domingo, 22 de mayo de 2022

OJOS DEL RÍO MOROS


 

Desde hacía varios días, el calor parecía haber llegado para quedarse a perpetuidad, también entonces comprendí que las cuestiones de este mundo son efímeras además de que dependen de diferentes puntos de vista, de diversas circunstancias, del entorno, entusiasmo, entereza…

 

Esta mañana quedamos temprano para subir hasta algún lugar de la Sierra de Guadarrama. Normalmente quedamos a las siete de la mañana para comenzar a caminar muy cerca de las ocho. Hoy iremos otra vez hasta el nacimiento del Río Moros.

 

Desde el aparcamiento de Majavilán en las Dehesas de Cercedilla nos protege el pinar y la vegetación. Susurra el agua al iniciar la subida los muy escasos metros de asfalto hasta adentrarnos entre los pinos, susurra el agua en la fuente de Majavilán y la ligerísima brisa de la mañana semeja la dulce música del violín en el concierto de Glazunov. 

 


Hacia el Collado de Marichiva, subimos entre pinares y praderas.

 

Comenzamos los cuatrocientos metros de ascensión que nos separan del Collado de Marichiva entre tapices de helechos y murmullos del arroyo que pasamos sin problema recién nos adentramos en el Camino Viejo de Segovia. Los arroyos de la Sierra entregan serenidad de espíritu y bautismo de fortaleza, son regueros de ilusiones y de versos extendidos por la naturaleza y por el alma, son canción escondida entre el misterio y la soledad, lejos del torbellino entregan meditación y paz.

 

Montaña arriba, las praderas con su mirada inmensa hacia el Mirador de la Reina, hacia la solemnidad del Pico Majalasna y los demás picos de Siete Picos hacen de este inicio de la mañana una explosión de sosiego y libertad. Se reduce el sendero entre el pedregal y los pinos, entre la flor amarilla de los piornos y la musical conversación de las aves hasta llegar al Collado de Marichiva de anchuroso descanso y relajante mirada hacia otras cumbres y otros valles.

 


En el Collado de Marichiva decidimos continuar hacia los Ojos del Río Moros.

 

En el Collado de Marichiva podemos elegir diferentes senderos con posibilidades de inmensa belleza en su recorrido. Pero en la montaña también es necesario elegir un sendero y dejar todos los demás para otra ocasión, para otras personas, para otras vidas… Elegimos continuar hacia los Ojos del río Moros acompañados de los violines, clarinetes, trompas, oboes… del Concierto para violín Romeo y Julieta de Tchaikovski.

 

Desde el Collado de Marichiva, pasamos a la parte de Segovia por una portillera de metal. El sendero aparece claro a nuestra derecha detrás de un sereno pino que perece puesto como inicio de la ruta. Casi tres kilómetros de camino bordeando la Peña Bercial y el Cerro Minguete, los pinos en suave conversación con los montañeros nos invitan a gozar la vegetación y la música, la brisa y la sombreada luminosidad de la mañana que avanza.

 


Esta agradable fuente canta en la serena ladera de Peña Bercial.

 

Allá abajo se remansa el agua en un par de embalses para dar serenidad al amplio parque recreativo de La Panera. A nuestra derecha el verdor brillante de Peña Bercial, a nuestra izquierda van pasando con lentitud y misterio la Sierra de Quintanar, el Oso y la Pinareja con su luminoso y florido valle sobre el río Moros que escuchamos cada vez con más claridad.

 


Canchal casi de fantasía que desciende desde Peña Bercial y Cerro Minguete.

 

El sendero llega a su punto más alto, desciende, remonta y baja de nuevo como es el terreno llano en montaña. Un grupo de pinos jóvenes parece querer cerrar el camino; pero no, es solamente un alarde de fantasía en esta serenísima marcha. Ahora descubrimos el canchal que siempre nos parece asombroso en medio de esta melodía de vegetación y verdor. Ante nosotros asoma la cumbre del Montón de Trigo, se cierra el valle y aquí están diferentes Ojos por donde asoma a la luz el agua del Río Moros.

 

En otras ocasiones continuamos montaña arriba hasta el Collado de Tirobarra, también con diversas posibilidades de ruta; subir a la Mujer Muerta, volver por la cumbre del Montón de Trigo hasta el Puerto de la Fuenfría, descenso por el Arroyo del Regajo o de las Cabras hasta la Fuente de la Reina,…

 


Nos sentamos junto a uno de los Ojos del Río Moros. Son varias las surgencias por donde esta ladera entrega su agua primera al musical río Moros.

