martes, 21 de diciembre de 2021

INVIERNO


El reloj tirita de frío en esta hora postrera del otoño mientras da paso silenciosamente al invernal momento; en las aceras de la gran ciudad los pies aceleran su tiempo entre las últimas luces de la tarde mientras el firmamento se estrena en blanquecinos copos de nieve; los perros miran entre suspiros a las últimas hojas que ruedan por los charcos de la primera nevada aún no reposada donde chapotean las aves con sus plumajes de invierno.


La montaña se viste de invierno entre la niebla mientras los montañeros suben buscando el Collado de Marichiva.

Pero yo canto entre los pinares donde la niebla mana hacia la altura mientras el invierno crepita bajo las suelas en la tierra aterida del sendero que sube hacia el Collado de Marichiva esta mañana de diciembre cuando es la hora del último vuelo de la avutarda en busca de refugio bajo la amenaza de nevada. El invierno tiene sueños de flores y de caricias tras las ventanas; el invierno silba canciones de tormenta entre los campos y los arroyos y desea mazapanes calientes a la lumbre de todos los hogares.


Como sombras perdidas entre la niebla del invierno, los montañeros buscan senderos camino de la Pradera de Majalaosa.

Hace frío al rebufo de la Peña Bercial, avanzan los montañeros Senda del Infante adelante entre el tenue ulular del aire y el bramido de la ventisca. Descendemos de las cumbres entre la niebla y los senderos escondidos mientras conversamos con el agua de los arroyos que pasarán más tarde por la pradera de Majalaosa.

Comienza el invierno en estas laderas de la Sierra.

Javier Agra.

 

domingo, 19 de diciembre de 2021

LA ALBARDILLA


La escarcha y la niebla anidan en el bigote al comienzo de nuestra marcha desde Bustarviejo en busca de la loma que llega hasta el Mondalindo. Hemos llegado en coche hasta el aparcamiento frente al campo de futbol donde otras veces hemos iniciado diferentes marchas: esta que hoy hacemos por diferente sendero, también a Cabeza Arcón, al Pendón.

Por entre el pinar salen una serie de senderos, nosotros elegimos uno que parece buscar ascenso entre los pinos de la Ladera del Hoyo por su derecha después de pasar una portezuela que abre sus brazos en el muro de alambre. Una certeza que tenemos sobre esta ruta es que no encontraremos excesivos inconvenientes pedregosos ni tampoco de tupidos vegetales.


Clarea el sol entre nubes y cantos de los gallos que hacen eco en la ladera.

El mismo sendero que nos lleva pinar arriba nos da paso a una zona abierta de helechos y hierba aún entumecida por la escarcha; el sol asoma luminoso entre multitud de nubes para despertar a los gallos del amanecer que se levantan presurosos entre los kikiriquís que resuenan por la ladera poniendo ritmo de orquesta a nuestros pasos.

Llegamos a un primer colladito con diversidad de caminos. La vida son caminos que elegimos, son futuros que comenzamos a escribir a cada instante. De modo que decidimos continuar la subida en la búsqueda de los dos grupos de piedra que forman La Albardilla, entramos en lo que fue un prado y aún conserva el muro de piedra circundante. Los robles han perdido su hoja y el suelo está mullido bajo nuestras pisadas silenciosas sendero adelante.


Ladera arriba encontramos peñas y matorral dormido entre la niebla.

Terminamos el antiguo prado, hoy soledad y abandono, poblado de aves y restos de nocturnos jabalíes y comenzamos a caminar una senda que descubrimos acaso al azar igual que por azar se desdibuja un poco más arriba fuera ya de las praderas, en la Ladera del Cortijo poblado ahora por helechos acurrucados ante las heladoras madrugadas, diferentes especies de variado matorral jara negra, piornos, brezos, torvisco, dedalera…

Estamos metidos entre nubes carentes de agua, que contrasentido! La vista se encoje y se empapa de fantasía y recuerdos, los pensamientos, los recuerdos, las ideas que llena el corazón de las personas tiene un horizonte más lejano que lo que permiten ver sus ojos entre oteros y montañas. A nuestra derecha observamos la brecha del Arroyo de Las Ferminas, recorrido de bajada en otra ocasión. Entre senderos perdidos y trochas de animales, llegamos a La Albardilla.


