lunes, 11 de octubre de 2010

PICOS DE EUROPA - EL ROBLÓN

 Vista de Vegabaño desde el final del hayedo de la Cuesta Fría

Desde el refugio de Vegabaño también se pueden proyectar paseos de menos tiempo que ascender cualquiera de las múltiples cumbres que enseñorean el paisaje. El Carombo o la Jocica, son misteriosos lugares a los que se accede por un solazado bosque entre hayas y acebos. Seguramente en algún lugar de aquellos valles está la fábrica hacer nieblas y nubes que, en cualquier momento, sin avisar apenas, envuelven a los montañeros y los relegan a una desazonadora espera.

 Vista de Peña Beza y Canto Cabroneru, desde el hayedo de la Cuesta Fría.

También está El Roblón.

¡Los cinco ayes de los cinco dioses celtas! Los lamentos de todas las guerras de la historia siguen aferrados a sus milenarias raíces. Seguramente, si os habéis acercado hasta el roblón en medio de la Cuesta Fría camino del Collado del Frade, habréis escuchado entre misterios un lamento de sigilo y poemas; tal vez os cuenten que se trata del murmullo de las hojas – no digo que no sea ese el origen – mas sabed que el mismo murmullo sonoro de los siglos de espadas y los rezos monótonos de los barbados druidas clamando, a través de los siglos, la vuelta de su era dorada. Aquel momento en que subían desde las chozas que han dado lugar al valle de Sajambre para decidir, en democracia mística, las cuestiones el gobierno y el reparto de las tierras.

 Jose, atusa con cariño las guedejas cálidas del Roblón, para que nos sea propicio en los avatares de la vida.

Allí llegaban – nunca supieron los druidas cómo venían – los dioses Dagda y Lugh con sus cestas de alimento para todos los pueblos de la comarca; allí compartían silencio y misterio después de una caminata; allí, arrebujados junto a la Fuentona, bebían el frescor de las aguas y retornaban a los poblados con un par de páginas más de sabiduría.

A la sombra del Roblón de la Cuesta Fría afinaban su puntería con la honda y la jabalina para cazar algún venado con que festejar la inspiración poética de la diosa Brigid. Allí participaban por igual hombres y mujeres pues eran iguales en fortaleza, en destreza y en dignidad. Así en la comida de lo que habían cazado unían a los reyes y al pueblo artesano; así, bajo el Roblón, el mundo celta soñaba con una misma vida y una sola clase social, mientras aprendían de la luna que la vida tiene sus días más llenos y otros más tristes.

¡Mirad! Somos poca cosa frente a los siglos de recuerdos de este mágico tronco.

Cuchulain y el mismo Arturo, llegarían a caballo hasta Vegabaño, por entre las hayas de rizosas hojas, y pasarían a pie, río Dobra arriba, para conversar con Merlín mientras compartían una ensalada de bellotas recién asadas a la lumbre, bajo la tupida sombra del Roblón. ¡Eran otros días y otras glorias! Hoy apenas le quedan hojas que lucir, pero muestra la fiereza de su tronco igual que antaño, llama a la igualdad social igual que antaño, aspira a ser sabio igual que antaño.

A su sombra, apenas un reposo y un abrazo silencioso; con su fuerza será posible la empresa de llegar a la cumbre de Torre Bermeja. ¡Ay! Quien fuera un antiguo bardo para cantar entre las sombras de las hayas los misterios de esta mañana de luz.

Javier Agra

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