martes, 29 de diciembre de 2015

EL MONTE DEL PARDO (PARA NIÑOS)





El sol juega con las encinas del Monte del Pardo y parece que estamos en el Serengueti; paseo despacio en silencio para no asustar a los animales, pero aquí no tenemos ni tigres ni leones, sino multitud de conejos juguetones; no se ven manadas de asustadizas jirafas ni de cebras en pijama ¡no da para tanto esta pequeña sabana!

El suelo tiene sed porque en Madrid no sabe llover; vamos pasando el invierno y las plantas se confunden de estación (de estación meteorológica no estación del tren); las personas que nos encontramos por los caminos del Pardo vamos en camisa en el mes de diciembre y los árboles se sorprenden porque los humanos somos muy frioleros y vamos por el monte sin guante y sin sombrero.

El Monte del Pardo es una fiesta de colores, de olores, de sonidos y podemos pasear con calma para sosegar el alma; da igual la hora, por la mañana o a la hora de la siesta; a mediodía cuando el sol arde o cuando se oculta tras la sierra por la tarde; vamos paseando, otros en bicicleta, en grupos, solitarios, con los perros, cantando o meditando.



Acudid siempre contentos donde tengáis un monte, escuchad a los árboles,  a los pájaros, a la brisa que juega con las hojas; acudid con la sonrisa puesta y disfrutad de la naturaleza, de la vida, de la canción de la tierra, de la calma, de los caminos, de los pájaros, de los árboles, del monte.

Javier Agra.

martes, 22 de diciembre de 2015

CHOZO ARANGUEZ (II)



En medio de la Majada Hambrienta se levanta el Chozo Aranguez.
A nuestros pies está la Majada Hambrienta. El sendero cubierto por la poca nieve de este otoño invita a los montañeros a ser precavidos; también en la vida hemos de caminar cada día con el corazón en el futuro, el espíritu en vuelo y la vista en la tierra. Dicen que las montañas no vuelan por más que le pintemos alas, pero yo he visto levitar a las montañas por encima de los miedos humanos, de los temores diarios, la he visto con sosegado vuelo ir más allá del odio y la miseria hasta donde crece la ilusión y la esperanza.

Tal me pareció la anchurosa planicie de Majada Hambrienta, que aún pienso que Tomás Moro se inspiró en este lugar para describir su tierra de Utopía. En estos pensamientos y otros resbalones llegamos a la explanada, ya sin nieve, con humedades de otoño y verde más semejante a la primavera; entre los pinos, la hierba preguntaba por sus antiguas vacas y los montañeros no sabíamos responder.

Hace un año remozaron el chozo y hoy se presenta con esta presteza y mocedad que aquí muestro.

Habíamos estado por estas cercanías otras veces. Visitamos la Cueva del Monje, el Moño de La Tía Andrea accediendo desde la Granja. Hoy es la primera visita a este hermoso lugar. Los montañeros empleamos tiempo en el éxtasis de la hermosura, que también el tiempo de lo bello es montañismo. De este arrebol nos vino a despertar otra cuadrilla bulliciosa de montañeros que se acercaron al lugar.

Interior del Chozo Aranguez con sus literas para extender los sacos y su mesa contundente; fuera de esta vista imaginad una estufa para encender fuego y tendréis un espacio confortable.

Al tiempo que iniciamos la búsqueda del mejor sendero para ascender hasta el puerto de los Neveros y buscar el paso hacia la Laguna de los Pájaros, nos percatamos del lento avanzar de la niebla en nuestra dirección. Acaso por la premura del tiempo, tal vez porque no exista, no encontramos ninguna senda ni aún huella humana que pudiera parecer trocha que guiara nuestros pasos.

Chozo Aranguez y vista hacia Los Claveles, hoy invisibles entre la niebla.

De modo que comenzamos el ascenso suave lo mejor que supimos, siguiendo la dirección en que recordábamos haber visto el Collado que seguía siendo lugar de referencia; dando ligeros tumbos para seguir los pasos más libres del frondoso brezo, caminábamos montaña arriba entre la densa niebla y el sosegado espíritu montañero. 

