sábado, 26 de marzo de 2022

CHORROS DEL MANZANARES

 


En Madrid y el área cercana del Guadarrama podemos visitar más de doce cascadas o chorros, que de ambas maneras se denominan. Son paseos que pueden cerrarse en la misma cascada o que pueden hacerse continuar por el espacio que el viajero desee.

Para ésta que llamaré Los Chorros del Manzanares, podemos llegar hasta el aparcamiento tercero pasado Canto Cochino en la Pedriza… otras veces he llegado desde el collado de Quebrantaherraduras, también bajando el río Manzanares desde su nacimiento en Ventisquero de la Condesa…

En esta época de primavera bulle vida la naturaleza y las aves están especialmente ajetreadas buscando nido y familia, de modo que la Pedriza suena a amorosa canción, a explosión verde, a sonoridad de arroyo explosionado en la canción coral del Manzanares que juega a correr serpenteando, a meditar reposado entre charcas y diminutos meandros, a tocar el arpa entre las ramas tersas de los salgueros, a frotar el dulce violín del resistente tomillo…  


Este puente de madera nos ayuda a cruzar el río Manzanares.

El sendero culebrea entre pinos y arizónicas, entre cantuesos y jaras, asciende y desciende mientras avanzamos siempre con el Manzanares a nuestra derecha a veces perdido de nuestra vista, en ocasiones al final de una herbosa pradera, otros momentos como música de órgano bajo una breve cortada.


Es el puente que se llama Vado del Retén sobre el río Manzanares.

Llegamos al Puente del Francés y nos metemos por una escalera con amables peldaños por una senda que sube pinar adelante a nuestra izquierda hasta llegar al puente de madera (Vado del Retén se llama) que nos ayudará a cruzar el río, en estas fechas de lluvias de marzo casi rabión, de sonoridad orquestal… imagino aquí los coros de La Pasión según San Mateo de Bach.

El sendero sube entre rocas y jaras, la visión en este espacio se agranda hasta los pinos de la otra ladera, hasta perderse en el cielo más arriba de la montañita que hemos dado en llamar Don Quijote dormido, según la nomenclatura que nos inventamos en otra excursión y con otra perspectiva de la cumbre. Cruzamos por su mitad dos inmensas rocas que parecen hacer de centinelas o de insuperables puertas, todo queda en juego literario pues la ascensión es serena.


He aquí dos rocas que hacen de literarias puertas de vigilancia.

Así llegamos al inicio del pinar, 1390 metros por si sirve de orientación; se desvía una senda a nuestra izquierda que llega hasta el río; allí está la primera de las cascadas, a mi parecer demasiado oculta por rocas y pinos a penas entrega para disfrute de la vista una caída y su laguna. El montañero cerró los ojos para ampliar la sensación con el sonoro hechizo del agua.


Balcón inferior.

Vuelvo sobre mis pasos para continuar pinar adelante en el calmado sendero de tierra que setenta metros más arriba reposa en una breve planicie donde parece clarear el pinar. También hacia la izquierda sale una breve senda que se posa sobre un considerable roquedo desde el que la vista los chorros del Manzanares es más amplia y sonora.


Balcón superior.

Aquí se detienen los montañeros, aquí su corazón se llena de agua y de música, de luz sonora e inmensidad, de eternidad y de paz. En más de una ocasión nos ha contemplado una cabra desde alguna de las alturas por las que baja el agua entre escalones líquidos y brillos de luminosa roca. Aquí el tiempo pierde su machacona urgencia, aquí el sol puede detenerse a contemplar la naturaleza y esconderse entre los pinos y las cumbres y el montañero embelesado mezcla su alma con la naturaleza entera en simbiosis de eternidad.

Javier Agra.

 

 

viernes, 11 de marzo de 2022

DOS HERMANAS


La verdad es que nuestra primera intención había sido llegar hasta Peñalara para pisar nieve y sentarnos unos momentos en la cima de la Sierra de Guadarrama. Desde allí podríamos saludar también a Segovia. Clarea el día estas mañanas de marzo antes aún de ser las ocho, hora en que comenzamos la ascensión con los crampones en la mochila y el rostro tapado por una especie de pasamontañas.

Entre la Venta Marcelino y los prados de nieve y pinos bordea el arroyo una escalera de maderos por la que nos aventuramos. Seguramente fue lo más peligroso de toda la jornada, comprobamos una vez más que la madera con agua y nieve resbala como el más consolidado hielo. Mas como todo llega a su conclusión en este mundo, también conseguimos superar esta “aventura”.


La nieve cubre con fina capa la vegetación el suelo. A veces las piedras despuntan como burbujas de una tierra que bulle, siente y piensa. Al fondo vemos nítidos los pulmones de Hierro y otras laderas de la Cuerda Larga.

De inmediato pisamos sobre la nieve que con pocos centímetros tiene cubierta la sierra entera. La nieve se amontona en rebufos en algunas cuestas y algunas curvas, en otros lugares la nieve permite ver las piedras del sendero que sube a Peñalara.


Las nubes forman un circo con las montañas del Circo de la Laguna de Peñalara.