 

Hoy nos sentamos junto a uno de los nacederos del Río Moros, aquí escuchamos el sonido de la brisa, el recuerdo de las voces humanas que aquí conversaron a través de los siglos, acaso mi propia voz de otras visitas anteriores a este lugar de silencio y fortaleza permanece aún en el aire; aquí contemplamos el lento paso del petirrojo, la quietud circense de algún insecto volador recortado contra el azul del cielo, inmóvil esperando cualquier signo que le impulse a cambiar de posición; aquí las blancas celindas asoman sobre el verde césped, la abundancia amarilla de las caltas adornan la ladera por donde resbala el agua en su primer recorrido del Río Moros.

 

Javier Agra. 

 

miércoles, 18 de mayo de 2022

LAGUNAS DE PEÑALARA


Peñalara tiene rostro y nombre de madre, tiene sonrisa y caricias de madre; en sus laderas, el agua tiene una simpatía escondida tan abundante que le sale a las mejillas por diferentes surgencias y lagunas.

He llegado hasta el Puerto de Cotos. Montaña arriba los pinares peinan con sus púas al sol en esta mañana de primavera, desayunan las aves trinos y semillas, corretean las hormigas en hileras marcadas a cartabón y escuadra siempre al ritmo del unísono compás, los corzos asustadizos se esconden ante la cercanía del tintineo de la marcha mientras las cabras exhiben su volátil ligereza entre las primeras peñas que dejamos en nuestro lento caminar.


Hoy quiero hablar de la Laguna de los Pájaros. Hela aquí, desde el Collado después de bajar de Peñalara por Claveles.

Hoy no subo hasta el abrazo de Peñalara; me desvío para sentarme un momento en el antiguo refugio Zabala. Queda atrás el Mirador de la Gitanilla, seguramente el nombre es lo más vistoso pues la caterva de pinos que han crecido en su entorno impide una visión que de otro modo sería suculenta hacia la Cuerda Larga.

Continúo serpenteando hacia la montaña, solamente unas cuantas revueltas y un tiempo antes de llegar  a las Dos Hermanas encuentro el cartel que indica el sendero del Refugio, un buen sendero que me lleva hasta el Refugio Zabala, a mi parecer más vistoso en el exterior que la utilidad interior. Refugio más apto para la nostalgia que para el presente. ¿Y si se cuidara de nuevo?


Una de las vistas grandiosas subiendo hacia el desvío del Refugio Zabala. Falta el nombre de Siete Picos a la izquierda de la imagen.

La Laguna Grande de Peñalara es un risueño espectáculo hacia el que camino con precaución y sin sobresaltos. Hace ya más de cuarenta años que continué naciendo en Madrid… la primera vez que vi la Laguna Grande se hacía una jornada de natación y travesía… hoy está absolutamente protegida y es un lugar habitado por las náyades y los elfos de los sueños y por la pastora que emerge cantando en la noche de difuntos y seguramente en noches de tormenta.


Laguna Grande de Peñalara. Este enigmático lugar rodeado de rocas, praderas, enebros, piornos es una fuente de serenidad, de música, de amanecer y de luz clara. A esta hora primera la belleza y el silencio permiten conversaciones entre la naturaleza y el alma.

Paredaño al arroyo de Peñalara baja un sendero muy marcado que regresa hasta Cotos. El montañero, aún a la vista de la Laguna Grande, cruza un puente de madera y asciende buscando el Mirador de Javier, a la derecha queda un escondido sendero que llevará hasta la Pradera de Pepehernando. Una leve ascensión más y llegamos a la altura de la marcha de hoy.


Lagunillas y sendero.                                                

A partir de ahora una larga y espaciosa meseta se abre en mil posibilidades de sosiego y rutas camino de la Laguna de los Pájaros. Rocas de asombrosa formación, escondidos vallecillos, árboles eremitas en soledad retirada, breves subidas y descensos a veces con mullido suelo otras sobre endurecidas y toscas rocas.


Laguna de los Pájaros. Sus leyendas cuentan historias, o deberían contarlas, de palacios y monstruos sumergidos. Hoy hablamos de su origen glaciar y los actuales habitantes entre ranas y tritones.  