Llegamos al Cerro La Albardilla con sus dos molondrios de arracimadas peñas.

Enseguida encontramos el amplio camino que conocemos de otros recorridos. Mondalindo queda a nuestra derecha, nosotros continuaremos hacia la izquierda buscando el Collado Abierto para descender por la antigua mina de Plata. Hoy se esconde entre las nubes la Cabeza de la Braña, apenas distinguimos la Peña de la Graja y a sus pies unas pinceladas blancas recuerdo de la última nevada.


El cuerpo de lo que fue el Molino de la mina de plata aquel siglo XIX.

El arroyo del Valle suena a nuestro lado mientras descendemos la ladera por un sendero de piedras sueltas y resbalones contenidos. Seguramente fue el momento más tenso de nuestro camino hasta que desembocamos en el entorno de la Mina de Plata que tuvo actividad en el siglo XIX y del que hoy quedan apenas unos vestigios: la boca de la antigua entrada protegida por unos barrotes que impiden el acceso, unos cuantos carteles comentando la historia, el cuerpo de lo que fue el molino eólico donde se trituraba el mineral antes de llevarlo a otras factorías.


La boca de la mina está actualmente tapiada por una verja de hierro.

Suaviza el sendero de retorno entre salgueros y robles, antes de entrar al camino amplio que bordea el Cancho de los Abantos por la Ladera de Juan Blasco. Los pinos y el terreno llano nos acompañan el último tramo hasta llegar al coche y terminar nuestra ruta de ensoñación y nieblas, de silencio y vida.

Javier Agra.

 

viernes, 17 de diciembre de 2021

MARCADAU


 

Cuando caminamos por la montaña y por la vida en toda su amplitud es necesario que veamos más allá del lago y de los árboles, más allá de las casas y los parques. Porque más allá de los muros de niebla que es la inmediatez, están los latidos y los sueños, el camino y las aspiraciones, el silencio y la palabra.

 

Y así las personas construimos el entorno, construimos el futuro en armazones que se mezclan con los siglos pasados y los tiempos futuros. Y así el árbol recuerda el tacto y la mirada de hace muchas generaciones y lo entregará a nuestros nietos y a sus nietos para engrosar las ilusiones y darles cuerpo y estabilidad.

 


Vertiente de Marcadau

 

Estoy sentado en el Collado de la Gran Facha, mirando hacia el Valle de Marcadau con sus numerosos lagos y sus tres cumbres, con el verdor de sus cóncavos pasos y la respiración de siglos de montañeros que por aquí pasaron hacia las cimas o hacia el refugio Wallon, con la bruma de esta tarde de verano semejante a otras innumerables tardes que se posan en el corazón del montañero para coser un hilo de esperanza y libertad con los montañeros de otros siglos.

 

Marcadau es la plaza del mercado en este occitano francés, aquí se intercambiaron reses y alimentos, pero también palabras y consuelos, aspiraciones y noticias de amigos y de pueblos lejanos. Aquí nacieron campos y pueblos nuevos, días fríos y abrigados encuentros. Porque las personas somos más humanas cuando traspasamos la niebla del objeto tangible que observamos y vamos más allá hacia el misterio.

 


Pico Balaitus, desde la cima de la Gran Facha.

 

Javier Agra.