Las nubes cercan la vista que se reduce a las cercanas montañas de la Cuerda Larga cerrando un inmenso circo de proporciones descomunales por donde vuela algún águila buscando sustento en esta hora en que el sol tendría que estar paseando ya por las cumbres del Guadarrama. Hoy la vista se recorta en un brillo de luces que revolotean como inmenso enjambre de abejas.

Los piornos y el matorral apenas asoman sus puntas como erizos dormidos entre la nevada. Los últimos pinos recogen nieve y cencellada en divertidas y espectrales esculturas con las que me detengo a conversar en la subida. Poco a poco, la niebla va reduciendo nuestro campo visual,  las adelantadas nubes ronronean silbidos de aire en nuestro entorno para comunicar aguaceros y nevadas.


Los pinos recogen nieve y cencellada. Los montañeros pasan a su lado, saludan y conversan.

Quedó más abajo el sendero que va al Refugio Zabala. Ahora estamos caminando guiados más por el instinto y el recuerdo que por las pisadas en el sendero que se desdibuja entre la niebla y la nevada. Nos hemos desviado por el sendero que bordea la cumbre de las Dos Hermanas siguiendo los postes de una ruta verde que aún no hace mucho tiempo colocó el Parque Regional Sierra de Guadarrama. Me parece estar viendo a las dos hermanas de la leyenda, la una viuda con seis hijos a los que crió con vigor y energía, la otra jovial moza casadera de la que se enamoró el rey y se dieron cita en la Peña Citores; de aquí, continúa la leyenda, le viene el nombre a la cumbre Cito Rex.

Estamos ya en el Collado de las Dos Hermanas, bajo nosotros las cortadas que caen sobre la Laguna y el circo de Peñalara donde a veces se escucha la voz dulce de una pastora llamando al cordero que se le escapó a la laguna. Nosotros no queremos dar comienzo a ninguna leyenda de montañeros perdidos en la niebla y regresamos desde las Dos Hermanas sobre nuestros pasos.


En el Collado de Dos Hermanas, la niebla brilla como un viejo candil de carburo entre el aire y el recuerdo.

La cumbre de Peñalara continuara esperando nuestra subida durante otro montón de años, tal vez siglos y se mirará en otros ojos y respirará con otros pulmones. Pasarán los años, los siglos, se borrará mi historia, mi imagen y mi memoria y Peñalara continuará con el abrazo abierto para los montañeros que lleguen cantando a Dos Hermanas y continúen la ascensión a la cumbre de Guadarrama que es madrileña y segoviana.

Javier Agra.

 

martes, 8 de marzo de 2022

SENDA DEL CHIQUILLO


Los sentimientos del corazón en el inicio del camino y los recuerdos de otros pasos y otros tiempos, cuando el montañero era niño y saltaba entre las rebollas de la Mata Reguera buscando las vías del tren de las cinco que era muy raro si pasaba antes de les ocho con aquel sonoro ronquido del esfuerzo entre el carbón y la cuesta, se mezclan en la bruma del tiempo al iniciar la marcha de esta mañana tras superar la portillera de hierro para iniciar la Senda del Chiquillo.


La Senda del Chiquillo serpentea entre pinares.

El día llama con fuertes aldabonazos a la puerta del sol que entrega sus rayos primeros al aterido sendero endurecido por los rigores de la noche. Suenan las botas con ecos de antiguos pasos en la entumecida arena del camino que en sus primeros metros es de placida anchura entre los robles que a medida de nuestro caminar van ocultando la solemnidad de la Maliciosa para adentrarnos entre pinares y piedras en una senda que se reduce y encrespa montaña arriba.

El arroyo del Chiquillos donde conviven el tímido sapillo pinto y la rana de atrevida mirada sostenida, murmura a nuestra derecha entre diminutos remansos y aprendices de cascadas que la mañana fresca de este invierno mezcla con la llamada musical del azulado y escurridizo carbonero garrapinos y el trino agreste del robusto acentor de marrón brillante y rojizo color que tiene su nido en alguna grieta escondida de estas rocas por las que pasamos silenciosos.


Hemos llegado a una pradera de risueño paisaje entre la fatiga y la emoción.

Hemos llegado a una pradera que puede ser el país de la música, paramos un momento para fotografiar el instante en la memoria y en el corazón; la luz trae canciones de la Maliciosa al fondo y los cercanos pinos retorcidos en su lucha con los vientos de este verdor escondido entre grandiosidad de rocas y altura suficiente para esconderse de la visita de los humanos, solamente los buscadores de sonidos y silencios, de sosiego e inmensidad nos adentramos en estos lugares que piden esfuerzo y sudor, cansancio y energía del corazón que palpita fatiga y emoción.


La loma que lleva hasta el Mirador de las Canchas es un mirador constante hacia la naturaleza y hacia la vida.

Hemos bordeado unas moles de piedra, llegamos a la pradera de ensueño y música, cruzamos más arriba la Senda Ortiz y continuamos Senda del Chiquillo adelante hasta pasar por delante del árbol caído que ya llevamos viendo varios lustros y nos sirve para orientarnos en la certeza del buen camino; continuamos por el ramal de la derecha que nos lleva hasta la pista justamente en la curva, los montañeros  continuamos camino hacia el Mirador de las Canchas por el sendero exterior que es grandioso y prolongado mirador.


