jueves, 25 de agosto de 2011

SIERRA DE GUARA: 4 LEYENDAS

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Erase que se era…La Sierra de Guara tiene magia en sus tripas y en sus crestas. Mires para donde mires podrás comenzar, sin ninguna duda, una historia de las que antaño se narraban en torno al fuego. Cañones que repiten consejas como ecos del viento… Valles donde se oyen aún validos de viejas rencillas de fuegos moribundos… Laderas con repetidas monsergas a media voz… Y las montañas capaces de formar ellas mismas una narración infinita.

 
-->FACISTOL Y LLAVE en el coro del templo de San ÚRBEZ. FACISTOL: Atril grande para apoyar las diferentes caras  de un gran libro para el canto en las iglesias. Facies –cara– tollere –coger–  El de este coro tiene las cuatro caras que lo caracterizan; es verdad que todos hemos visto algún FACISTOL más grande, pero el del coro de San Úrbez es curioso.
El viejo Gabardón tenía dos hijas que le hacían sonreír de gozo en medio de su senectud: junto con Gabarda y Gabardiella, que así se llamaban sus dos bellas hijas, vivían felices en su inmensa mansión de cristal que dominaba el Valle del Ara y hasta las llanuras de la Guarguera. Todos los pueblos de los valles se movían con plácida quietud. Más lejos, las cumbres del Pirineo participaban del mismo espectáculo, las nubes eran blanquísimas velas de navío surcando los deliciosos océanos de la comarca donde todo era felicidad.
Gabarda, la hija mayor, suspiraba asomada a la ventana, mientras el aire le traía sueños de aventura. 
– ¡Cómo me gustaría moverme libre por el mundo! ¡Ir más allá de estos valles y llegar donde el horizonte encadena el cielo con la tierra! Padre, dame tu bendición -; rogó una mañana de abril. Se fue más allá de las sierras, donde Grañén dominaba los Monegros desde un otero. Se casó con él y ambos viven felices hasta el día de hoy, según cuenta la leyenda. Es la reina del dorado trigo y de la sementera, adorna sus cabellos con las coloridas amapolas y deleitan sus oídos los cantos monótonos de las familias de perdices.

La pequeña y revoltosa Gabardiella, había salido más apegada a la familia de su padre. Amaba los saltarines arroyos entre riscos, las quebradas brañas y las intrincadas montañas. La naturaleza está viva: saltan los ríos en primavera, crece el misterioso bosque en las jornadas de otoño, se llena de brillos de una eterna nieve amanecida en el invierno. Pero, ¡ay! esa encrespada montañesa, se enamoró locamente del gallardo Gratal; las boiras de la mañana se deslizaban de acá para allá con mensajes mutuos de amor y secretos. Gabardón había escuchado los continuos suspiros de su hija e imaginó ternuras de amor: 
- ¿Qué son esos suspiros mi pequeña Gabardiella? 
– Padre, me he enamorado de un hermoso pico. 
– Es la naturaleza, hija mía, ya eres una hermosa moza. ¿Quién es el afortunado? 
– Es Gratal, el monte que reluce frente a nosotros. 
- ¡Gratal! ¡Ese pobre pico sin bosques no pueblos que cuidar! 
– No importa, lo quiero como es. 
– Olvídalo. El padre cerró la conversación con este imperativo.

Pero Gabardiella no lo olvidó. Languidecía deambulando triste por los corredores de la gran casa. Abandonó sus felices correrías entre los bosques y las cumbres. Solamente las boiras matutinas traían y llevaban mensajes entre el desconsuelo y la esperanza. Gratal intentó todos los caminos para obtener el consentimiento del padre de Gabardiella, pues la quería con un corazón inflamado de amor: apeló al amor que es tesoro de la felicidad más allá que las riquezas. Solamente quedaba la opción de huir juntos. 

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Entre la capilla y el refugio de San Úrbez ocurrirían –creo yo– algunas de estas historias amor y susto que se cuentan por la zona de Guara.
Aprovecharon un anochecer de tormenta cuando las montañas dedicaban su atención a fabricar sus truenos y sus relámpagos: atravesaron el Guarga entretenido en su desbordado caudal, esquivaron los pueblos de Aineto y Lastanosa, cruzaban ilusionados el amplio valle de Nocito… el amor ilusionado era más fuerte  que todos los temores…El anciano Gabardón ya no podía correr tras ellos y pidió ayuda al gigantón Guara, quien acudió tronando amenazas y de un manotazo separó a los amantes, el río Flumen comenzó a manar, como un llanto, por la brecha de la separación.

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Desde la cumbre de Guara la vista siempre es hermosa y mágica.