Los glaciares y los siglos han formado oquedades y llanuras, recovecos místicos con reflejos de cumbre y serenidad de eterna esperanza, lagunas de mayor o menor amplitud según la temporada del año nombradas como Las Lagunillas, La Laguna de los Claveles y finalmente la solemnidad de la Laguna de los Pájaros, como un inmenso balcón colgado del Risco de los Claveles.

Silencio y poemas.

Oración y esfuerzo.

Merienda y apuntes.

Regreso hacia la PAZ y el misterio.

Javier Agra.

 

jueves, 12 de mayo de 2022

DUCHA DE LOS ALEMANES


Los montañeros sabemos que por muchas veces que caminemos los mismos senderos hacia las cumbres, resultan con alguna novedad en cada intento. La Ducha de los Alemanes es un lugar cercano al aparcamiento de Majavilán en las dehesas de Cercedilla y, no obstante, sería suficientemente espacioso como para llenar de palabras y sentimientos una novela entera de aventuras, pájaros, silencios, crujidos de ramas bajo las pisadas lentas.

Esta primavera la nieve llegó tardiega a nuestras cimas. Después de un invierno casi anodino, el mes de abril nos regó las cumbres de blanco y luminosidad. Las laderas rezuman agua y futuro entre los pintados pinares y las retamas cargadas de nieve acumulada. La montaña es siempre locuaz y literaria, conversa con el silencio del montañero y siembra un diccionario de sosiego en su corazón.


Por el sendero, la nieve entre los pinos, suena con la música de trompas y oboes…

Hasta la pradera de los Corralillos subimos esta vez por la calzada romana con la música de trompas y oboes en que se había metamorfoseado el arroyo de la Barranca. A esta hora de la mañana, aún no han llegado la multitud de paseantes que se quedarán a corretear por la amplia pradera de los Corralillos; a esta hora de la mañana, las aves cuentan sus aventuras a los viajeros mientras nos adentramos unos cuantos metros por la carretera de la república hasta encontrar el letrero que nos desviará hacia la Ducha de los Alemanes.

La Ducha de los Alemanes está más arriba de la pradera de los Corralillos. Semeja un reducido rebosadero de agua y violines.

La nieve, en esta zona de umbrías se ha mudado a hielo y los montañeros no llevamos crampones, de modo que la precaución en este tramo es símbolo de la vida misma; acaso nos quedan las manos arrecidas por la friura, acaso tropezamos y damos con el culo en tierra, acaso hincamos una rodilla, pero sabemos que tenemos al lado un compañero que nos sostiene y nos levanta, que tenemos apoyos y energías con las que acaso no contábamos y que nos empujan hacia el recto caminar y el avance lento y ascendente.


Buscando sendero, como siempre en la vida, nos sorprende la naturaleza en su amplia quietud, en su silencio meditativo…

Salimos de la Ducha de los Alemanes cruzando un puente de madera, buscamos y encontramos una senda entre tapada por la nieve y anegada en agua por la que ascendemos con liviana seguridad entre el pinar, hasta llegar de nuevo a la Carretera de la República por el puente de hierro de la Navazuela. La marcha era áspera e incierta al principio, pero el corazón se emocionaba con el sonido libre del agua en el arroyo, del viento nómada en el pinar, de las piadosas y aventureras aves que fortalecían nuestro esfuerzo; más arriba, la nieve se compactó sobre el encontrado sendero y más adelante por la Carretera.

Desde la Fuente Antón Ruiz de Velasco seguimos la Carretera de la República pasando por el Mirador de la Reina hasta llegar al Puerto de la Fuenfría. Estábamos solos el grupo de montañeros y la nieve, la brisa era suave a esta avanzada hora de la mañana, algún hilo de sol hacía juegos de luz en los carámbanos de las rocas, el valle al fondo bailaba una mazurca de luz y nieve en agua derretida.


En el Mirador de la Reina caminamos entre luz y carámbanos, entre cantos de aves y ramilletes de sol.

Comenzamos el descenso por la vieja calzada romana, la nieve hasta las pantorrillas, el sol apretándose en nuestros costados para darnos fortaleza y vida; entramos en el Camino Viejo de Segovia y regresamos por su conocidísimo recorrido hasta el aparcamiento de Majavilán donde el coche lanzó destellos de luz y felicidad a nuestra llegada.

Javier Agra.