 

jueves, 16 de diciembre de 2021

GRAN FACHA (EN EL RECUERDO)


 

Sallent de Gállego es la población capital del aragonés Valle de Tena. Punto de encuentro de montañeros que nos desplazamos por diferentes rutas llenas de misterio y encanto. Bajo la rocosa mirada de la Peña Foratata, visito su templo gótico de la Asunción con un retablo plateresco admirable y la preciada imagen de la Virgen de las Nieves, patrona de la villa; paseo por el Puente Romano, también del siglo XVI, antes de salir hacia el Refugio de Respomuso donde llegamos para hacer noche, ya decaída la tarde.

 


Vista del Refugio y su entorno. Al fondo reposa, desde tiempos atávicos (los latinos llamaban atavus al tatarabuelo castellano), el Pico de La Gran Facha.

 

Amanece, desayunamos y adecuamos el vestuario para la esperada marcha hasta los tres mil cinco metros de la Gran Facha, también llamado Cúspide de Bachimala fronterizo entre las cuencas de Piedrafita y Bachimaña. Es verano, ha nevado, el sol amanece en oro plateado mientras caminamos por una ladera de verde hierba en una pequeña canal en busca de las húmedas campas de Campo Plano donde destaca su majestuoso ibón con las pareces de hormigón recuerdo de aquel amago nunca realizado de cerrarlo en embalse.

 


En nuestro camino pasaremos muy cerca de Campo Plano y Llena Cantal antes de llegar a la cumbre final. Estos picos en forma de pirámide transforman esta esquina del Valle del Tena en un asombroso paisaje de sueños y desvelos, no asombro y de misterio, de trabajos y contentos.

 

Ahora llanea en amplitud nuestro camino, una estaca con diferentes indicaciones de rutas, asegura la buena dirección de nuestra marcha. Chapoteamos esquinas del Ibón de las Ranas, algunos hilos de agua que bajan de las cumbres, completamos la parte más llana y nos adentramos por la derecha del Barranco de Campo Plano, dejamos la senda que sube hasta el Llena Cantal menos visitado pues le faltan pocos metros para ser un tres mil; acaso en otra ocasión, aunque tenemos muchos valles y muchos rincones recónditos que queremos recorrer.

 

El Barranco inicia su andadura entre encajonado y agreste, poco a poco se va ampliando para alargar la vista de los montañeros, poco a poco va salpicando de anchurosas cimas y verdes horizontes nuestro corazón, de pedregosas laderas alejadas nuestra marcha, poco a poco nos asomamos más allá de las encerradas piedras para palpitar el aire abierto el mundo entero.

 


Llegamos a los ibones de La Gran Facha.

 

Poco a poco, asoma ante nosotros la anchurosa vista de los cóncavos de los Ibones de La Gran Facha. Aquí medito sobre la historia legendaria de la persona que mandó poner una pequeña ermita en la cumbre, dedicada a la Virgen de las Nieves, porque le salvó de una muerte cierta en una caída peligrosa; cuentan que tomó con su mano de madre el piolet sobre el que se apoyaba, bien es verdad que ayudada también por una oportunísima rendija que entre la nieve tenía su abertura.

 

Así vamos caminando hasta el Collado con hermosas vistas hacia nuestro camino recorrido y también hacia el Valle de Marcadau, ya en Francia. En el recorrido de todas las montañas es oportuno hacer diferentes pausas para reposar, para ponerse la gorra y la crema, para mordisquear unas viandas, para conversar sobre las vistas, para admirar en silencio y contemplar la grandiosidad de la naturaleza. Este Collado es un asombro lleno de luz y eternidad.

 


Estamos en la cima.

 

Llegamos a la cima recorriendo una arista y superando algunas brechas, con precaución y sin muchos problemas. En esta hornacina está sonriente la imagen de la Virgen de las Nievas. Colosales vistas de hermosura y sosiego en derredor: Vertiente de Respomuso,  Vertiente de Panticosa, Picos del Infierno, Valle de Marcadau, Frondiellas, Balaitús, Vignemale, Cambales…

 


Picos del Infierno.

 

Regresamos con serenidad y asombro, con canciones y silencio…

 

Javier Agra.