Una noche de luna entrecortada, Gratal se encaminó hacia Guara y clavó su picacho en las entrañas del gigantón, que saltaron ladera abajo formando la pedrera que aún hoy contemplan los montañeros con asombro. Las lágrimas enamoradas de Gabardiella son el origen de las fuentecillas del río Guatizalema. Los dos enamorados continúan cercanos mientras las boiras les comunican sus mensajes de consuelo. Y quienes se van acercando a Guara, pueden ver al gigantón tumbado con los brazos apoyados en el pecho.

Javier Agra.





jueves, 11 de agosto de 2011

SIERRA DE GUARA: 3 POR LAS CUMBRES

--> Y de pronto el sendero, ahora entre doloridos combates  con las piedras calientes bajo el sol, nos advierte con una señal inequívoca: ¡allí está la cumbre! Clamor de lejanos mares y recuerdos de olas terribles se han posado sin duda en esta parte de Guara, armónicas inmensidades de bronce y oro quedan acunando nuestras sienes mientras resoplamos sonrisas felices. ¡Allí está la cumbre!

Vista de los valles y la cumbre de Guara desde el Refugio de San Úrbez.

Por esta parte hemos llegado a los lomos de la tierra, Guara es nuestro áureo corcel en cuyas crines nos amarramos con gozo confiado para caminar, sorteando la primera loma, hasta tocar el vértice geodésico del Tozal de Guara. El lugar que en la distancia tomábamos por bramidos tormentosos, semeja ahora un campo de frutas de dulce aroma; nuestras pupilas se encienden y se afianza en nosotros la creencia de que el bien de ahora vence al doloroso mal del tiempo de sacrificios.

En la cima, con los Pirineos al fondo.

La montaña tiene, además del disfrute del camino y el gozo de la llegada, otras muchas meditaciones que yo me hago ahora que ya mis heridas están calmadas: la austeridad ha de ser permanente guía y compañera, pues la montaña está muy alejada de la avaricia. ¿De qué sirve almacenar los excesos y las grasas? Con pocas cosas tienes suficiente y aún te sobra una porción, deja que cada persona goce su porción de la abundancia de la tierra, el exceso de peso te impedirá llegar a la cumbre de la montaña; el espíritu – cada uno póngale el nombre que quiera – será quien arranque del corazón los nublados y las tormentas para dejar en nosotros el brillo y la claridad de la libertad.

Esta cruz está al lado mismo del vértice geodésico.

Atrás dejamos un rebaño de cabras – acaso pensaran que los montañeros estamos como cabras –, atrás quedaron las laderas verdes y amarillas…Ojalá quedaran atrás las lágrimas de fuego y los cuchillos de los tiranos, las penas funestas, los dolores provocados… Ya estamos en la cima. Hacia el norte toda la extensión de los Pirineos, desde Navarra la de bellos bosques e iniciales cumbres hasta Lérida la de sonoras montañas y embelesados lagos, en medio como dioses del Olimpo Aragón la de las cimas llenas de historia, de memoria, de épicos poemas. ¡Cuántas cimas llevan ya mi nombre! ¡Muchas más pueden describir las botas de mi compañero y guía Jose sin cuyo ánimo primero y permanente yo no habría ni imaginado este embeleso infinito que ahora siento! Este temblor de la piel es el gozo de lo bello.

Comenzando por la izquierda de la foto podemos observar la Peña Oroel -al lado de Jaca-, El Collarada -inmenso-, Peña Telera -donde vimos una flor de edelweiss-, Vignemale -en el Pirineo francés-.

Hacia el sur, aquí mismo ochocientos metros más abajo, está la zona de los barrancos por los que es más conocida la Sierra de Guara; esos meandros, esas cárcavas, esas filigranas geológicas, las dejo para las descripciones de otros montañeros, espeleólogos y aventureros. Nosotros continuamos, más altos que las águilas, respirando inmensidad en el Tozal de Guara.

Ya hemos comido. Que el espíritu libre y el alma serena se sustentan mejor con una buena cuchara repleta de calurosas viandas. Regresamos cabalgando sobre la línea de cumbres, alazán que nos lleva hasta los Llanos de Cupierlo: Lapiaz con numerosas dolinas… cualquier geólogo diría cien mil maravillas de esta extensión de varios kilómetros cuadrados. Yo me callo y permanezco asombrado aún ante este curioso terreno erosionado que produce una laguna de agua temporal.

Vista de los Llanos de Cupierlo.

Dejamos los Llanos de Cupierlo a nuestra derecha y bajamos “a tajo” hasta llegar al bosque; tal vez la suerte, o acaso la intuición, nos hicieron descubrir un sendero que nos hizo muy llevadero el entronque entre la loma sobre los Llanos y el camino de regreso.

