Al Puerto de Canencia le ha tocado en suerte quedar majestuosamente aislado de cualquier lugar de paso; por eso duerme sin desvelos ni obligaciones; por eso, tal vez, es tan acogedor con cuantos viajeros anidan en sus pinares. Aquí llegamos despacio, nos calzamos las botas, saludamos a la fuente de piedra del Hornillo y salimos hacia el Mondalindo por el sendero de imposible pérdida que sale también en dirección a Bustarviejo.
Cuesta de la Plata
El sendero tiene una breve y suave pendiente a la sombra del pinar. Enseguida a nuestra izquierda encontramos una pared de piedra, aún podemos continuar el sendero un breve tiempo pues la subida hacia la Cuesta de la Plata está muy marcada; ahora si hemos dejado el sendero que va hacia el pueblo, nosotros subimos montaña arriba siguiendo los hitos sendero adelante. Aquí medito cómo lo que parece más obvio, no siempre es la realidad, no señor, no es todo a derecho cortafuegos arriba, resulta más sencillo en zigzag hacia el pinar que sube montaña arriba por nuestra derecha. ¡Vele, así subiremos!
¡Tantos años en Madrid! ¿Y me he venido a enterar ahora que en el cercano Bustarviejo hubo una explotación minera de Plata? Desde el siglo quince fue un referente económico de la zona hasta entrado el siglo veinte, aunque es verdad que en diferentes momentos se mantuvo más por nostalgia que por beneficio económico; hoy es un conjunto de oxidados hierros y otros restos desparramados que hacen del lugar un espacio triste y otros adjetivos que no añado, por el decoro del texto que relato. Esta parte de la historia no conforma el paisaje y lugar por el que hoy transitamos.
Llegamos pues, a las peñas elegantes de la cima de la Cuesta de la Plata y continuamos sendero arriba hacia la Cabeza de la Braña. Hasta nuestra izquierda se extiende un frondoso pinar, nosotros buscamos la cumbre pisando un cortafuegos, a nuestra derecha numerosas montañas, despejadas visiones de embalses y verdor en la recién estrenada primavera. Aquí se me antoja una fotografía para recordar por siempre este momento. Aquí dejo el recuerdo que consigue Jose entre nubes y montañas hacia la Sierra de la Cabrera y los Montes Carpetanos, más allá de los cercanos brezos y piornos.
¡Un concierto! Las aves han llegado hoy hasta este paisaje. Están recorriendo en una inmensa gira musical los más de treinta lugares que en España recogen el topónimo Braña, usado por los pastores del norte cantábrico para referirse a lugares de fértil pasto. Aquí podrían pastar a sus anchas diferentes especies animales en los Collados que flanquean la cumbre – Collado Cerrado y Collado Abierto –. Dejamos un enorme hito de piedras y nos colamos –sin mala intención y sin riesgo alguno – bajo una simbólica alambrada y hacemos cumbre en esta sosegada Cabeza de la Braña, hoy arropada entre la niebla que viene y va como si participara en un antigua baile de fiesta de pueblo… ¡Ay, los pueblos aquellos donde…! (pero de aquellos pueblos ya he hablado muchas veces).
Cabeza de la Braña. Tendré que hacer algún curso intensivo de fotografía, las pocas veces que lanzo la imagen para que salga Jose, lo inclino tanto que parece que lo quiera descabalgar.
Llegar a la Cabeza del Cervunal o Mondalindo requiere su tiempo. El camino es largo, hemos de bajar el Collado Abierto y continuar por La Albardilla y la Majada de los Arrieros. Plácidamente – la ruta de hoy es plácida, serena y sosegada – llegamos al Mondalindo con su pluviómetro incluido. Parece que hoy estoy estudiando para “descubridor”; en algún lugar he oído que a la cima se le debe llamar “Cabeza del Cervunal” pues el Mondalindo es el conjunto del cancho del que también forma parte la cima misma llamada, como queda dicho, Cabeza del Cervunal. Nosotros, fuera de nombres y polémicas, disfrutamos de las vistas grandiosas que desde aquí parten en todas las direcciones.
Pluviómetro
Jose inclinado, no tanto por la fuerza del viento sino por mi ineficaz enfoque
La vuelta hasta el Puerto de Camencia lo hicimos por el mismo lugar, con la variante de la senda que bordea la Cabeza de la Braña por su izquierda (a nuestro regreso). Allí encontramos la filosofía de la montaña que dice que lo que ganas de reposo evitando un desnivel lo pierdes en esfuerzo derrotando la oposición de los piornos. Magnífica excursión en la que empleamos más de seis horas (dato innecesario que aporto porque algunas personas me piden tiempos. El tiempo en la montaña es muy relativo, porque se puede correr más o emplear muchos minutos en admirar, escuchar, fotografiar, contemplar…)
Javier Agra.
¡Ah, los piornos, enemigos en verano de los pantalones cortos que a mí tanto me gustan! Sí a veces, mejor no atajar.
ResponderEliminar¡Cuanto aprendo. Hoy, la palabra braña, que sólo la había oído como apellido de un antiguo compañero.