
Pero entre la
poesía y la prosa está la sangre, está el corazón, está la vida, que son
canales de comunicación.
Importa la
palabra.
También importa
la tierra.
Importan las
gentes que habitan, siembran, se agrupan de dos en dos a veces y otras veces en
muchedumbres de manifestación para reclamar mejores repartos de la riqueza de
la tierra.
La montaña
de Guadarrama tiene formas de rocas que despiertan la fantasía y la libertad:
ésta que aquí vemos, se llama La Maza.
Algún día se
dormirán tus ojos que van mudando sus colores cada madrugada de primavera y tus
pasos seguirán nadando en el éter musical de la enramada donde los trinos se confunden
con las gotas calientes que traen el vapor de la nevada, más allá de las
pisadas de luz y de las hojas que contaste entre tus dedos cuando ya el sol
estaba entre los pinos frondosos de la sierra blanca de nieve, azul de
reflejos, brillante de esperanza.
Desciende de la
Morcuera un agua que irradia luz; su curso busca el silencio del Paular.
Algún día soñará
tu corazón eternos paseos entre los verdes pinares, entre los robles vestidos
de jaspe y sepia y entenderás la paz libre de la montaña, donde las rocas se
mueven durante la noche cuando los montañeros se retiran a las ciudades
iluminadas, donde las liebres y los lagartos cuentan historias de bandoleros y
de princesas, historias de antiguas épocas cuando el tiempo tenía la lentitud
de la lumbre en el hogar.
Esta tarde,
caminante en los ribazos florecidos de nieve y primavera, avanza lento –como si
deslizaras palabras, ideas y consejas – entre las luminosas piedras y deja a tu
corazón sembrar esperanza con las alas de tus sueños; despacio, caminante, porque
aún susurra sus primeros murmullos la primavera y quiere diluir tu presencia
con los mismos ecos de la tierra, codo a codo con las aves y las fieras;
despacio caminante que tu respiración está acompasada a las flores que apuntan
esta primavera.
No
son secuencias de Pipa en el mismo baño; estos dos perros distintos -Pipa y Blanca- nos
recuerdan que los días son un ir y venir por las aguas de la vida.
Más allá de las
cuatro sonrisas de la luna, cabalgando entre los nuevos libros y la memoria
antigua, nadarán en el aire iluminado bandadas de peces y de pájaros. Y volverá
el sol con su babero, con su plato de nieve y su cuchara, a recorrer montañas
de brillo, a ilusionar tardes de primavera.
Se dormirá la
música de tus pisadas y seguirán los senderos abiertos en la Sierra; seguirán
las flores y la brisa cuando algún día se duerman tus ojos y camines por otras
montañas y otras arenas
Javier Agra.
¡Qué fotos tan bonitas! Y el texto llega al corazón de los montañeros, aunque yo esté en la categoría de aficionada
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