viernes, 17 de diciembre de 2021

MARCADAU


 

Cuando caminamos por la montaña y por la vida en toda su amplitud es necesario que veamos más allá del lago y de los árboles, más allá de las casas y los parques. Porque más allá de los muros de niebla que es la inmediatez, están los latidos y los sueños, el camino y las aspiraciones, el silencio y la palabra.

 

Y así las personas construimos el entorno, construimos el futuro en armazones que se mezclan con los siglos pasados y los tiempos futuros. Y así el árbol recuerda el tacto y la mirada de hace muchas generaciones y lo entregará a nuestros nietos y a sus nietos para engrosar las ilusiones y darles cuerpo y estabilidad.

 


Vertiente de Marcadau

 

Estoy sentado en el Collado de la Gran Facha, mirando hacia el Valle de Marcadau con sus numerosos lagos y sus tres cumbres, con el verdor de sus cóncavos pasos y la respiración de siglos de montañeros que por aquí pasaron hacia las cimas o hacia el refugio Wallon, con la bruma de esta tarde de verano semejante a otras innumerables tardes que se posan en el corazón del montañero para coser un hilo de esperanza y libertad con los montañeros de otros siglos.

 

Marcadau es la plaza del mercado en este occitano francés, aquí se intercambiaron reses y alimentos, pero también palabras y consuelos, aspiraciones y noticias de amigos y de pueblos lejanos. Aquí nacieron campos y pueblos nuevos, días fríos y abrigados encuentros. Porque las personas somos más humanas cuando traspasamos la niebla del objeto tangible que observamos y vamos más allá hacia el misterio.

 


Pico Balaitus, desde la cima de la Gran Facha.

 

Javier Agra.

 

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