El Mirador de las Canchas con la Bola del Mundo y la Maliciosa al fondo.

El Mirador de las Canchas es un punto de unión de diferentes caminos, aquí la vista reposa entre la naturaleza y su paz, la vida entera abre caminos hacia horizontes de fraternidad, los caminos se dilatan en el alma y en la geografía, podemos salir hacia la Senda de la Tubería, hacia la Peña Pintada, hacia el antiguo Hospital, hacia la Fuente de Mingo, hacia…Es una parábola de la vida, podemos salir hacia la violencia, hacia la misericordia, hacia el desprecio, hacia la amistad, hacia la búsqueda de la paz, hacia…


Estamos bajando entre los pinos y el matorral sin camino conocido.

Nosotros salimos hacia el antiguo Hospital pista adelante entre curvas y suelo resbaladizo por la nieve que mantiene su hechizo helado en las umbrías. Después de hacer otra parada en la que comimos el bocadillo de queso descendimos por el pinar empinado sin sendero conocido entre búsquedas y pérdidas, sorteando matorral casi hermético, saltando entre los calveros que bajo los altos pinos permiten nuestra marcha penosa y machacona. Dimos finalmente con la Senda del Chiquillo y el arrullo de su arroyo, cerca ya del ancho sendero que nos llevó hasta la carretera y el coche.

Javier Agra.

 

jueves, 3 de marzo de 2022

DÍA DE LA NATURALEZA

 


Camino por la montaña entre el sudor, la respiración y el silencio porque en esos amplios espacios le corresponde hablar a la naturaleza, los montañeros conversamos con la tierra entre el sosiego y el esfuerzo, entre la pausa y la lucha.



Bordeando Las Dos Hermanas

He aquí una instantánea de una de las diversas subidas a Peñalara, esta vez por la senda del Batallón Alpino. Atrás queda Peña Citores y su fuente, a nuestro lado Las Dos Hermanas sobre la Laguna de Peñalara, mis ojos están dirigidos hacia Peñalara la cumbre que es de Segovia y de Madrid, de cuantos suban a su cumbre y de la tierra entera. La montaña no sabe de exclusiones, solamente de risueños rostros humanos, de saltarinas cabras, de lagartijas escurridizas, de asombradas aves; el viento de Peñalara no tiene fronteras ni idiomas, silba igual para todas las personas y todos los seres de la tierra. Suena en la atmósfera la sinfonía número dos “Resurrección” de Mahler.


Siete Picos al fondo.

El primer movimiento es “alegro maestoso”. Las vistas en la montaña no tienen limitaciones más allá de las nubes mismas y las cumbres que hacen saltar el pensamiento hacia otras cumbres, que llevan el corazón del montañero hacia otros corazones de otras cumbres  hasta abarcar toda la redondez de la tierra que no tiene unos puntos más privilegiados que otros; la montaña así nos cuenta que todas las personas somos iguales y de la misma carne que espera, anhela, prospera, se enamora, lucha, canta y tiene eternidad de espíritu y de vida.


El Huerto del Predicador.

Partiendo de Canto Cochino, en la Pedriza, dejamos atrás el Huerto de las Hoces para adentrarnos en el Huerto del Predicador. Venía escuchando en mi corazón la sinfonía número dos de Mahler, ahora ya saltó el segundo “andante moderato” de esta Sinfonía de la “Resurrección” de la tierra, de la vida, de la esperanza, de la eternidad… Estas enormes piedras de la Pedriza son un laberinto de sueños y caminos, de búsqueda de futuro y de duros pedernales a los que tenemos que enfrentarnos.


Cumbre de Cabeza Arcón. Desde la cima contemplamos diversas montañas; sus nombres estás indicados.

Desde un aparcamiento cercano a Bustarviejo, frente a su campo de futbol salen diferentes sendas para recorrer diversas cumbres. Tras dejar atrás un cuidado parque de recreo, entre pinares y senderos, entre cortafuegos y gruesas rocas que hemos de sortear llegamos, con una cierta fatiga y el ánimo de la tierra que nos empuja en cada respiración, a la cumbre de Cabeza Arcón. Después bajaremos al collado para ascender la paralela cumbre del Cerro del Pendón.

El aire conversa con la multitud de pinos que nos acompañan con la lenta pisada de sus raíces, los charcos ocasionales ríen a las aves que mojan sus patas y llenan sus buches de agua, hasta las diferentes florecillas juegan al escondite con las mariposas, las abejas, la multiplicidad de insectos que van y vienen mientras se escucha el “scherzo” final de la sinfonía número dos “Resurrección” de Mahler. “¡Creed! ¡No habéis nacido en vano! / ¡Lo que amabas, lo que luchaste! / Resurrección, ¡sí resucita! Te levantarás / Lo que peleaste lo ganarás. / ¡A Dios te llevará!”.

Javier Agra.