Javier Agra

martes, 9 de agosto de 2011

SIERRA DE GUARA: 2 CAMINO A LA CUMBRE


Muchas veces he visto en mi alma el vuelo del alma de mi hermano, pasando de unos a otros como si todo fuera un camino del sueño al pensamiento, del juego a lo empírico, del deseo a lo concreto. Y he llegado a saber que el pensamiento está cosido entre las personas con un hilo de lumbre que abrasa a todos y a todos hiela al mismo tiempo; el pensamiento que pertenece a la tierra sobre cuyo seno estamos caminando a esta primera hora en que la aurora libera sus primeros suspiros entre piar de aves y enjambre de sonidos iniciales, el seno de la tierra que a todos cuida con medicina certera, el seno de la tierra que cumple su deber  de hospitalidad sobre los verdes campos y también allí donde las raíces duermen la siesta de los chopos y las estrellas.

 Vista de la ermina y el refugio de San Úrbez.

 Bentué de Nocito a nuestra izquierda. Dejamos el coche paciendo la verde hierba de un fresco prado y comenzamos a caminar siempre con la vista puesta en la cumbre de Guara. La senda es clara y la mochila ligera. La aurora, de relumbrante mirada, disipa de los ojos el sueño. Los montañeros, en arco sus rostros, lanzan las flechas de sus deseos hacia las cumbres de plata con brillos de amanecer.

Entrada al Refugio de San Úrbez, con la mesa del desayuno aún sin recoger y Claude despidiéndonos.

Muy cercano aún el refugio de San Úrbez donde pasamos la noche plácida. Delante de nosotros, tras dos sierras, la misteriosa cumbre. ¿Por qué surcar hacia lo desconocido? Pongamos las naves a punto y partamos, ahora que el Bóreas duerme y el Céfiro nos es propicio.

Ahí estamos, sobre el seno de esta tierra cubierta de historia, de gloria, de mágicas leyendas. Las flores de cálido vuelo van posando su aroma en mi ánimo, mientras el agua del subsuelo expande su verdor ante mis ojos asombrados. Lo mismo que los atenienses en las guerras griegas, caminamos en silencio entre el verde y los frondosos árboles; dejamos atrás el arroyo Avellada, de más nombre que agua a esta altura del verano cuando en Castilla se anuncia la siega y en estos montes el verde es semilla de futuro y tormenta.

Cerca de nosotros los pueblos del valle, con nombre y sin gente; pueblos con magnífico pasado escrito desde el desierto presente; pueblos hoy de nombre turista y antaño de recios otoños de niebla e invierno dormido bajo la nevada; pueblos de antiguos ganaderos y labradores intrépidos han dado paso a decrépitas naves deshabitadas.

En el Refugio forestal de Fenales hacemos una parada para investigar y comer una barra energética.

Los carteles bien marcados posan las alas de nuestro pensamiento en los nombres que hemos de seguir: Can de Used, sendero siempre marcado que nos lleva ladera arriba hasta una fuente – diminuta fuente – seguramente usada por los animales que pueblan estas pequeñas cumbres por cuyas laderas estamos adentrándonos; Fenales. Por aquí continuamos caminando Jose y yo, conservando de aquella recordada juventud el vigor forzoso que nos de aliento para culminar la empresa, estrenando el buen juicio de la senectud. Por estos valles, el viento se lleva el enojo y la pena; nos acompaña en el caminar el canto de flores y hierbas, la melodía del pino y las matas.

Durante el camino, la vegetación es rica y variada.

Hemos dejado atrás el Refugio forestal de Fenales. Cuando nos acercábamos salieron a nuestro encuentro una madre jabalí con sus tres jabatos, nos miraron interrogantes y abandonaron la pradera, seguramente intimidados por nuestro silencio; ¡con la sorpresa quedamos callados sin poder saludarles, fue una pena! El Refugio, sin guarda, es una maravilla, por manos expertas cincelada, para reposo de los miembros fatigados en número de hasta una docena y aún más montañeros.

Ante nosotros, el Pirineo se agranda. Vistas del Vignamele, Perdido, Bachimala...


Continuamos la marcha sin posible pérdida, pues unos metros más adelante se ven las señales – tan claras que hasta yo las entiendo – de un sendero que trepa monte arriba desde donde enseguida comenzamos a ver cumbres del Pirineo. ¡Oh venerables montañas, pues no necesitamos mostrar nuestro valor en otras batallas ni descollar con sabiduría en el ágora, acompañad nuestros pasos con esas tiernas miradas de aquella madre jabalí que con sus tres dulces hijuelos pacían en las praderas que hemos dejado a nuestros pies!