Siempre teníamos la opción de bajar hacia la Granja hasta encontrar alguna carretera; expusimos tal opción una vez que nos encontramos ya a salvo de pérdida. Nuestro vacilante caminar  entre la cegadora niebla, nos llevó hasta un lugar muy cercano a la Laguna de los Pájaros. Aquí terminó nuestra pelea y nuestra búsqueda. 

De regreso, cercana la última subida, se observan hermosas las Cinco Lagunas en su entorno de luz.

Solamente es necesario deshacer el camino tantas veces recorrido hasta bajar al arroyo de Peñalara más allá del mirador de Javier. Algunos metros más abajo se disipó la niebla, la luz mostró la hermosura de las lagunas; los montañeros nos sentamos en unas suaves peñas a yantar el blanco pan que acarreábamos en las mochilas.

Los montañeros sabemos que si el camino es claro, llegar al destino es cuestión de tiempo; los montañeros sabemos que en la vida el asunto es elegir el camino adecuado.

Javier Agra.

domingo, 20 de diciembre de 2015

CHOZO ARANGUEZ (I)



Estrellas blanquecinas en el nuboso cielo.

Apunta el amanecer en el horizonte. Las siluetas de las cumbres del Guadarrama llaman aldabonazos libres a las puertas de la aurora, cuando los montañeros están calzando las botas en el aparcamiento de Cotos bajo las estrellas y el alba.

Entre los pájaros y el entusiasmo, los montañeros caminan montaña arriba por la Senda del Batallón Alpino; han ido tantas veces que saludan a cada pino anciano de los recodos del sendero; los pinos abren dentro de mí racimos de sentimientos, mientras camino aumenta la sensación de seguridad en mi corazón y en su futuro. Algunos metros atrás sonó el altímetro los dos mil de altitud cuando el pinar termina en un amplio tronco con su círculo amarillo que hace tiempo indica a los montañeros que están caminando una senda local.

Se amplía el espacio, se dilata la vista hacia la Cuerda Larga y Valdemartín, La Bola del Mundo (que tiene por nombre el Pico Guarramillas), Siete Picos, La mujer Muerta.

Cercanos ya a Peña Citores los montañeros se detienen a contemplar el amplio espacio desde la Cuerda Larga hasta Peña Citores, una segunda fila enseña el Monte Abantos y las cumbres del Escorial, allá lejos Gredos dibuja fondos blanquecinos de nubes e inmensidad. A nuestra derecha Dos Hermanas y Peñalara se entretienen contando nubes. Los montañeros saben que han de seguir por esta planicie entre los matojos y los hitos.

En el Collado, pensativa y sosegada, aún mana hilos de agua la Fuente de Peña Citores.

Las nubes están cercando nuestra marcha. Los montañeros confían en el futuro y aún en su pericia. Los hitos son montículos levantados con mimo para guiar a los pocos montañeros que cruzan este espléndido paisaje donde reinan los latidos de la paz, donde la montaña navega entre abrazos de brezo y lirios, entre filamentos de agua y cantos de aves sin clasificar. 

 Cruzamos un sendero que sube de la Majada Hambrienta para llevar a los montañeros a la cima de Peñalara. Los montañeros la seguimos para descender, nuestro objetivo es el Chozo Aranguez en este hermosísimo espacio sin edad, este amplio espacio que quiere marchar con nosotros para visitar sus sueños más allá de las montañas y del mar, este amplio espacio que conserva latidos mezclados de aves, animales, personas impresos en sus venas verdes desde hace millones de años.


A nuestros pies está la Majada Hambrienta. Después de haberlo visitado, identifico en la fotografía el Chozo Aranguez, la ladera que subiremos después, el Collado de los Neveros por el que pasaremos hacia la Laguna de los Pájaros, el Pico de los Neveros. Pero eso formará parte de un segundo capítulo que espero mandar a esta mi imprenta en breves días Solamente añado, amable y paciente lector, que la escasa nieve que aparece dibujada no nos obligó a utilizar los crampones que llevábamos en la mochila como diligentes y precavidos montañeros.

Javier Agra.