El sendero continúa marcado por la media ladera camino de las cumbres…los montañeros ascienden… las caras tapadas por la crema protectora…la gorra inevitable compañera…suenan las chicharras…una parada para el sorbo de agua…han quedado atrás los pinos y los servales…la piedra nos acompaña…otro paso…la montaña se agranda… ¡la cumbre de Guara!

Javier Agra.

lunes, 8 de agosto de 2011

SIERRA DE GUARA: 1 SAN ÚRBEZ

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Se ha dormido el silencio, sueña con cigarras y cuentos.

Apenas apagas el motor del coche, amigo lector, ya olvidas – tal vez para siempre – aquellos ruidos del pasado donde el cemento y la prisa han unido su carne para engendrar, con desasosiego, temor y tormento; olvidas aquellos ruidos donde tu corazón se perdía entre nubes de desidia; olvidas el ruido…Entras en el sonido de la brisa y la melodía; entras en el sonido del sosiego y la dulzura; entras en el sonido musical de la naturaleza y el cuerpo espiritual reflejado en cada mirada que ha quedado prendida entre estos valles y estas montañas.

Adentrado entre el pasado remoto y la brillante naturaleza, vuela libre tu espíritu por entre los robledales de estas sierras de oro y silencio. San Úrbez tiene ritmo de corazón siempre ardiendo entre la luna y el tiempo.

Templo románico de San Úrbez (Nocito)

Y de pronto, tú viajero que llegas de las prisas y los horarios, descubres que puedes emplear una eternidad en llegar con pausa hasta el arco de piedra del antiguo templo; los cien metros de distancia, pueden ser siglos de promesas y esperanzas de estas tierras de silencioso sueño, más allá del verdor y del agua; más allá de la sonrisa y de la palabra; más allá… donde solamente llega la esperanza.

Aquí la bruma y el sol han puesto cuidada simiente de la que puede nacer la primera respiración de todos los sueños entre las flores de los ojos y las espigas de los cuerpos; porque apenas pisas el suelo, todos los miedos –con sus prisas, temores y fríos recelos -se transforman en hierbas de verdor, en piedras de brillos eternos, en milagros de agua nueva, en salterio de timbradas voces.

San Úrbez tiene en su mano un cayado de roble con incrustaciones de avellano y sigue pisando con fuerza por estas praderas serranas entre el agua y el trino de los pájaros.

Narra para todos los oídos sus caminos de antaño, porque todos los oídos dejan aquí sus cuitas y sus disturbios y sus malezas y sus penumbras y sus llantos… desde ahora serán oídos esperanzados. Narra sus ilusiones de niño robado hecho cadenas de esclavo y tiene su propio rostro pero se va transformando en millones de niños que siguen siendo esclavos; sus amores de mozo enjaulado entre grilletes y por su rostro pasan millones de rostros con las cadenas de cada momento; sus esperanzas de hombre liberto y de alma libre por estos montes de Huesca, uniendo valles y pueblos, siempre buscando la luz de los eterno.

 
He conversado con él, estaba camuflado en un árbol – ¿quién está entre las ramas? ¿San Úrbez tal vez? ¿era yo acaso? –

El santo vivió cercano a la naturaleza y a la vida de la tierra; el santo conversó – cuentan las historias – con los lobos y los ciervos de aquellos valles; el santo pactó después de fuertes miradas, benévolas palabras y sueños de igualdad con una osa que arrasaba ganados y pueblos – ya entonces había alimañas que se aprovechaban de las gentes de los pueblos –; el santo puso los cimientos del cielo bajo el edificio de la tierra. Por eso crecemos en armonía entre el silencio y el agua. San Úrbez lugar relajado donde el corazón se hace niño y sueña cuentos de hadas, deja un poso sereno en la mirada y en el alma.

Tozal de Guara, visto desde las praderas de la ermita y refugio de San Úrbez.

Dicen que viajó por estos montes y valles de ambas caras del Pirineo y llegó a vivir y a morir en las sierras de Guara, siguiendo el amor de una pastora. Tal vez nunca conozcamos la verdad completa pero es cierto que el amor mueve montañas, se mueve entre las montañas y deja atrás todas las montañas para hacerlas nubes y baile entre la promesa y la fiesta. San Úrbez vivió entre el amor y el misterio, unió los valles y los robles, las ovejas y las cabras, los humanos y las fieras, en sus constantes idas y venidas, monte arriba, monte abajo – cuentan las historias que hasta la edad de cien años, tiempo de amor y poesía –.

Cuando los montañeros se alejan de este entorno, entre el sueño y la armonía, aún resuena en su corazón como una cantinela de San Úrbez: “sé austero, vive como la naturaleza”

Javier Agra.